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"A mi hijo le metieron 27 balazos"

    viernes 26.abr.2013    por Santiago Riesco    0 Comentarios

TVE VIH
Con un grupo de "madres afectadas" en la Ciudadela Claret de San Pedro Sula (Honduras)

 

Estamos en el sector Rivera Hernández, el barrio más peligroso de la ciudad con el índice de asesinatos más alto del mundo. Aquí la vida no vale una mierda. Nada. La gente cuando sale de casa piensa que quizá no vuelvan más. Te recomiendan que entre las siete y media de la noche y las siete y media de la mañana no camines por la calle. Tampoco acompañado. Si vas en coche tienes que ir con las ventanillas bajadas para que las bandas que manejan los distintos territorios te vean las caras. Si la mara que controla esas calles por las que pasas dice que tienes que poner la luz de peligro, la pones. Si los narcos que gestionan ese pedazo de barrio dice que hoy no se puede ir con zapatos negros, te los quitas. Si le pegan un tiro a tu hijo y reconoces a los dos muchachos que le han metido 27 balazos, y les ves cómo se ponen el casco antes de subirse otra vez a la moto. Te callas. Y no vas a denunciar porque la Policía y el Ejército son aún peores. La impunidad es total. Y te arriesgas a que te "ultimen" a ti también. Y no de un modo limpio. Aquí las muertes son con ensañamiento. Hoy mismo el periódico hablaba de un asesinato en "la Rivera Hernández" a machetazos en la cabeza. El tipo en cuestión había sido encontrado atado de pies y manos en su casa. La noticia apenas era un breve que ocupaba poco más de ocho líneas. La muerte es el pan nuestro de cada día.

Hoy hemos entrevistado a dos madres que han perdido a sus hijos asesinados por las bandas organizadas de delincuentes que tienen sometida la ciudad de San Pedro Sula. Especialmente el sector Rivera Hernández. Un barrio en el que los taxis no entran, en el que los del mantenimiento telefónico sólo acuden con protección policial. Un barrio donde cada hora "eliminan" a una persona. Un barrio con más muertes que cualquiera de las guerras que ocupan las portadas de los grandes telediarios internacionales. Una de ellas nos contaba que estuvo a punto de no acudir a la cita porque nada más salir de casa oyó muy cerca dos disparos. "Tengo tres niños pequeños de mi hermana que murió de VIH, y me da miedo que me los puedan matar como a mi hijo". A su hijo le acribillaron en el porche de su casa este mes de enero. Apenas tenía 19 años recién cumplidos. "A mi hijo le metieron 27 balazos y fui a la Policía a pedirles que me dejaran enterrarlo, aquí nadie denuncia, no sirve para nada".

Otra de las madres que nos ha contado su testimonio es aún más directa: "La corrupción alcanza a todos, y nadie quiere hacer nada". A ella le han matado dos de sus ocho hijos además de a dos de sus yernos. Tres de ellos fueron de una tacada en el 2006, al último lo acaba de enterrar hace una semana.

"Cuando veníamos para acá hemos oído una tableta de ocho disparos y ni nos hemos inmutado", comentan Eric y Melvin, dos jóvenes de la parroquia que viven en el barrio y conocen a los que matan y a los que son matados. Dos universitarios de 21 y 24 años que no tienen miedo a los fusiles de asalto, ni a las pistolas de 9 milímetros, ni a los revólveres del 38. Ellos creen que en su barrio hay futuro. Que en "la Rivera Hernández" son más los buenos chicos que los otros, los que la droga ha convertido en mafiosos sin escrúpulos. Insisten en que una bala suena más que un beso y un abrazo, pero que son infinitamente más estos últimos.

Y los misioneros claretianos lo dejan también muy claro: "Nosotros de aquí no nos vamos". Llevan 40 años en San Pedro Sula. Cuatro décadas en las que han visto cómo se degradaba el barrio, cómo la violencia se apoderaba de cada calle, de cada cuadra, de cada casa. Y también creen en que algún día esto tendrá que acabar. En que no es sostenible una vida en la que apenas si quedan rendijas por las que respirar. 

Desde hace diez años, la parroquia celebra la Jornada por la Vida. Los muertos se recrudecen antes, durante y después de la semana de actos convocados para denunciar las muertes gratuitas. Y los cristianos, ante las amenazas, comienzan a cuestionarse si merece la pena seguir en esta lucha inútil. Si este año saldrán por las calles para denunciar la impunidad. Si basta sólo con rezar. Y Eric responde con firmeza, sin titubear: "Como cristianos no nos podemos callar. No podemos esperar a que sean las piedras las que se pongan a gritar".

Categorías: Actualidad , america-latina , Viajes

Santiago Riesco   26.abr.2013 06:01    

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