Las amargas tortillas de Rosa
jueves 16.feb.2012 por Ricardo Olmedo 0 Comentarios
Sobre la piedra negra, cuadrangular y curvada; sobre la misma piedra de sus antepasadas, Rosa tortillea. Como tantas mujeres, ella rocía con un poco de agua y amasa, amasa, amasa y luego la redondea hasta que pone la tortilla sobre el comal caliente. Rito milenario de estas mujeres del maíz. Rosa traga todo el humo del mundo y se traga toda la pena de su mundo, el que limita a los cuatro puntos cardinales con la pobreza. Gana al día, si hay suerte, casi cinco euros al cambio. Su marido, albañil, no tiene trabajo y por la casa corretean sus hijos: "tengo siete vivos", susurra Rosa. A Rosa le ayuda su hija, que está en sexto de primaria y sabe leer y escribir. Rosa, analfabeta, mira orgullosa a su hija mayor que va al colegio "Moisés Cisneros". Esta escuela es uno de esos milagros de la solidaridad que se levantó gracias a las gestiones de la ong SED.
La escuela se levanta sobre una loma de la colonia Juan Gerardi, a más de una hora del centro de la capital guatemalteca. La colonia la forman decenas de casas levantadas por el empeño de unos misioneros españoles para acoger a los que se quedaron sin nada tras el huracán Mitch. Aquí vinieron con lo puesto, con el miedo y las lágrimas mezcladas con el lodo que se lo llevó casi todo por delante. Hoy hemos estado grabando en el colegio, un oasis de sosiego pese a las carreras de los niños, un oasis de ilusiones educativas pese a que la Educación sigue siendo la gran asignatura pendiente de Guatemala.
Por cierto, la escuela lleva el nombre de Moisés Cisneros, un hermano marista infatigable defensor de los más pobres. A Cisneros lo asesinaron y el Ejército anduvo por medio, como casi siempre que hablamos de crímenes en esta Guatemala donde fueron exterminados decenas de miles de indígenas durante la guerra civil. El actual presidente, el general Pérez Molina, muy activo durante aquella guerra, no quiere oir hablar de genocidio. La colonia donde estuvimos todo el día lleva el nombre de Juan Gerardi, el obispo que impulsó el demoledor informe sobre ese genocidio. Dos días después de presentarlo, lo mataron. ¿A que no saben quién anduvo detrás?
En fin, mientras se aclara este país lleno de mártires y de gente que quiere vivir en paz, en un rincón perdido de Guatemala hay una niña que ya sabe leer y escribir, que puede leer la palabra "paz" en los murales de su colegio y que puede escribir la palabra "justicia" sin que le tiemble el pulso, pensando en su madre, mujer, indígena y pobre, que sigue haciendo tortillas para sobrevivir.