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Que se lo pregunten a Rebecca

    viernes 6.oct.2017    por Ricardo Olmedo    0 Comentarios

IMG_1713El lago Turkana es una esmeralda alargada y enigmática rodeada de la tierra reseca del norte de Kenia. Donde habitan los turkana, los samburu, los rendile, los borana, los gabra… nombres que quedan detenidos en el aire caliente del lugar. Pueblos hondos en un África por el que los turistas aún no pisotean. Cómo estarán de perdidos y de mal para que las agencias del safari y la foto de catálogo aún no hayan puesto sus garras por allí. Que se lo pregunten a Rebecca.

Hasta allí he llegado para ver y contar lo que está pasando desde hace varios años. Una sorda tragedia que no atraviesa la frontera mediática, que no suena más allá de estos áridos parajes del Turkana…porque la lluvia que no cae no hace ruido, porque el hambre siempre fue silenciosa. Y lo sigue siendo.  Que se lo pregunten a Rebecca.

En este lugar donde lo único que se puede cultivar es la paciencia, los pueblos son seminómadas que viven del pastoreo. Por los pedregales, envueltos en la neblina del calor, los jóvenes turkana llevan sus rebaños de cabras y alguna vaca, buscando briznas de hierba, espejismos verdes,  y llevándolos a beber a orillas del lago. Pero cada vez hay menos ganado. Que se lo pregunten a Rebecca.

Los animales se están muriendo porque no llueve desde hace varios años. Y ni una sola gota ha caído desde agosto del 2016. Lo que se dice ni una puñetera gota. La situación ha llegado a tal punto que los misioneros de la Consolata decidieron pedir a Manos Unidas que mandase una ayuda de emergencia. Que esta vez no pedían para hacer colegios, ni hospitales, ni proyectos de desarrollo. Que esta vez pedían para que la gente pueda comer algo. Porque el hambre ya está haciendo agujeros negros en el estómago. Que se lo pregunten a Rebecca.

La ayuda ha llegado y en diez misiones se está repartiendo alimento: maíz, judías, arroz, azúcar, sal y aceite. He visto estos repartos en la orilla sureste del lago, en Komote Village y en Loiyangalani. Y allí está también la hermana María Bernarda, una italiana que estuvo 27 años en Somalia, y que se fue de allí cuando asesinaron a su compañera sor Leonella en Mogadiscio. Bueno, pues María Bernarda ha abierto un aula en su guardería para atender más de cincuenta niños y niñas que antes comían y que ahora las familias los mandan a la escuela…porque allí al menos se alimentan. Y Meshack, el enfermero del ambulatorio de la misión, me cuenta que esto ya es demasiado, que la gente es muy resistente pero, claro, todo tiene un límite. Que se lo pregunten a Rebecca.

Y yo me he quedado con las ganas de preguntárselo a Rebecca. Porque he llegado tarde. Porque lo único que he podido hacer es acompañar a su familia mientras el padre Stephen le daba la extremaunción. Alrededor de la mujer moribunda, una pequeña nube de niños participaba del rito con la mayor naturalidad, con la misma que las hijas de Rebecca rezaban en su lengua y luego cantaban mientras Stephen le hacía la señal de la cruz en las manos y en el pecho. Rebecca tiene muchos años y lleva muchos meses sin comer. Y todo tiene un límite. Comenzando por la vida.

Ricardo Olmedo    6.oct.2017 22:50    

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