La parroquia de la guerra
viernes 16.mar.2012 por Santiago Riesco 1 Comentarios
Esta mañana hemos grabado en la parroquia de San Luis Gonzaga, en Gonzagueville. Aquí se refugiaron durante la última guerra (hace menos de un año) más de 300 personas que dormían, comían y vivían en el interior del recinto.
Hoy la parroquia sigue abierta al barrio de Gonzagueville. En las habitaciones que ocupaba la comunidad de Carmelitas Descalzos hay hoy un pequeño dispensario en el que dos médicos y dos enfermeras atienden cada día a 30 personas que, en su mayoría, sufren malaria, fiebres tifoideas, diarreas e infecciones varias. También han abierto una pequeña farmacia y tienen una máquina para hacer ecografías a las embarazadas que se recalienta y sólo pueden usar un par de días a la semana con el fin de que no acabe quemándose.
En el patio del templo los estudiantes universitarios disponen de dos pizarras que utilizan para preparar trabajos en grupo porque en su casa no tienen luz, ni espacio, ni silencio. Durante nuestra grabación coincidía la celebración del viacrucis con la preparación de los exámenes de los jóvenes, las colas en la farmacia, los pacientes que iban a consulta y un nutrido grupo de jóvenes que utilizan la "biblionet", o sea, una sala de ordenadores con conexión a internet que les facilita la búsqueda de información para ampliar sus estudios. Esto sin contar con los ancianos que, a falta de centro comercial, acuden a la sombra de la parroquia a echar una siesta, a tomar el fresco o a pegar la hebra con el vecino. Sin duda, una parroquia completamente abierta, viva y comprometida con el entorno. Un auténtico oasis de vida en un barrio ajetreado, sin asfaltar, sin luz eléctrica, sin agua corriente y con todas las carencias propias de un lugar en el que viven los que menos tienen, especialmente los inmigrantes de otros países africanos y los propios marfileños que huyendo del conflicto recalaron en Gonzagueville.
Por la tarde hemos compartido tiempo, grabación y bromas con las mujeres marginadas, rechazadas y estigmatizadas por tener una enfermedad que no les impide hacer una vida normal. El SIDA sigue siendo en Costa de Marfil una especie de peste. Todas ellas han sido expulsadas de sus hogares por sus propias familias en cuanto han dicho que tenían el VIH. El miedo provocado por la ignorancia las convertía en chivos expiatorios causantes de todas las desgracias. La ong "Le Carmel" coordina un proyecto integral de residencia, atención sanitaria y, sobre todo, social y laboral, con el objeto de que las mujeres recuperen la dignidad perdida, vuelvan a ser ellas mismas y afronten la vida mirando el futuro a los ojos. Además, en SICAR (que así se llama el proyecto), las educadoras se ponen en contacto con el entorno familiar de las mujeres para explicarles que el SIDA es sólo una enfermedad que, medicada, no impide llevar una vida normal. Poco a poco van consiguiendo éxitos. Las mujeres, ciertamente, recuperan la vida, resucitan, aunque estemos en Cuaresma y en la parroquia se mezcle el viacrucis con los enfermos del ambulatorio parroquial, el locutorio de internet, la farmacia y los estudiantes que preparan sus exámenes pensando en un futuro mejor para ellos y para los que menos suerte tienen.
Papaver dijo
Lamentable como es tratada la pandemia del VIH en África, no hablo ya si la enfermedad la sufre la mujer. El proyecto "SICAR" coordina y actúan de puente educadoras , es un paso, según la información buscada por la red, son "animadoras" y las imágenes del centro no se parece en nada, como afectada sin querer aportar nada más que mi opinión, la cual me genera dudas al respecto, estas mujeres viven totalmente marginadas y son carne de cañón.
http://www.corosanjuandelacruz.es/social.htm