El Papa Francisco, rodeado de jóvenes agustinos recoletos en Buenos Aires, Argentina.
El 13 de marzo de 20013 la fumata blanca vaticana auguraba el “mágnum gaudium nuntio vobis” de la elección del cardenal Jorge Mario Begoglio, arzobispo de Buenos Aires, como sucesor de Benedicto XVI, con el nombre de Francisco.
Llegar a la gran isla de Marajó, en la desembocadura del Amazonas, es toda una aventura. Nuestra grabación ha comenzado en la localidad brasileira de Salvaterra. Salimos el lunes, 14 de mayo, desde Madrid en avión hasta Lisboa (55 minutos), otro avión hasta Fortaleza (7 horas y media) y un tercer despegue com su correspondiente aterrizaje hasta Belen, en el Estado de Pará (2 horas más). Allí embarcamos para cubrir los 65 kilómetros de río Amazonas que nos separaban del puerto más cercano a Salvaterra (3 horitas de barco). En el puerto nos recoge una furgoneta y recorremos los 40 kilómetros hasta nuestro primer destino en media hora. Llegamos a las diez de la manyana del 15 de mayo (con cinco horas más en Madrid) y nuestro cuerpo tiene las tres de la tarde y una noche sin dormir.
Los agustinos recoletos nos reciben con los brazos abiertos y comenzamos nuestra grabación en el Centro Comunitario, las comunidades del interior, la moto, la bicicleta, el coche, un transbordador que cruza otro inmenso río que apenas es un canal de la desembocadura del imponente Amazonas.
Los misioneros son españoles. Tres sacerdotes que superan los 70 años de edad y que se han dejado la vida en esta tierra por los más pobres. Pedro, Salvador y Cleto recuerdan el naufragio del año 1981 en el que uno de sus Hermanos perdió la vida salvando las de los demás. Visitamos el lugar del hundimiento, el monumento que recuerda las 40 almas que se trago el Amazonas, el cementerio donde descansan los restos mortales de Fr. Román...
Al día siguiente, ya 16 de mayo, nos muestran la riqueza de la flora y la fauna. Grabamos manadas de búfalos bañándose en las inmensas charcas que han dejado las ultimas lluvias. Árboles repletos de murciélagos, troncos de formas imposibles, manglares, pantanos y ciénagas en las que podría vivir Sreck, garzas, cobras, cangrejos y los vistosos y espectaculares guarás. Unas aves de un intenso y fosforescente plumaje rojo que se alimentan de cangrejos y marisco.
Hoy hemos regresado a Belén (otras tres horas de barco sobre la desembocadura del río más inmenso y chocolateado imaginable) para esta noche volver a embarcar. Serán 11 horas de barco para llegar a Breves y Portel, otras dos ciudades de la islã de Marajõ donde los agustinos recoletos llevan casi un siglo promovendo la justicia, la dignidad y proclamando la Palabra de Dios.
Acompanyamos a su obispo, el navarro José Luis Azcona. Un héroe anónimo que vive cerca del Pueblo y en contacto directo con Dios.
Sus denuncias sobre el tráfico de personas para la prostitución em Europa, el tráfico de armas, el de drogas, la depredación de los recursos naturales y otras causas a favor de los más vulnerables le han valido varias amenazas de muerte. Viaja sin escolta. Solo. Encomendándose a Dios. Sabiendo que en cualquier rincón de la selva le pueden ametrallar, que en las calles donde se encuentra con su gente, le pueden eliminar. Pero esta es otra historia que os contaremos cuando volvamos a tener conexión a internet y los misioneros nos presten su ordenador.
Tiene 86 años, tieso y enjuto como una caña de azúcar de las que crecen en estos lugares. Cuelga de su hombro su inseparable machete, el que llevan todos los campesinos del interior. Usa el sombrero claro y las gafas oscuras. Cuando entra en algún sitio se destoca pero las gafas, ni tocarlas. Estos días anda pachucho: hace poco que unos maleantes le dieron una paliza y le dejaron el cuerpo molido a palos. "Parece que los golpes están madurando", me dice, aunque sigue trabajando la milpa y disfruta viendo cómo crece el maíz dorado por este sol salvadoreño.
Don Lázaro no fue nunca a la escuela...hasta hoy. Hoy ha acudido a la inauguración del colegio del poblado de El Mirador, en las afueras de Santa Ana. Y ha pasado allí toda la mañana rodeado de niños y de padres que han venido a la fiesta. Por fin, los niños de El Mirador tienen una escuela digna y han dejado atrás el indigno chamizo de chapa y barro donde estudiaban entre el polvo de la carretera y el asfixiante calor de aquellas aulas. El terreno donde se levanta la nueva construcción lo donó don Lázaro cuando se lo pidieron los responsables de la nueva obra. Y hoy hubo fiesta grande en el cantón, con caldo y gallina india incluida.
Hace un par de años, los maristas que subían a echar una mano con una campaña de salud escolar y de formación de padres vieron la situación de la vieja escuela. Hicieron un proyecto y pidieron fondos para llevarlo a cabo. En España, la ong SED se hizo cargo del asunto, consiguió financiación y la nueva escuela, ventilada, amplia, digna, ya es una realidad. Un centenar de niños ya disfrutan del cole y la alegría en la comunidad campesina es evidente.
Todavía queda mucho por hacer en El Salvador. Todavía hay demasiados niños intentando estudiar en lamentables condiciones en los poblados del interior. La cooperación internacional no arregla países pero es un medio eficaz cuando ponemos la lupa en aquellos lugares donde se hace bien: hay muchas vidas que indudablemente mejoran. Que se lo pregunten a los niños de El Mirador, que se lo pregunten a don Lázaro.
Podría escribir de los 27.000 pandilleros (cuatro veces más que policías) que mantienen a la gente de este país recluida en el miedo y en el terror. Pero prefiero hacerlo de Christian, que tiene 17 años, la edad a la que muchos mareros ya están muertos. Christian ha conseguido centrarse, dejar de tontear por las calles y estudiar. Ahora me lo dice sonriendo, sabedor de que cada paso que da en la buena dirección es un pequeño triunfo en medio de Soyapango.
Podría escribir más de Soyapango, uno de los municipios de El Salvador con mayores índices de delicuencia, de homicidios, del horror de la violencia. Pero prefiero hacerlo de Rosana, una chica alegre y llena de vida que no deja de soñar con llegar a la universidad, con ayudar a su familia. Rosana le echa una mano a su madre en el mercado de Soyapango. Su madre es una de las muchas vendedoras que pueblan este asfixiante mercado donde las mujeres atienden todos los puestos.
Podría escribir del sufrimiento de estas mujeres, madres sin esposos, que se levantan a las cuatro de la mañana y no terminan el trabajo hasta las diez o las once de la noche. Pero prefiero hacerlo de Magdalena, que gana 10 escuálidos dólares al día haciendo tortillas en el mercado, que saca adelante a sus tres hijos con el sudor de su frente: diez horas de pie a treinta grados. Por la tarde, además, tiene el coraje de ir a estudiar bachillerato porque tiene unas ganas inmensas de aprender, de mejorar en la vida y de ayudar a otras mujeres.
Podría escribir de la explotación que sufren muchas de esas mujeres, extorsionadas por los pandilleros o de cuyo trabajo se aprovechan los usureros que les dan pequeños préstamos. Pero prefiero hacerlo de la cooperativa que preside Magdalena: 59 mujeres unidas que reciben microcréditos y que pueden comprar la materia prima, que pueden mejorar su puestecito, que pueden respirar un poco sabiendo que el interés que pagan es simbólico y ganan un dinerito para sus hijos.
Podría hablar de los problemas de esos hijos, de los miles de hijos de las miles de vendedoras informales que llenan las calles y los mercados de El Salvador. Pero prefiero hacerlo de Mario, que va a un centro infantil pensado para que los más pequeños, los que aún no van al cole, no tengan que criarse en esos mercados sucios y agobiantes donde trabajan sus madres desde el amanecer hasta el ocaso.
Podría hablar del ocaso. Si me pusiera pesimista hablaría del ocaso de un país asfixiado por la violencia callejera y del narco y por la omisión de unos políticos que miran para otro lado junto con una oligarquía que mira desde arriba lo que sucede aquí abajo sin que a ellos le salpique. Pero prefiero hablar de Marisa de Martínez, una mujer luchadora donde las haya. Metida en mil y un comités y asociaciones. Lúcida activista por los derechos humanos, cristiana comprometida con los más pobres. Marisa promovió CINDE, una asociación que trabaja por la educación de los niños de barrios marginales y por la promoción y formación de las madres de esos pequeños. Marisa sueña con un país libre de violencia y con unos jóvenes dispuestos a construir una nueva sociedad. Desde España, muchos le ayudan, entre otros los maristas a través de su ong SED.
Podría hablar también de reformas laborales, de extraños convenios, de la situación particular de nuestra TVE. Pero prefiero hacerlo de Roberto, Sergio y Alberto, los que forman el equipo que me acompaña. Profesionales de una pieza, que están siempre a la altura de las más complejas situaciones, que no les tiembla el pulso cuando hay que pisar la tierra movediza de la pobreza y la violencia. Son gente que creen en una televisión digna, de servicio público y de calidad. Compañeros que me ayudan siempre para que pueda contar en Pueblo de Dios estas historias, las historias de quienes luchan por mejorar la vida de otros, las historias de vidas entregadas al límite, las historias que merecen la pena ser contadas, historias que nos siguen llenando de esperanza.
Eduvigis tiene 5 hijos, 38 años y demasiada angustia encima. El padre de las criaturas la dejó por otra mujer más joven y...si te vi, no me acuerdo. Ella tiene que "curilear", es decir, mariscar curiles -una especie de almeja- en el fango de la playa de La Pirraya. Se destroza los pies entre las raíces de los manglares y los mosquitos se ceban en ella. 60 curiles igual a 2 dólares. Dos miserables dólares que no le dan ni para respirar. Su hija mayor no va a la escuela porque tiene que ayudar a su madre a sacar adelante al resto de sus hermanos.
Me entero de la vida de las gentes de la Pirraya porque nos ha llevado allí esta mañana Javier Villasur. Este hermano marista conoció a la gente de la Pirraya porque le llevaron a visitar esta zona y vió lo que vió. Y Javier, inquieto hasta decir basta, desde entonces busca sus ratos y sus desvelos para echar una mano a esa pequeña comunidad. La Pirraya es una paradisíaca isla desierta, al final del canal de Puerto Parada, donde desemboca al mar el río Juana. Hasta 1982 allí no había nadie, entonces varias familias que huían de la guerra, que no querían ni al ejército ni a la guerrilla, se asentaron allí. Y empezaron una nueva aventura rodeados de agua por todas partes. Lo que vió Javier y aún se ve es una población que vive con lo mínimo, con lo poco que sacan del mar y con la dificultad del coste que conlleva vivir en una isla. Trescientas familias que malviven de la pesca y de la generosidad del mar. Javier se dio cuenta del problema que tenían los jóvenes estudiantes: cuando acaban la primaria tienen que ir a tierra firme si quieren seguir estudiando. Muchos lo dejaban porque no podían pagar los tres dólares diarios que cuesta el viaje. Lo pensó y financió gracias a la ong SED una barca que recoge a los alumnos de la Pirraya y de otras comunidades y los lleva a Puerto Parada, donde pueden seguir estudiando hasta el bachillerato.
Hoy hemos navegado por esos canales y por la bahía que se abre al Pacífico, lo mismo que se abren las mentes de los chavales que siguen estudiando gracias a la idea de Javier. Es la única manera. Sin educación no hay desarrollo. Ni siquiera en La Pirraya, un auténtico paraíso: el paraíso de los pobres.
"Nuestro trabajo es a largo plazo, no se trata de un proyecto que se levanta en unos meses y se hace la foto para que todos vean lo bien que salió". Me lo dice el hermano marista Jesús Balmaseda en los pasillos del Instituto Tecnológico K´iche´en Chichicastenango, en el corazón de Guatemala. Me habla de lo importante que son las ayudas que reciben de SED, la ong de los Maristas en España. Gracias a la buena gente de SED se pueden becar a muchos alumnos, la mayoría indígenas, que tienen en el centro-internado de los Maristas la única posibilidad de estudiar, la única posibilidad de formarse, de no seguir siendo esos guatemaltecos de segunda división, eternamente esclavos de un sistema que los mantuvo -y los mantiene- al margen.
Balmaseda sabe de lo que habla y lo hace con esa pasión por la educación que destilan los maristas. El día anterior estuvimos en casa de Sebastián, uno de sus alumnos. Sebastián vive en Chumanzana, una comunidad remota, lejos de casi todo y sólo cerca de la pobreza que le rodea. Es el mayor de 10 hermanos, su padre no tuvo suerte con la cosecha de habas este año. El agua no llegó cuando debía y lo perdió todo. Ahora el padre está en la capital vendiendo verduras y cada dos semanas vuelve por Chumanzana. La familia de Sebastián, como todas las demás, pinta cruces en el pequeño silo donde guardan las mazorcas de maíz para protegerlas de los malos espíritus. Sebastián me cuenta que una vez vió a uno de esos malos espíritus que se meten en el cuerpo de algunos animales como los coyotes y aúllan como si fueran personas, malas personas. Sebastián, hijo y nieto del maíz, con sangre maya refrescada en el siglo XXI, estudia mecánica con los maristas. Y se le abren los ojos y se le llena el alma de alegría cuando me cuenta que está muy contento de poder estudiar, que quiere trabajar, ayudar a su familia y abrirse camino en la vida. Me lo dice mientras llovizna en estas tierras altas de Guatemala y el frío entra por los sandalias de sus hermanos pequeños. La madre prepara unos tamales en la cocina de leña donde resuenan sus palabras hermosas pronunciadas en quiché: "quiera Dios que mi Sebastián pueda prosperar". Yo también creo que Dios lo quiere. Y de lo que estoy seguro es que también lo quieren estos maristas que se dejan la piel en el empeño.
No todos los días se cumplen 500 años de algo tan relevante y de tanta trascendencia histórica como la proclamación del famoso sermón de Montesino. Bueno, pues estoy seguro que pocos se harán eco de este asunto. No creo que los medios llenen sus páginas y sus portadas sobre el tema. ¿En clase de ética, de ciudadanía o de religión en las escuelas se enseñará quién fue Montesino y cuál es la relevancia de aquel sermón? Me temo que no.
El domingo es IV Domingo de Adviento, pues un día así de 1511, que era 21 de diciembre, los frailes dominicos de la ciudad de Santo Domingo, en la Isla de la Española, designaron a fray Antón Montesino para que dijera el sermón que habían preparado entre todos. Sabemos todo lo que pasó gracias a un corresponsal de lujo: Bartolomé de las Casas, que lo cuenta con detalle y hasta con gracia.
Si la gesta de Montesino y sus compañeros la hubiesen protagonizado los ingleses, ya tendríamos doscientas series y películas sobre el asunto y en todo el mundo conocerían de quién estamos hablando. Recientemente, sin embargo, han asomado a Montesino al cine: en "También la lluvia", de Iciar Bollaín, las ideas del sermón son base de la película.
Los de Pueblo de Dios también vamos a emitir un reportaje sobre Montesino, pero a nuestra manera. No se trata de un documental para analizar la relevancia del sermón y sus consecuencias en la Historia. Hemos estado en República Dominicana viendo el trabajo de los dominicos y del Secretariado "Selvas Amazónicas", una institución de los dominicos en España que recauda fondos para proyectos educativos y sanitarios. 500 años después de la gesta de la primera comunidad de frailes, los dominicos, la mayoría españoles, siguen muy comprometidos con la realidad de los más pobres. Con ellos hemos bajado a los hoyos de la capital, donde se hacinan cientos de familias, hemos ido a los bateyes donde los haitianos pican la caña como en tiempos de Montesinos, hemos contemplado la realidad de los Almácigos en las afueras de Santiago de los Caballeros.
¿Acaso estos no son hombres? se preguntaba Montesino. Hoy, los dominicos lo siguen preguntando y predicando a quien quiera oírles.
La ong Manos Unidas acaba de enviarnos un correo para confirmar lo que ayer nos adelantaron por teléfono, que el jurado ha decidido premiar uno de nuestros reportajes.
Se trata de la pieza "La aventura del padre Patricio" que grabamos en Honduras y emitimos el pasado 12 de diciembre de 2010. El reportaje cuenta el trabajo de Patricio Larrosa, un sacerdote granadino que se marchó hace 20 años a Honduras. En Tegucigalpa creó ACOES (Asociación Colaboración y Esfuerzo). Miles de niños se están beneficiando de los centros educativos levantados por ACOES. Los barrios marginales de la periferia de Tegucigalpa son un hervidero de problemas sociales, incluidas las violentas maras. El trabajo socioeducativo del equipo de Patricio está dando sus frutos en ese rincón centroamericano. Desde España, muchas instituciones y grupos de voluntarios apoyan el trabajo de Patricio.
El guión del reportaje es de Ricardo Olmedo, la realización de Carlos González, la imagen es de Fernando de Andrés y el sonido de Juan Cabrera. Este mismo equipo aterrizó ayer en Madrid procedente de la República Democrática del Congo donde han estado grabando nuevos reportajes. En la foto aparecen los cuatro junto al padre Patricio Larrosa (en el centro).
Aquí os dejamos parte del correo electrónico que nos ha enviado MANOS UNIDAS para comunicarnos la buena nueva.
En cuanto al concurso de televisión, patrocinado por el Santander, el premio se otorgó al reportaje “La aventura del Padre Patricio” del programa Pueblo de Dios de TVE. El mismo jurado acordó hacer una Mención Especial al reportaje “La mala vida de Jason Pino” del programa En Portada también de TVE. Los miembros del Jurado fueron, además de cuatro personas de Manos Unidas, D. Juan José López Guerrero, D. Jesús Bastante, D. Javier Fariñas y D. Daniel Gala y un representante de la entidad patrocinadora.
La entrega del premio tendrá lugar en el edificio CaixaForum de Madrid (Paseo del Prado) el próximo 29 de junio a las 19:00 horas.
Hemos viajado a Haití para conocer de primera mano cómo está el país año y medio después del terremoto. Y la verdad es que nos hemos llevado una gran sorpresa que podréis ver este domingo en el reportaje que hemos titulado: "El día después del fin del mundo".
Al ver cómo vive la gente y que ninguna infraestructura importante ha sido reconstruida (sólo hemos visto obras en una carretera de acceso a Puerto Príncipe) hay que preguntarse: ¿Dónde están los millones de dólares prometidos por los gobiernos? ¿Qué se ha hecho con el dinero que llegó? ¿Quién se acuerda ya de Haití?
El arzobispo de Puerto Príncipe, Guy Poulard, nos comentaba: "La corrupción existía anteriormente, y eso era una sangría para el país. Pero con el terremoto, lejos de disminuir, la corrupción se ha incrementado".
Está claro que la tragedia puso al mundo en pie de solidaridad. Hubo una gran movilización de personas y organizaciones dispuestas a ayudar a los haitianos. Visto lo visto, la solidaridad a pequeña escala ha sido la más eficaz. El arzobispo lo explica con claridad: "Creo que ha habido demasiadas ongs. Muchas de estas organizaciones llegaron a Haití empujadas por la emoción, pero también algunas han sacado partido de la situación para conseguir dinero. Quiero pensar que estos casos son excepciones".
El terremoto destruyó el 80% de las escuelas del país, la gran mayoría privadas, ya que la enseñanza pública es muy limitada. Casi la mitad de la población es analfabeta. Tras la emergencia, la Iglesia católica y las congregaciones religiosas, con ayuda de ongs como Manos Unidas y Cáritas, emprendieron la construcción de escuelas provisionales para que los alumnos pudieran volver a clase cuanto antes. Se estima que, actualmente, está escolarizada la mitad de la población en edad escolar. El terremoto, además de hacerles perder un curso a los alumnos, ha traumatizado a muchos de ellos.