Sin lluvia, sin frijoles, sin futuro
viernes 3.oct.2014 por Ricardo Olmedo 3 Comentarios
A Hubencia le queda de su edad la mirada joven. Tiene dos hijos chiquitos a los que cría como puede porque del padre de las criaturas nunca más se supo. Es decir, le pasó lo mismo que a la mitad de las mujeres de esta región campesina y hambrienta de Jinotega, Nicaragua. Me encuentro a Hubencia en la cocina de su casa frágil, donde entra un rayo de sol que alimenta contraluces. Ella me muestra muy contenta su nueva cocina, un mueble de ladrillo y cemento, bien hecho, con su chimenea. Ahora se puede respirar en la cocina y Hubencia no va a tener que mancharse los pulmones de la combustión de tanta leña que destroza la vida de miles de mujeres en los países más pobres. Se acabó esa muerte lenta, el gasto de tanta leña y el miedo a que un tizón caiga sobre algún pequeño y acabe la cosa en desgracia. Cáritas Jinotega, con ayuda de la ong española Manos Unidas, ha podido sembrar esta comunidad campesina de cocinas mejoradas.
Muy cerca, Damaris también aspira a esa nueva cocina. Y me lo dice con los ojos enrojecidos del humo que estamos tragando mientras hablamos. Damaris tiene 21 años y dos niños. Tuvo a su hija mayor con 15 años. Madres adolescentes, precoces tragedias. No le llegó todavía la cocina pero sí unos árboles frutales. Naranjos, limoneros, mandarinos...cítricos para la falta de vitaminas, para las toses de los pequeños y los mayores. Maldito humo. Maldita miseria. A escasos metros, una obra de construcción de una presa. Hidroeléctricas al poder. A la familia del marido de Damaris le arrebataron sus campos de mangos y papayas. También la acequia que regaba esas tierras. Luego, promesas de darle un trabajo que nunca llegó. Y el chaval, con 26 años, que no sabe qué hacer porque en el campo tampoco hay trabajo.
Este año la cosa está muy mal. De angustia. Me lo confirma Magdalena, sentada en el patio de su casa, en la comunidad de Santa Bárbara. La primera cosecha se perdió. La "postrera", como dicen aquí, va por mal camino si no cae agua de una santa vez. Y Magdalena me cuenta estas cosas muy despacio, como no queriendo poner palabras a la realidad, como si luchara con su mente para no tener que reconocer lo que pasa. Mis preguntas se las ha hecho ella doscientas veces, desvelada. Y que Dios quiera que llueva, que su hija mayor interrumpió la secundaria porque no hay plata, porque no llovió, porque no salieron los frijoles. Se le quebró el futuro. Y ahí anda la muchachita limpiando casas, la que valía para estudiar. Ay, Señor. Bueno -me dice- por lo menos han venido ustedes, para que nos recuerden, para que no nos olviden.
Almudena dijo
Por lo que leo Ricardo y, aunque tú ya lo sabes, leyendo tu artículo me lleva a hacer una reflexión: vivimos en dos realidades tan distintas que no es justo que haya tantas diferencias entre unos y otros siendo exactamente iguales.
Idoya dijo
Duro, muy duro. Intentaremos no olvidarnos de ellas y de ellos.
Carlos González herrero dijo
Y todavía hay gente que no entiende el porqué de una respuesta social contundente a este mundo que nos han fabricado intereses económicos.. Nuestra obligación es intentar cambiarlo, dignificar un poquitito a la gente. Entre todos, podemos.