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Brasil: Allá que vamos

    miércoles 23.sep.2015    por Santiago Riesco    0 Comentarios

Mapa-do-brasil

El sábado 26, de madrugada, salgo otra vez hacia Brasil. Será mi tercer viaje a este gran país, tan grande como 17 Españas. En esta ocasión visitaré los estados de Pernambuco, Paraíba y Matogrosso. Durante dos semanas trataremos de grabar y recoger todas las historias de esperanza que ha generado la solidaridad española a través de distintos proyectos de Manos Unidas.

En Pernambuco volveremos a grabar con los niños de la calle en los canales de Recife. Hace diez años que hicimos con ellos el reportaje "Las calles de los sueños rotos", hoy pretendemos localizar a alguno de los protagonistas de aquel documental para ver cómo les ha ido la vida una década después. Todavía en el estado de Pernambuco, a unas horas de carretera, conoceremos la realidad de las mujeres afrodescendientes y el círculo de la esclavitud ligado a la actividad de la harina de mandioca. Pero, sobre todo, trataremos de mostrar cómo es posible romper esta inercia de abuelas, madres e hijas que entran a raspar la mandioca desde muy niñas sin poder optar a otra forma de vida y sin ningún derecho laboral. Grabaremos las cooperativas de generación de renta en el ámbito rural de Santo Antao, en Vitória. Ahora las mujeres elaboran bizcochos, tartas y dulces que venden en ferias y tiendas de toda la comarca.

Semiárido

En el vecino estado de Paraíba nos empaparemos del programa que Cáritas Nordestina ha puesto en marcha para convivir con el sertao, con la caatinga, con esa gran y desconocida sabana brasileira del semiárido. Una extensión equivalente a dos Españas donde las lluvias son escasas e irregulares. Donde, si no fuera por el proyecto "Raízes" en el que colabora Manos Unidas, la gente y el ganado acabarían muriendo de sed. Especialmente este año, el más seco desde que se tienen registros pluviométricos. Los depósitos domésticos para el consumo de agua potable, los pequeños embalses para regar los huertos, el cuidado del ganado, los bancos de semillas, la cultura del semiárido... también fueron objeto de uno de nuestros reportajes hace una década. Ahora volvemos a ver cómo ha evolucionado aquello que contábamos en "Caatinga, el desierto brasileño".

El estado de Mato Grosso es el tercer estado al que llegaremos con nuestras cámaras para contar historias de esperanza en medio del dolor. Para llegar tendremos que coger dos vuelos de línea regular (Recife-Brasilia y Brasilia-Cuiabá) para recorrer los 3.173 kilómetros que separan estas ciudades. En Cuiabá subiremos a una avioneta que nos llevará hasta la población que será nuestro campamento base en esta segunda semana de rodaje: Sao Felix de Araguaia. Aquí tenemos previsto encontrarnos con la obra de dom Pedro Casaldáliga. Trataremos de captar el espíritu evangélico que ha llevado a luchar por los derechos de los últimos: los campesinos y los indígenas que pretenden cultivar con respeto la tierra frente a las grandes empresas dedicadas al monocultivo y los grandes propietarios dispuestos a arrasar con todo para criar sus miles de cabezas de ganado.

Indígenas Xavante

La última parada será, si Dios quiere, a cuatro horas de Sao Félix de Araguaia, con el pueblo indígena Xavante. Esta historia merece que me extienda un poco más.

Los Xavante fueron contactados en 1950 en la época de la expansión agropecuaria en la Amazonía. Fueron expulsados de su tierra durante 38 años. En este tiempo la mitad del pueblo Xavante murió. Sus tierras fueron ocupadas, durante estas cuatro décadas, por la mayor hacienda de ganado de América Latina, la Suiá-Missu, con 400.000 cabezas de ganado en una extensión de un millón de hectáreas. En 1992, en la Conferencia del Clima celebrada en Río de Janeiro, la empresa italiana AGIP, propietaria de la hacienda, declaró su voluntad de devolver la tierra a los dueños legítimos, los Xavante. Seis años después, el Estado brasileño, por medio de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI) reconoció la propiedad de los Xavante sobre estas tierras. En 2004 consiguieron recuperar un 15% de su territorio, aunque destrozado. En 2012, y con ayuda de Manos Unidas, los Xavante consiguieron la total expulsión de los invasores que vivían y esquilmaban su territorio indígena. Actualmente tratan de recuperar la naturaleza destrozada, su cultura y su modo de vida. El pueblo Xavante está formado por 960 individuos que, todavía, viven un un solo poblado. El poblado en el que nos recibirán y donde nos contarán su historia para que os la contemos a vosotros.

Si los desplazamientos y el wifi nos repetan, trataremos de contaros lo que nos vamos encontrando.

Seguimos en contacto.

 

Santiago Riesco   23.sep.2015 17:24    

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