Esperanza en las Malvinas

Como la tierra era barata, vinieron hace cuatro décadas las primeras familias, buscando donde poder instalar su pobreza a menor costo. Con el tiempo se fue poblando, mitad campo, mitad ciudad. Lugar áspero, con calles de tierra que parecen sacadas de una película del lejano oeste. Hablo de Malvinas Argentinas. No, no son las islas famosas por aquel esperpento de guerra. Hablo de una población en las afueras de la ciudad de Córdoba. Aquí vinieron hace unos diez años los Hermanos de la Salle, educadores por naturaleza y vocación. Buscaron en el mapa el lugar más abandonado y lo marcaron en rojo: allá vamos. Pura opción por los más pobres y por hacer lo que mejor saben: educar. 

Y llevan una década haciéndolo siguiendo los parámetros de la educación popular: lo que se aprende en las aulas viene de la realidad y a la misma vuelve. Ejemplo: entro en clase de ciencias y Martín les habla de la cadena trófica y, acto seguido, les recuerda la lucha de los vecinos contra la multinacional Monsanto y sus planes para instalar una fábrica. Y les habla de los transgénicos y de la dichosa soja, sembrada en los campos que rodean el barrio. Aquí conviven fumigados los vecinos y la soja. 

Las madres de la escuela se organizaron para que las criaturas no se vayan a la cama sin algo en el estómago. Aunque no tienen presupuesto para mucho. Al menos tres días a la semana lo consiguen y me cuentan su preocupación por ese largo fin de semana durante el que, están convencidas, más de un niño de Malvinas pasa hambre. También organizaron un ropero y la trabajadora social les manda todos los días a más de un chaval para que vaya medio vestido. Especialmente ahora, cuando se avecina el invierno sureño.   

La escuela de la Salle y los hermanos que viven como unos vecinos más en Malvinas, han generado una gran corriente de desarrollo y una red social importante. Desde España, la ong PROYDE les echa una mano en todo lo que puede para apoyar sus proyectos. Han sido un par de días muy intensos, muy llenos de vida, de vidas en precario, de vidas en camino, de vidas que se transforman. Mario, el director del cole, me da la clave: mientras haya educación hay esperanza. Así sea.