Yo vi cómo "resucita" monseñor Romero
martes 24.mar.2015 por Ricardo Olmedo 1 Comentarios
Estaba en la plaza de la catedral. La del mosaico de Llort que un obispo mandó destrozar en mala hora. El asunto iba de mártires, iba de testimonios de fe, iba de vidas entregadas hasta el final. La noche anterior participé de la vigilia en la UCA en recuerdo de Ellacuría y los demás jesuitas. Iglesia latinoamericana ensangrentada, torturada, martirizada. Años ochenta, años noventa, años de plomo, años de persecución. Ambiente espeso de emociones.
Estaba en esa plaza grabando un reportaje de los nuestros. La idea: que eso de los mártires no es cosa de antiguos libros piadosos. Dibujos de santos con la mirada perdida y la palma del martirio en la mano. ¡Qué va! Es mucho más serio y actual de lo que algunos piensan.
En esto, un hombre se nos acercó, preguntó lo que hacíamos y me contó: "sabe que monseñor dijo que si lo mataban resucitaría en el pueblo salvadoreño. Pues sigue bien vivo y a mí me salvó la vida después de perder la suya”.
Aquel hombre comenzó a sollozar, le temblaba la voz, pero tenía que contármelo, necesitaba contármelo: “llovía a cántaros, yo estaba semidesnudo delante de un pelotón de fusilamiento. Mi único delito había sido creer en el Dios de la vida, el que no nos deja abandonados a los pobres, el que quiere que vivamos con dignidad. Y eso yo lo decía en mi parroquia porque era catequista. Por eso me detuvieron. Decían que era subversivo. Esa noche, tirado sobre el barro y con mi nuca a un metro del arma de quien me iba a matar, me acordé de monseñor. Le pedí que me salvara. Y entonces sentí el "clic" de la pistola. Se le había encasquillado el arma. Seguía lloviendo. El soldado, disgustado, me dio un puntapié y me dijo que había tenido mucha suerte porque jamás había fallado su pistolón. Que eso, a lo mejor, significaba algo. Que no me quería ver más. Que me fuera a mi casa".
Hoy hace 35 años de aquel día que otra pistola no falló y monseñor Romero se desplomó sobre el altar. Ese 24 de marzo comenzó un proceso de canonización popular que ha hecho suyo Francisco, el Papa de tierras americanas. El pueblo y el Papa nos ponen como ejemplo a un hombre cuya fe lo llevó a donde ya sabemos aunque no tenía ninguna gana de que lo mataran. Tenía todo el miedo que cabe esperar de un hombre de carne y hueso. Me lo había contado la madre Lucita, la última monja viva que presenció el asesinato: “una mañana, cuando monseñor vino a desayunar, traía dos grandes aguacates. Habían caído esa noche del árbol sobre el tejado de su casita. Asustado por el estruendo, saltó de la cama y se puso en guardia. Pensaba –nos dijo con una sonrisa- que ya venían por mí, que había llegado mi hora”.
Aquella desconcertante y atrevida profecía se sigue cumpliendo: ha resucitado en el pueblo salvadoreño.
Yanka dijo
Monseñor Oscar Romero, HOY también hace el llamamiento al régimen chavista, a los colectivos tupamaros, a la Guardia venezolana bolivariana de #SOSVenezuela y a México #Ayotzinapa:
"Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejercito y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que da un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice “No matar”. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado… La iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, LES SUPLICO, LES RUEGO, LES ORDENO en nombre de Dios: ¡CESE LA REPRESIÓN!”.