El papa Francisco, un nuevo apaktone
jueves 18.ene.2018 por Ricardo Olmedo 2 Comentarios
La inquebrantable voluntad de aquel hombre por llegar hasta los últimos rincones de la selva le llevó, surcando el río Colorado, a querer contactar con un grupo nativo mítico por su hostilidad: los amarakairis. Se produjo un encuentro tenso, le quitaron casi todas sus ropas y cuando, lanza en mano, preguntaron por su identidad, uno de sus acompañantes nativos le defendió: “no le hagan nada es mi apak tone” Es decir, mi papá anciano. Desde aquel día, todo el mundo comenzó a llamar así a aquel hombre, que se ganó el cariño y el respeto de los pueblos indígenas de ese rincón de la selva amazónica peruana.
Hablo de José Álvarez, el Apaktone, cuya vida conté en este reportaje y del que me acuerdo ahora que el papa Francisco va a visitar esas tierras y a encontrarse con los pueblos indígenas.
José Álvarez llegó al sur de la Amazonía peruana en 1917 y estuvo en ella durante algo más de 50 largos años. La vida de este dominico asturiano es una epopeya por las condiciones en las que transcurrió, marcadas por los duros inicios de la misión. Álvarez recorrió incansablemente los ríos de esa región para encontrarse con las poblaciones nativas. Dejó escrito cómo lo hacía: “con una confianza ilimitada en Dios y con una paciencia aniquiladora con los hijos de la selva”.
Lo tuvo muy difícil. Hay que tener en cuenta que los misioneros llegaron en los años finales de la explotación cauchera que persiguió, esclavizó y diezmó a los pueblos indígenas. Era lógico, por tanto, la actitud huidiza o agresiva de estos ante cualquier presencia extranjera. De hecho, dos compañeros de Álvarez fueron asesinados por huarayos e iñaparis. En ese tiempo, los grupos nativos carecían de cualquier derecho y Álvarez, junto a los demás misioneros, se dejaron la vida en reivindicar la dignidad de los pueblos amazónicos.
Así lo cuenta el mítico misionero: “fue tal el asombro que les causó al verme, a mí, solo entre ellos, hablándoles en su lengua, que logré lo que nadie había soñado: calmar odios, allanar miles de dificultades”.
José Álvarez murió en Lima en 1970 y hace diez años se abrió el proceso de canonización. Un compañero dominico dejó por escrito la clave para entender los logros del Apaktone: “la fuerza evangelizadora del amor es incontenible y siempre llega al corazón libre del ser humano”.
El papa Francisco, con sus 81 años y un siglo más tarde, llega al mismo lugar donde el Apaktone y una larguísima lista de misioneros españoles se dejaron la vida. En estos años, Francisco ha asumido claramente, y en profundidad, la defensa de colectivos que ven pisoteados sus derechos. Entre ellos, los pueblos indígenas, cuyas aspiraciones se reflejan en la Laudato Si. Poco después de su publicación, en un encuentro continental celebrado en Chiapas, representantes de organizaciones indígenas, campesinas y ambientalistas, decían alto y claro que esa encíclica de Francisco “se suma a la reivindicación histórica, cultural y espiritual de los pueblos (…) como sujetos de nuestro destino con la Madre Tierra como espacio sagrado y para la humanidad."
Rogelio Cuesta dijo
En los década de los 50 en la escuela apostólica de Cardedeu, Barcelona, conocí por primera vez al Padre José Alvarez. Llegó par hablarnos de las misiones y especialmente de los Machiguengas. Fue una experiencia inolvidable. Sus relatos golpearon nuestra imaginación y nos cautivó de una manera indescriptible. Muchas vocaciones misioneras nacieron allí. Años más tarde volví como seglar a la selva y experimenté con mis propios ojos ls obra sobrehumana que empezó. Mil gracias por poder recordar la aventura de este gran hombre.
Rogelio Cuesta dijo
En los década de los 50 en la escuela apostólica de Cardedeu, Barcelona, conocí por primera vez al Padre José Alvarez. Llegó par hablarnos de las misiones y especialmente de los Machiguengas. Fue una experiencia inolvidable. Sus relatos golpearon nuestra imaginación y nos cautivó de una manera indescriptible. Muchas vocaciones misioneras nacieron allí. Años más tarde volví como seglar a la selva y experimenté con mis propios ojos laobra sobrehumana que empezó. Mil gracias por poder recordar la aventura de este gran hombre.