La larga sombra de los mártires
lunes 3.feb.2014 por Ricardo Olmedo 4 Comentarios
"Había vuelto tarde, muy tarde. Ya había caído la noche y directamente me fui a la cama. Al rato, me levanté de sopetón porque me di cuenta de que no había escuchado las noticias de las que en los últimos días estaba muy pendiente. Puse Radio Exterior de España y comenzaron a dar la peor noticia posible: habían encontrado los cuerpos sin vida de nuestros hermanos. Salí corriendo, en mitad de la noche, gritando ¡los han matado, los han matado!".
José Antonio Ruiz me cuenta esto en una entrevista llena de emoción y de autenticidad. Porque le pregunto sobre una de aquellas víctimas: el hermano Miguel Ángel Isla, asesinado junto a otros tres maristas en Bugobe, el 31 de octubre de 1996. Eran cuatro hombres que estaban dando lo mejor de sí en medio de un campamento de refugiados ruandeses en tierras del Congo. Eran cuatro blancos que no solo habían organizado un colegio y dado vida y sentido a aquel campamento de los horrores. También eran cuatro blancos incómodos que estaban siendo testigos de lo que luego pasaría a la historia como una de las mayores tragedias, una de las mayores vergüenzas de potencias occidentales que libraron su particular batalla mientras los muertos los ponían otros.
¿Porqué hablar de Miguel Ángel Isla y de aquello en medio de Costa de Marfil? Porque a la entrada del colegio Champagnat, aquí en Korhogó, hay un monumento que recuerda al "Frere Miguel Angel", director de este colegio en el que hemos grabado durante todo el día. Miguel Ángel se fue de aquí al corazón de esas tinieblas en respuesta a una llamada del superior general de los Maristas. Y uno de sus amigos del alma, José Antonio Ruiz, me habla a la sombra de los grandes mangos del carisma, la espiritualidad, el buen corazón y la entrega de Miguel Ángel. El director actual del colegio, un costamarfileño, también lo recuerda y me demuestra cómo el ejemplo de entrega y dedicación a los demás y hasta el final ha quedado como un estímulo permanente para la gente del centro.
Y con esto de los misioneros y las guerras me acuerdo de tantas y tantos que se quedaron al pie del cañón cuando este comenzó a amenazar los pueblos con los que vivían y trabajaban. Recuerdo a los combonianos cuando la guerra de Sudán, a las teresianas y a las Hijas de la Caridad en Angola, a los Sagrados Corazones en Mozambique y en Kinshasa, a las carmelitas de Sakassou o a las de Santa Ana en este mismo Korhogó. Por no seguir con América o Asia y llenar esta crónica de nombres y lugares . Todas y todos pasaron por durísimos momentos, sufrieron, temieron, lloraron y terminaron quedándose. Porque ése y no otro era el sentido de sus vidas.
Esta mañana, mientras José Antonio me habla, recuerdo a muchos que se salvaron y nos lo pudieron contar a la cámara. Otros tuvieron distinta suerte y de ellos queda el recuerdo y el ejemplo de sus vidas entregadas. La brisa suave del harmatán bajo los frondosos mangos me trae sus nombres a la memoria en otra jornada de rodaje para el recuerdo.
jose suarez dijo
Que duro oir esta historia y después tener que escribirla.
Hoy me he quedado sin palabras.Un beso fuerte, cuidaros, un beso para mi barbas Juan.
angeles ruiz dijo
Yo me acuerdo de Miguel Angel,y siempre que veo las imágenes o veo algo relacionado con ello, la guerra que sigue en la región de los grandes lagos, el expolio, la explotación, la muerte..., me caen las lágrimas. Un besazo a mi hermano Jose Antonio, y gracias por todos vuestros comentarios
Idoya dijo
Es una pena que esa "larga sombra", esas memorias, sólo lleguen a unos pocos, que sean desconocidos en el resto del mundo. Héroes anónimos que merecerían un papel protagonista.
Alipio dijo
- Pero, ¿por qué?, ¿por qué le mataron?
Preguntaban unos niños, alumnos del colegio marista de Korhogo, cuando en el mes de mayo de 2004 hacíamos una oración-recuerdo ante la estatua de Miguel Ángel y recordábamos su paso por allí.
Alguien les contestó:
- Porque no quiso huir de la guerra; quiso quedarse durante el conflicto para ayudar a los que necesitasen su ayuda.
- Pues se necesita ser valiente, comentaron.