Treinta años sin Romero...y con él
miércoles 24.mar.2010 por RTVE.es 3 Comentarios
No se me olvidará jamás. Estábamos grabando en la plaza de la catedral de San Salvador. Habíamos ido a ese pequeño país centroamericano a hacer un reportaje sobre los mártires de El Salvador, hombres y mujeres que sufrieron durante la brutal represión política en ese país y la guerra posterior, porque su fe les llevó a comprometerse con la realidad. Entre ellos, nombres como Ellacuría y sus compañeros jesuitas y, por supuesto, monseñor Óscar Romero, el arzobispo de San Salvador.
Un hombre se nos acercó, supo lo que hacíamos, y me dijo: "sabe que monseñor dijo que si lo mataban resucitaría en el pueblo salvadoreño. Pues sigue bien vivo y a mí me salvó la vida después de perder la suya. Llovía a cántaros, yo estaba semidesnudo delante de un pelotón de fusilamiento. Mi único delito había sido creer en el Dios de la vida, el que no nos deja abandonados a los pobres, el que quiere que vivamos con dignidad. Y eso yo lo decía en mi parroquia como catequista. Por eso me detuvieron. Decía que era subversivo. Esa noche, tirado sobre el barro y con mi nuca a un metro de quien me iba a matar, me acordé de monseñor. Sentí el "clic" de la pistola. Se le había encasquillado el arma. El soldado me dio un puntapié y me dijo que había tenido mucha suerte porque jamás había fallado su pistolón. Que eso, a lo mejor, significaba algo. Que me fuera a mi casa".
Aquel campesino terminó su relato mientras algunas lágrimas surcaban su rostro quemado de tantas horas de campo y viento: "sigue vivo, claro que sigue vivo".
Se cumplen hoy 30 años de su asesinato a manos de los escuadrones de la muerte del militar Roberto D'Aubuisson. Nunca se hizo justicia. Para empezar, porque el primer juez encargado del sumario fue atacado en su casa y se exilió muerto de miedo para no volver. Al día de hoy siguen saliendo noticias. Las últimas, relacionan el crimen con el hijo del presidente del Gobierno de entonces.
El ambiente en el que vivió Romero, de brutal represión por parte de los gobiernos militares, era irrespirable. Unas semanas antes de su asesinato, se disolvió una manifestación rociando sobre ella un producto insecticida que acabó con 21 muertos y 120 heridos. De nuevo Romero habló: "se masacra al pueblo sólo por pedir justicia y libertad. El grito de liberación de este pueblo es un clamor que llega sube hasta Dios y que ya nada ni nadie puede detener".
Sus homilías radiadas llegaban hasta el último rincón del país. La gente se reunía en torno a los transistores, los domingos por la mañana, para escuchar a monseñor. En la última homilía, el día 23 de marzo, hizo el famoso llamamiento al Ejército que acaba así: "en nombre de Dios y de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!".
Al día siguiente, cuando celebraba misa en una pequeña capilla, un disparo acabó con su vida.
Canonizado por el pueblo, la figura de "san Romero de América" se agiganta con el paso del tiempo. Se fue...pero no del todo.
Anónimo dijo
Ricardo, sin ningún lugar a dudas: "¡pedazo de post!" Casi estoy viendo la cara del catequista contándote en esa plaza salvadoreña su experiencia con "san Óscar Romero".
Gracias por compartirlo con todos nosotros.
Carlos dijo
Gracias, Ricardo, por recordarnos la figura de "san Romero de América".
Muy adecuado el post y muy bien escrito.
Ana dijo
Y, sin embargo, canonizan a otros y muy rápidamente.