En Chad, con un espía a cuestas
jueves 30.mar.2017 por Ricardo Olmedo 0 Comentarios
“Aquí, los que levantan la voz desaparecen. De repente, una mañana van a trabajar al campo y ya no vuelven. No se sabe más de ellos. Hay que tener cuidado”, me cuenta un misionero bajo el sofocante calor del mediodía en un lugar innombrable del sur de Chad. Y no doy nombres, ni del lugar ni del misionero, porque las cosas se han puesto muy serias en ese país africano. Yo ya estoy de vuelta pero allí se ha quedado gente cuyo único objetivo es seguir luchando junto a los chadianos por mejorar sus vidas. Y eso se acepta siempre y cuando no se discutan las maniobras del régimen chadiano.
Ha sido muy difícil este segundo viaje a las profundidades de Chad. Por un momento creí que iba a ser imposible: un rosario de visitas a oficinas gubernamentales y comisarías me hizo pensar lo peor. Al final, optaron por empotrarnos un funcionario que fue nuestra sombra durante todo el rodaje. Con el cándido argumento de que era “por nuestra seguridad”.
El personaje en cuestión iba apuntando con detalle con quién me entrevistaba y dónde lo hacía, además de hablar luego con ellos. Imagino que para saber algo más de lo que habíamos hablado. El espía que surgió del calor mostró a ratos su nerviosismo: me di cuenta que, a su vez, era espiado por algún agente local para comprobar si estaba cumpliendo su papel de controlador de periodistas extranjeros. Asunto bien serio, pues esos días pillaron a un colega alemán sin los permisos correspondientes y dieron orden de detenerlo.
No tiene ganas el gobierno chadiano de que nadie ande por ahí contando cosas. El actual presidente, que lleva 26 años en el poder, se aseguró de ganar las elecciones del año pasado con un método infalible: metió en prisión a los líderes de la oposición unas semanas antes. Mientras, el régimen recibe dólares a espuertas para hacer de muro de contención militar al terrorismo yihadista del otro lado del lago Chad y del norte de Camerún. Además de no olvidar el flanco suroeste: Sudán y Centroáfrica. El problema es el reparto con criterios tribales que se hace de ese dinero.
El año pasado hubo varios intentos de canalizar el descontento social pero la oposición tiene poca fuerza. Quizá esta sea la última legislatura del actual presidente. Mientras, la población de uno de los países a la cola del desarrollo sigue sufriendo los efectos brutales del cambio climático, las últimas cosechas van de mal en peor y, cuando llegan las lluvias, la malaria vuelve a hacer sus estragos entre la gente más debilitada, que es la mayoría.