La fuerza de los mártires
martes 2.jun.2015 por Ricardo Olmedo 2 Comentarios
Cuando en julio de 1987 un grupo de tagaeris mató al obispo Alejandro Labaka y a la hermana Inés Arango la historia se quebró para siempre en este rincón de la Amazonía ecuatoriana: el Vicariato de Aguarico. La muerte del misionero español y la misionera colombiana, alanceados por los nativos en un rincón de esta selva, entre los ríos Tigüino y Cachiyacu, ha dejado una profunda huella en el hacer y el ser de esta Iglesia misionera de Ecuador.
El avance imparable de las petroleras, que tenían decidido llegar hasta el territorio de esos grupos indígenas y entrar a saco, motivó al obispo Labaka a contactar con ellos. "Si no vamos nosotros, los matan a ellos", había dicho este misionero vasco. Su martirio conmovió e impactó de tal manera que se pararon los planes de la petrolera y comenzó a pensarse en delimitar y proteger esas tierras donde vivían los tagaeri y otros grupos.
Si la defensa de los derechos de los más pobres, es decir de los nativos, fue santo y seña de los misioneros en Aguarico, tras la muerte de Labaka se quedó grabada ya para siempre en el espíritu de esta peculiar misión a orillas del gran río Napo. Y la causa indígena sigue viva. Lo hemos podido ver estos días en el trabajo de la Fundación Labaka que pone especial énfasis en la defensa de los derechos de los indígenas y en la divulgación de su realidad.
Cuando se sabe de la existencia de grupos nativos en aislamiento, lo primero que se hace es advertir de esa presencia. Los misioneros lo hacen porque el hecho de que se sepa que están hace más difícil que los exterminen. Así de sencillo. Solo la selva esconde el secreto de tantos pueblos que han sido barridos de la faz de esta Amazonía.
Los tiempos no son fáciles para la selva y sus habitantes. "Todos vinieron a sacar cosas de la selva. Nosotros vinimos a sembrar en la selva", me dice el misionero soriano Jesús García. Y siguen en ello. A muchos kilómetros río Pastaza abajo mantienen un estupendo hospital; en Coca tienen varias obras y en los puestos de misión continúan con su presencia dando vida y compartiendo vida con nativos y colonos. Y lo hacen con una fuerza y una constancia asombrosas. Como si la alegría del Evangelio se reforzara con el recuerdo de los mártires.
jose suarez huerta dijo
Impresionante la labor de los misioneros en esos países. Co siempre una crónica impecable. Besos malagueños para todos.
Idoya dijo
Un poco tarde para comentar, lo sé. Me gusta mucho esta historia, me encantó oírla, pero leerla permite apreciar pequeños detalles que a veces se pierden en una conversación. Bs.