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De Madrid a Toko-Toko

    lunes 9.feb.2015    por Santiago Riesco    0 Comentarios


01CarreterasSenegal-2Dos días de viaje, así dicho, parece nada: dosdiasdeviaje. Ahora bien. Son dos días completos de ir y venir, de pasar del invierno ibérico a la estación seca beninesa, del frío extremo al calor más insoportable, de las comodidades de tu casa, a la improvisación de estar en camino. Y el cuerpo tarda en adaptarse y regular –a base de mucho sudor- el termostato que lo haga funcionar con normalidad.
El vuelo a Bruselas fue muy de funcionario europeo. Madrugador, neutro, sin desayuno a bordo, rápido y casi inexistente. Un viaje intrascendente. Como la política continental. Lo único reseñable es que no hubo nada que reseñar.
De la espera en el aeropuerto, también poco que contar. Bueno sí, que no fue tan pesado como cabía esperar. Entre el café con sobremesa que casi empalmamos con el aperitivo adelantado, se nos pasó el tiempo así, sin más.
El vuelo a Cotonou, muy cómodo. Avión grande. Pocos viajeros. La comida, sorprendentemente aceptable. La televisión individual y las películas dobladas en español real. Con zetas, con ces. Increíble.
El palizón de Cotonou a Toko-Toko merece un capítulo aparte. El padre Juan José Tenías, Juanjo, se puso al volante y desde las siete y media de la mañana hasta las siete y media de la tarde sólo paró para que comiésemos arroz picante con pollo ciclista en un bar africano de carretera. Y para repostar poco antes de llegar. Hay que tener el depósito siempre lleno en Toko-Toko, por lo que pueda pasar.
La carretera está asfaltada en su totalidad si no tenemos en cuenta los trozos que se han ido comiendo las ruedas de los camiones. De modo que la conducción tiene una característica peculiar. Puedes ir a ochenta por hora y, de repente, reducir hasta casi parar con el fin de sortear un bache. Aunque no siempre se logre. Esto me ha servido para descubrir una nueva función del cinturón de seguridad. Creo que jamás lo había usado tanto. Muy buen invento para las carreteras beninesas en las que pasas de cuarta a primera pisando el freno con energía para que el bache no reviente los amortiguadores y evitar así salir disparados atravesando el techo. Por lo demás, llegamos sin atropellar a ningún peatón (y puedo asegurar que los había, y muchos), sin atropellar a ninguna vaca, tampoco pillamos cabras, ni gallinas. Ni siquiera de las de Guinea. Un grupo de patos se salvó por los pelos. Los ciclistas también salieron ilesos, al igual que los cientos de miles de motoristas que en solitario, en parejas, en tríos o en número superior, conducen estos vehículos de dos ruedas –con o sin casco- para todo tipo de desplazamientos, portes y mudanzas. Ninguna colisión. Con nosotros, digo.
La carretera, asfaltada en su casi totalidad –a excepción, insisto, de los boquetes que se suceden en el firme con firmeza- es de doble dirección. En muchos tramos cuenta con señalización vertical y hasta con pintura en el asfalto para indicar por donde debe ir cada uno y si está permitido adelantar. Aunque aquí el tema señales es más bien orientativo. La conducción es muy intuitiva. E intimidatoria. Si el camión viene de frente, lo mejor es frenar o echarte al lado. La moto hará lo propio si viene un coche. La bici si viene una moto y el peatón si viene una bici. En caso de camión peatón y demás combinaciones el sistema de preferencias utilizado es de fácil aplicación.
Y aquí estamos. Dos días después. En Toko-Toko. Que tiene carretera aunque aún no ha llegado la luz y funcionemos con placas solares. Que tiene carretera aunque el agua sea de pozo bombeada a un depósito. Que tiene carretera pero sólo cuenta con una televisión para los tres mil habitantes del pueblo. Que tiene carretera pero no tiene internet para comunicarse con el mundo sin baches. Y que, aunque tiene unos misioneros excepcionales, es de mayoría musulmana. Aquí andamos, después de 48 horas a 48 grados. Y no es broma.

Santiago Riesco    9.feb.2015 11:35    

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