Los caminos de África
lunes 14.may.2012 por Ricardo Olmedo 0 Comentarios
Ponerse en camino en África es toda una lección vital. Y absolutamente recomendable. También es una metáfora de la vida misma: no sabemos lo que vamos a tardar en llegar, no sabemos lo que nos vamos a encontrar ni a quienes nos encontraremos en el camino. La de hoy ha sido una de esas clásicas jornadas de viaje de un equipo del programa. Después de preparar y colocar los equipajes, nos acomodamos en el coche del misionero. Pero, claro, siempre aparece alguien al que llevar y siempre aparecen sacos, bidones y todo tipo de mercancías que llenan el espacio disponible. Conclusión: seis horas largas para recorrer los 280 kilómetros que separan Juba de Yirol, desde donde escribo. Eso sí, hubo una parada en un pequeño poblado junto al Nilo...donde el conductor también compró un saco de pescado. Eso sí, tuvo el detalle de no ponerlo dentro de la cabina.
Escribo desde el patio de la misión de Yirol, en plena oscuridad, y la pantalla del portátil es un muestrario de todo tipo de insectos que se posan sobre ella. Nunca imaginé que podría haber tantísima variedad de pequeños voladores que rompen la tranquilidad de una noche con un cielo repleto de estrellas como sólo se ven estas veladas africanas. Ya estamos en la tierra de los dinka, orgullosos y elegantes, ancestrales pastores, que mantienen sus ritos y sus cuerpos cubiertos con la ceniza que los protege de los mosquitos. Yo, como no estoy cubierto de ceniza, tengo que dejar de escribir si no quiero que me coman los bichos voladores. Mañana será otro día, otro intenso día en el corazón del imperio de los dinka.