Guatemala: la educación no sale en la foto
miércoles 15.feb.2012 por Ricardo Olmedo 0 Comentarios
"Nuestro trabajo es a largo plazo, no se trata de un proyecto que se levanta en unos meses y se hace la foto para que todos vean lo bien que salió". Me lo dice el hermano marista Jesús Balmaseda en los pasillos del Instituto Tecnológico K´iche´en Chichicastenango, en el corazón de Guatemala. Me habla de lo importante que son las ayudas que reciben de SED, la ong de los Maristas en España. Gracias a la buena gente de SED se pueden becar a muchos alumnos, la mayoría indígenas, que tienen en el centro-internado de los Maristas la única posibilidad de estudiar, la única posibilidad de formarse, de no seguir siendo esos guatemaltecos de segunda división, eternamente esclavos de un sistema que los mantuvo -y los mantiene- al margen.
Balmaseda sabe de lo que habla y lo hace con esa pasión por la educación que destilan los maristas. El día anterior estuvimos en casa de Sebastián, uno de sus alumnos. Sebastián vive en Chumanzana, una comunidad remota, lejos de casi todo y sólo cerca de la pobreza que le rodea. Es el mayor de 10 hermanos, su padre no tuvo suerte con la cosecha de habas este año. El agua no llegó cuando debía y lo perdió todo. Ahora el padre está en la capital vendiendo verduras y cada dos semanas vuelve por Chumanzana. La familia de Sebastián, como todas las demás, pinta cruces en el pequeño silo donde guardan las mazorcas de maíz para protegerlas de los malos espíritus. Sebastián me cuenta que una vez vió a uno de esos malos espíritus que se meten en el cuerpo de algunos animales como los coyotes y aúllan como si fueran personas, malas personas. Sebastián, hijo y nieto del maíz, con sangre maya refrescada en el siglo XXI, estudia mecánica con los maristas. Y se le abren los ojos y se le llena el alma de alegría cuando me cuenta que está muy contento de poder estudiar, que quiere trabajar, ayudar a su familia y abrirse camino en la vida. Me lo dice mientras llovizna en estas tierras altas de Guatemala y el frío entra por los sandalias de sus hermanos pequeños. La madre prepara unos tamales en la cocina de leña donde resuenan sus palabras hermosas pronunciadas en quiché: "quiera Dios que mi Sebastián pueda prosperar". Yo también creo que Dios lo quiere. Y de lo que estoy seguro es que también lo quieren estos maristas que se dejan la piel en el empeño.