Contra los escorpiones no hay malarone
domingo 20.may.2012 por Ricardo Olmedo 0 Comentarios
La misión de Leer, desde donde escribo, en el norte de Sudán del Sur, es reciente. Bueno, viene de mediados de los noventa, cuando se asentaron los misioneros combonianos. Poco tiempo después, la guerra los echó y la misión y la ciudad quedaron arrasadas. Hace cuatro años volvieron a empezar de nuevo (esta gente tiene una moral a prueba de bombas). Aquí no hay espacio para todos y Roberto y yo tenemos que dormir en sendas chozas, las que se construyeron los primeros misioneros a su vuelta. Primera conclusión: en la choza puede haber de todo, incluso escorpiones. Estos avisos nunca vienen mal, sobre todo porque hay que mirar donde pisas cuando te levantas de la cama y cuando te pones los zapatos. Contra estos bichos no hay repelentes ni malarone, la pastilla rosácea que tomamos para evitar la malaria.
Quienes lo tienen muy difícil para evitar la malaria son los hijos de Rebeca, una mujer a la que hemos ido a visitar esta tarde. Viuda y con 9 hijos, Rebeca trabaja todo lo que puede y más para llenar la tripa de tanta boca hambrienta y juguetona que rodea. Aquí, como en tantos lugares de África, lo de la mujer es para nota: van por leña, por agua, cocinan, hacen la cerca que rodea la casa, las paredes de la choza y millón y medio de tareas más. Entre una cosa y otra, tienen tiempo para parir un hijo detrás de otro. Segunda conclusión: que esto va por barrios porque luego hay quien se estresa porque no ve la hora de comprarse el último modelo de tablet. En fin, paradojas de la vida.
Ahora, que este país es una paradoja en sí mismo o una colección de ellas. Resulta que viven sobre grandes bolsas de petróleo y no tienen gasolina. El crudo sale para el Norte donde se refina y vuelve como combustible. Mejor dicho: salía y volvía. Porque tras la guerra, la bronca con el vecino Sudán y el bloqueo de fronteras, el país vive del aire. El precio de los productos se ha multiplicado por cuatro en poco tiempo y la escasez se nota más en esta región porque está más cerca de la frontera del norte. Tercera conclusión: la guerra se acabó pero sigue un conflicto más ronco que intenta asfixiar al sur cortándole la subsistencia.
Para darle una vuelta de tuerca al problema de la subsistencia, los misioneros con los que estamos han creado una escuela agrícola y ganadera. Están convencidos que la riqueza de este pueblo no puede estar unida al petróleo. Hay que trabajar la tierra con nuevas técnicas y hay que sacar rendimiento al ganado. Mañana lo veremos y os lo contaremos. Mientras, estaremos ojo avizor. Por lo de los escorpiones.