23 de 35

    miércoles 12.sep.2018    por Ricardo Olmedo    7 Comentarios

Niño InhamingaNo conté casi nada de aquello, cuando nos tirotearon al norte del lago Kivu, en el Congo más bello y hostil. Quizá fueran las tropas de Laurent Nkunda, aquel generalote rebelde y sanguinario. A saber. Pero lo cierto es que ese día, camino de la frontera con Uganda, la historia podría haber acabado muy mal. 23 de 35.

Me callé la peripecia de Brasil, cuando la avioneta que nos llevaba hasta el corazón de la selva se metió de lleno en una tormenta. Aquel papel de fumar con alas comenzó a dar volteretas conmigo dentro hasta que llegó la calma…para mí, no para el piloto que, aterrorizado, comprobó que estaba perdido sobre el inmenso tapiz amazónico. Por fin vio una quebrada que reconoció y pudo enderezar el rumbo hasta nuestro destino. Unos días antes se había extraviado la avioneta de unos universitarios, tragados por la selva. 23 de 35.

Poco dije de lo de Sudán, cuando fuimos al final de la guerra y dormíamos en chozas espantando alacranes, comíamos espaguetis tres veces al día y nos engañaron con un coche sin tracción con el que tardamos veinte horas en recorrer un camino que se hacía en tres y por poco tenemos que pasar la noche – mal asunto- bajo un árbol y no muy lejos de grupos rebeldes. 23 de 35.

No hice mucha literatura de lo de El Salvador, cuando me empeñé en entrevistar a varios mareros y uno de ellos se puso nervioso, muy nervioso, al final de la charla, y sacó un pistolón tamaño XL. O cuando también me empeñé en grabar en uno de los mercados de Soyapango, territorio de los pandilleros de la Salvatrucha, y tuvimos que salir bastante más deprisa de lo que habíamos entrado. 23 de 35.

Tampoco le di mucho carrete a lo de Mozambique, cuando un par de tipos nos estuvieron siguiendo en un coche de forma más que amenazante mientras hacíamos un reportaje sobre niños de la calle que desaparecían y cuyos cadáveres se encontraban después… pero sin riñones o sin hígados, presuntamente destinados al tráfico de órganos. 23 de 35.

A pocos les conté- y menos a mi madre- las fatiguitas que pasamos bajando en coche por la cordillera peruana, ya en ceja de selva, cuando un camionero con malas pulgas nos obligó a pasar por el filo de una curva, asomada una rueda a un barranco de los que no se ve el fondo. 23 de 35.

No hice una novela con aquello de Filipinas, cuando nos llevaban a toda velocidad por las carreteras de una isla del sur del archipiélago, no fuera a ser que los terroristas de Abu Sayyaf se dieran cuenta de que estábamos por allí y aumentaran con nuestros nombres la lista de extranjeros secuestrados. 23 de 35 

Tampoco fue motivo de novela aquella noche en Guatemala, en la que un motorista borracho se incrustó bajo el parachoques de nuestro vehículo y cuando salí me encontré media pierna en el asfalto, un tipo agonizando en el arcén y, a la media hora, había cientos de personas buscando al “culpable” para lincharlo. 23 de 35.

Ahora me vienen a la memoria estas batallitas. Ojo, que también recuerdo muchos, muchísimos buenos ratos. ¿Y por qué ahora? Porque dejo de trabajar en Pueblo de Dios, el programa de TVE donde he estado 23 de los 35 años que tiene este histórico espacio. El motivo es sencillo: viene un nuevo equipo tras la jubilación del director. Y claro, es el momento en que los recuerdos vienen en cascada, muy claros. Con la misma nitidez con la que sé por qué no conté esas historias ni hice de ellas pólvora para fuegos narcisistas. Simplemente, porque no eran relevantes. 

Lo importante, lo que conté y volví a contar, lo que escribí, lo que resalté, de lo que hice algo de literatura y mucho de periodismo fue de esas vidas de película que me encontré por las decenas de países de África, América y Asia que he pisado. Vidas de hombres y mujeres, en su mayoría misioneros y misioneras, que no son héroes ni personajes de cuentos, sino personas que han llegado a una plenitud de humanidad gracias a esa fe que les hizo entregarse incondicionalmente a los que habitan en los abismos de la pobreza, el hambre, la violencia, la esclavitud, la enfermedad…

Y la suerte –inmerecida- fue que esos hombres y mujeres a los que conocí me hicieron mejor persona, aunque en pago tuviera que meterme en esos abismos y mirar a los ojos a quienes viven en ellos y traerme, para siempre, parte de ese dolor con el que procuro convivir, que a veces se escapa en las noches de insomnio y en los días de desesperanza.  

La otra gran suerte no fue visitar selvas, cordilleras, cataratas, desiertos, sabanas y mares lejanos sino hacerlo con otros. Con los compañeros he reído y cantado por las carreteras de Uganda, me he bañado junto al lago Turkana, he contado estrellas en el cielo de Bolivia, comido cocodrilo en Congo, camello en Kenia, serpientes en Mozambique, tortugas en Brasil y roedores varios en Ecuador. Con ellos lloré una noche en un hospital infantil en Angola o una tarde entrevistando a las niñas a las que los rebeldes dejaron ciegas con plástico fundido en la guerra de Sierra Leona. Con ellos compartí malos y buenos humores. Juntos nos aliviamos picaduras de arañas y mosquitos, cazamos tarántulas, dormimos en el suelo de un barco en el Amazonas, nos cosimos brechas y bebimos ron para despejar los malos ratos. Ellos me animaron y ayudaron en esos momentos en que no sabes por dónde tirar o cuando estás tan exhausto que ya todo te da igual porque te estás friendo a 46 grados, como en Chad; o porque llevas desde las cinco de la mañana dando tumbos por los caminos del norte de Perú o porque los problemas que dejas en casa no te dejan centrarte o por tantos motivos que me recuerdan mi fragilidad. Y claro, a algunos de estos compañeros les tendré siempre el cariño que el corazón reserva para esas personas especiales que la vida te pone en el camino.

23 años dan para mucho. Sobre todo, para dar gracias.

Ricardo Olmedo   12.sep.2018 19:23    

Manuel, Zimbabue, Antonio, Congo…

    martes 31.jul.2018    por Ricardo Olmedo    3 Comentarios

P1010149Insisto siempre entre los colegas que se dedican a la información internacional. Hay que acudir a la mayor red de corresponsales que tenemos los españoles: los misioneros. Son 13.000 y están en todos los rincones del planeta, tienen los pies en la tierra, saben de lo que hablan (si se trata de hablar de la realidad de la gente), no tienen intereses partidistas ni de negocios y, en su mayoría, llevan años en esas “corresponsalías”.

Viene esto a cuento de mi reciente reencuentro con dos de ellos: Manuel, un gaditano que está en Zimbabue y Antonio, un burgalés que lleva media vida en RD Congo.

Hablo con Manuel Ogalla en Cádiz, cuando le queda una semana para regresar a Zimbabue, y se lamenta de que por pocos días no va a estar en las decisivas elecciones generales que celebra ese país: “estuve esperando para cerrar el viaje de vuelta, pero no había una fecha definitiva”. A Manuel lo conocí en Zhomba, en el noroeste del país. Un tío feliz y lleno de energía que desprende vitalidad, buen rollo y muchas ganas de vivir, aunque no tiene pájaros en la cabeza y sabe qué terrenos pisa y lo difícil que lo tiene la gente de ese rincón de África. En un callejón gaditano hablamos de Zimbabue, del desastre de la época de Mugabe, de su asombro al ver lo pacífica que fue la toma del poder por parte de Emmerson Mnangagwa, sobre todo por la astucia de éste en controlar el Ejército y gran parte de los cuadros del partido gobernante ZANU-PF, hartos en silencio del viejo líder. Cierta apertura internacional y tranquilidad interior, reconoce Manuel, ha traído Mnangagwa. También me contaba este gaditano cómo se hacían los apaños en las anteriores elecciones para complicar el voto a la gente. En fin, todo muy sibilino. Lo que queda por hacer es… casi todo en un país con muchos frentes abiertos. Veremos.

Días antes, hablo con Antonio Riaño en Madrid. Con Antonio estuve varios días inolvidables en las afueras de Kinshasa. Ahora viene para arreglarse la cadera renqueante y hacerse la clásica “ITV misionera”. Me cuenta con más detalle los meses de violencia que han sufrido muchas parroquias en Kinshasa. La defensa que ha hecho la Iglesia ante Kabila de que se cumplan de una vez por todas los acuerdos de San Silvestre (en el que Kabila tenía que convocar elecciones) no le gusta nada al presidente. Además, Antonio me adelanta una fecha: se habla de que el 1 de agosto regresa Jean Pierre Bemba a RD Congo, después de que la Corte Penal Internacional rectificara sorprendentemente y absolviera al mismo que condenó a 18 años de prisión por delitos de crímenes de guerra y de lesa humanidad. Esto lo explicó muy bien Chema Caballero en Mundo Negro. Si lo que Antonio me cuenta se confirma, habrá que estar atentos a ver qué significa esa vuelta en la convulsa vida política congoleña.

Ricardo Olmedo   31.jul.2018 11:05    

En memoria de Enriqueta

    viernes 13.jul.2018    por Ricardo Olmedo    0 Comentarios

P1050048Estoy convencido que pasa en más ocasiones. Pero casi nunca lo sabemos: que se emita el reportaje y alguno de nuestros protagonistas haya muerto en ese tiempo que transcurre desde que lo hemos grabado hasta la fecha de emisión. Hoy es uno de esos escasos días en que lo hemos sabido.

Me acaba de llamar Manuela Zdanovich, una misionera argentina que trabaja en Chokwe, Mozambique. Nos fuimos con ella a visitar en su casa a Enriqueta, una de las diez mil personas con sida y/o  tuberculosis a la que hacen un seguimiento de su situación. Me impresionó lo que vi y lo escribí en el blog del programa: “mientras cae la tarde sobre este barrio de Chokwe y el sol se anaranja para la foto del turista, las verdades van saliendo a borbotones, como parece que se le va la vida a Enriqueta mientras me mira, ojos brillantes, sonrisa clara, atardecer amargo”.

Eso escribí, maldita sea, aquella noche. Y lo vuelvo a releer con un triste escalofrío mientras pienso en Michel, Sifisio y Wilson, los hijos de Enriqueta. Niños sin padre, de los que nunca tuvieron infancia si entendemos por “infancia” ese algodonoso tiempo feliz de cuidados, juegos, afectos y alegría.

Todos tenemos datos (contagio, prevalencia, huérfanos, mortalidad…) Yo, además, tengo nombres. Y rostros. Y miradas que vienen desde el pasado y se me clavan, haciéndome las grandes preguntas, los pocos interrogantes que nos machacan, maldita sea, sabiendo que no tenemos respuestas.

Aquel día en Chokwe yo escuchaba pasmado a la hermana Manuela pensando qué bien me iba a quedar la entrevista: me contaba lo duro que le resultaba tener que cerrar los ojos a cuatro o cinco muertos cada día. Pero seguía adelante, con una rocosa convicción interior y una fe hormigonada.  Y ahora que, en la distancia, me cuenta lo de Enriqueta, me tiemblan los dedos en el teclado y no encuentro las palabras bajo las turbias aguas de la tristeza.

Decía al principio que estoy convencido que pasa en más ocasiones: algunos de nuestros protagonistas no están vivos cuando salen en la tele. Normal. Si voy a contar las hambrunas del Turkana, las penurias y abusos de los niños de la calle, la oculta lepra del norte de la India, la vida loca de los mareros de El Salvador, la arriesgada defensa de los derechos humanos en Centroamérica, la extinción programada de bosques y nativos brasileños o la pandemia del sida en el sur de África… lo normal es que pase lo que ha sucedido.

El reportaje se emite el domingo y se titula "La larga sombra del sida". Pues eso, que nadie piense que lo que ve en la tele que yo hago es un cuento. Aquí no hay teatro ni trampa ni cartón. Aquí no se trata de entretener. Aquí se trata de contar lo que hay. Aquí se muere la gente de verdad. Aquí hay otros que están junto a los que se mueren dejándose también la vida. Lo sé porque lo he visto... y porque la hermana Manuela me lo acaba de contar.

Ricardo Olmedo   13.jul.2018 10:38    

Un sursudanés

    lunes 18.jun.2018    por Ricardo Olmedo    0 Comentarios

Untitled“Un sursudanés es el primer atendido de la flotilla del Aquarius”, leo estos días. Días extraños donde hay quienes esbozan una mueca de desagrado, de mal rollo y peor baba ante este asunto. Unos lo esbozan pero otros, descaradamente, claman contra el rescate agitando banderas negras, el caos que llega, el fin del mundo… y no se enteran de que el mundo hace mucho que se acabó. Al menos, su mundo.

 Un sursudanés. Que no sé cómo se llama, que no sé de qué rincón de ese país viene, que no sé si es dinka, nuer o shilluk o acholi. Pero ojalá sea él.  

Un sursudanés. Ojalá sea ese chaval que hace doce años clavó sus ojos en los míos en Mapourdit, en el corazón caliente de lo que aún era el sur de Sudán. Esa mirada me persigue, recurrente, en mis pesadillas. Cuando salen a pasear los fantasmas de las víctimas de tantas injusticias que salen en mis reportajes. Cuando la noche no me es propicia y parece que forman una hilera, que se empujan por aparecer, por recordarme que siguen ahí, huyendo de los jinetes de un apocalipsis perpetuo.

Un sursudanés. Ojalá sea él, que entonces vivía del aire y de la tierra inerte de un país destrozado por décadas de guerra. Mientras un misionero italiano salvaba vidas en una tienda de campaña donde había montado un quirófano, el chaval estaba allí quieto, estatuilla de ébano bajo el sol, desnudo. Y no paraba de mirarme.

Un sursudanés. Ojalá haya podido escapar de aquellos escombros de país al que volví cuando quiso venirse arriba y se había cambiado de nombre: Sudán del Sur. Y celebraba una nueva etapa…que duró un año y medio. El tiempo suficiente para que la oposición se levantara en armas y volviera otra vez el maldito caos. El mismo que todavía sigue.

Un sursudanés. Ojalá sea él y no se haya quedado en las cunetas de Malakal, de Wao, de Talit, en los arrabales de Yuba, en las orillas tristes del Nilo. En un país donde no hay quien viva y me resisto ahora a sacar datos, informes, estadísticas, números…que están ahí, que cualquiera puede leer, que nos apuñalan los ojos, que solo escupen dolor.

Un sursudanés. ¿Alguien duda porqué se escapa de su país?, ¿alguien no entiende que se embarque llevando por equipaje la desesperación y unas rabiosas ganas de vivir?, ¿de verdad alguien no lo entiende?

Un sursudanés. ¿solo uno?

Ricardo Olmedo   18.jun.2018 13:44    

A Enriqueta le pesa la vida

    martes 29.may.2018    por Ricardo Olmedo    4 Comentarios

Monja MozambiqueEnriqueta tiene 30 años y pesa 29 kilos. O al revés: le pesan sus 30 años y tiene 29 kilos. Y tiene algo más: tres hijos de once, ocho y tres años. Michel, el mayor, hace de padre/madre de familia. Lo mismo corta las hojas de la mandioca para hacer una salsa, va a por agua, lava al pequeño o trae la leña para cocinar. A Michel se le ha ido la infancia por el sumidero de la pobreza, demasiado deprisa, demasiado ferozmente, sin darse cuenta de que cada año que cumplía valía por dos.

A Enriqueta le pesan sus años y ese cuerpo que transparenta el sida y la tuberculosis. Por eso tiene la mirada tan viva y una sonrisa que saca del suspiro del alma que le va quedando. Sentada en una estera ante su casa hablo con ella de cómo se las va a apañar para ir mañana al hospital a que le curen una herida rara, un bulto extraño, con mala pinta, que tiene en el pie. Se llevará a Michel, a que le ayude luego con un saco de comida y algunas cosas más que le darán allá. Y a ver cómo llega, porque son dos horas de caminata amarga. El pequeño, Wilson, se quedará a cargo del mediano, Sifisio, mientras van y vuelven del médico.

A Enriqueta le pesan cada vez más los años porque Sifisio también es seropositivo, como ella. Y porque Wilson también tiene tuberculosis, como ella. Y mientras cae la tarde sobre este barrio de Chokwe y el sol se anaranja para la foto del turista, las verdades van saliendo a borbotones, como parece que se le va la vida a Enriqueta mientras me mira, ojos brillantes, sonrisa clara, atardecer amargo.

Y el peso de todo esto no aplasta a Enriqueta porque no está sola en la desigual lucha contra tantos elementos: el padre de las criaturas no volvió a aparecer, la miseria se quedó a vivir como uno más de la familia, la breve casa se le llena de agua cuando estas nubes mozambicanas descargan y el frío, ahora que llega, entra sin llamar por las ventanas huérfanas de cristales. 

Y digo que no está sola porque tiene detrás a todo el equipo médico y social del hospital del Carmelo, llevado por un grupo de misioneras lideradas por María Elisa Verdú, que llegó a África en 1975 y que piensa seguir aquí hasta el final, como las demás, como Magdalena, como Manuela, como Aurora, como Fernanda. Mujeres que conocí en mi primer viaje a Mozambique y que siguen, pese a los achaques de los años, entregando su vida por esta gente.

El hospital hace un seguimiento médico y social a más de 10.000 enfermos de sida y un millar largo de tuberculosos. Cifras que pocos médicos europeos creerían si no viesen cada día las consultas atiborradas y una asombrosa organización que gestiona y resuelve la situación.

Las misioneras, Hijas de la Caridad, no paran de cumplir sueños. El penúltimo, un impresionante laboratorio gracias al apoyo que vino de España con la ong Manos Unidas. Pero continúan soñando. La hermana Magdalena me dice: “ojalá podamos crear un centro de formación de profesionales sanitarios, sería nuestro último gran proyecto antes de que se nos agote la vida”. No dudo que lo conseguirán, como tantas otras cosas. Superaron inundaciones, años de guerra civil, agresiones, robos y muchos malos ratos. ¿No van poder levantar una escuela de ese calibre ahora? Qué más da que vayan camino de los ochenta, qué más da que cojeen o vayan con muletas por la vida, qué más da que se les hayan desgastado las caderas y  las rodillas.

“Haced lo que él hizo”. La frase del evangelio de Lucas sobre la parábola del buen samaritano preside la entrada al laboratorio. Pues en eso andan. Y quien no lo crea, que venga a este rincón mozambiqueño herido de sida pero aliviado por la esperanza.   

Ricardo Olmedo   29.may.2018 08:37    

Regreso a Mozambique

    jueves 10.may.2018    por Ricardo Olmedo    0 Comentarios

Mozambique niñoRegreso al país de África en el que mejor me encuentro. La primera vez fue en 2004, cuando aún se estaban secando las heridas de las inundaciones del Limpopo, cuando Maputo estaba empapelado con carteles informando sobre el sida, cuando conté la denuncia de sor Juliana Calvo sobre los horrendos casos de desapariciones de menores en Nampula para el mercado de órganos, cuando el 90% de los enfermos que atendían aquellas monjas españolas habían desarrollado el virus del sida... Sí, es verdad que me encontré y conté historias muy impactantes, pero también me encontré a una gente muy acogedora, que estaba deseando pasar página después de tantos años de guerra civil que habían destrozado el país. Todavía la RENAMO, no sin cierta razón, está en pie de guerra porque la FRELIMO llegó al poder y allí se quedó a vivir, con la consiguiente carga de corrupción institucional. 

"Mira allí arriba, en las ramas de ese árbol, cuando las inundaciones, una mujer dio a luz", me contaba sor Adela, una médica mexicana que se dejaba los días y las noches atendiendo a la gente en el hospital de Chalucuane. Aquella era la imagen de la fortaleza, de la determinación, de las ganas de sobrevivir de un pueblo empobrecido y castigado por mil y una desgracias.

MOZAMBIQUE 042 Me lo confirmaron otros viajes, como el que hice para conocer a Germán Fresán, un navarro a orillas del Zambeze o al holandés André Van Kampen, el último de aquella generación de misioneros SSCC que llegaron a mediados de los cincuenta y me contaba cómo pasaron la guerra en Inhaminga . 


Vuelvo a Mozambique con alegría porque voy a regresar a algunos de los sitios conocidos y a reencontrarme con gente como Germán o como María Gómez-Lechón a la que conocí mientras aprendía la lengua changana, recién llegada al país. 

Hay recuerdos que se agarran a la memoria como los ronquidos de los hipopótamos al anochecer en el Zambeze, como los colores desvaídos de la colonial Isla de Mozambique rodeados del turquesa del Índico, como las ganas de vivir de la gente bajo el árbol de los macacos en Chupanga...por eso y por mucho más me cosquillea el corazón ahora, cuando hago la maleta para Mozambique. 

 

Ricardo Olmedo   10.may.2018 12:38    

Rumbo a Uru y Para Guay

    jueves 3.may.2018    por Santiago Riesco    0 Comentarios

 

Uru y Para Guay


Ya tengo la maleta abierta sobre la cama. Me voy a Sudamérica. Primero a Uruguay y luego a Paraguay. Una semana a cada uno de estos pequeños países que viven su particular historia entre dos gigantes como Argentina y Brasil. Por cierto, “guai” en guaraní parece que significa “lugar de agua”, lo que viene siendo un río. “Para” y “Uru” hacen referencia a “bonito” y “pájaro”. Lo que nos daría que Paraguay es “río bonito” y Uruguay “río de los pájaros”. Pero hay otras muchas teorías lingüísticas y semiológicas. Esta es la que a mí más me ha gustado.

Es otoño por debajo de la línea del ecuador. Pero está siendo tan atípico y caluroso que ya nos han avisado de que metamos ropa de verano y mucho impermeable. Resulta que las temperaturas están siendo más altas de lo normal y que se suceden los pequeños ciclones con unas tormentas bárbaras que dejan mucha agua.

Total, que uno de los lugares a los que vamos, El Bañado de Tacumbú, se ha vuelto a inundar después de de más diez años sin haber sufrido estas inclemencias del tiempo. Resultado: Trescientas familias han tenido que dejar sus casas para sobrevivir en albergues improvisados. Y allí que nos vamos, con los dominicos de la ong Selvas Amazónicas a documentar esa realidad de inundación, lodo y olvido en la que viven los más pobres de esta barriada de aluvión ubicada en los bordes de Asunción. Esto será en Paraguay, lo mismo que el trabajo de los misioneros con los campesinos de San Roque González formando líderes para acceder así a lo más profundo de la campiña.

En Uruguay la grabación está prevista en dos barrios de Montevideo. Primero iremos al sur que, como el servicio de los bares, suele estar al fondo a la izquierda, con olores nauseabundos y escasas condiciones para lavarse las manos. Iremos al Camino de Maldonado, a una comunidad de la Orden de Predicadores a la que le recientemente les han robado el coche amenazándoles con una pistola. Un lugar donde los religiosos han abierto una guardería para una docena de críos con la intención de que sus madres puedan seguir trabajando. Un barrio con once comunidades eclesiales de base a las que, con todo el sentido del humor, llaman “de quita y pon” porque no tienen capilla fija. Se reúnen en garajes. Sacan antes el coche, colocan una mesa como altar, unas sillas en lugar de bancos, ponen un crucifijo, unas telas y ¡zas! Ya hay lugar para rezar y celebrar la misa en comunidad. Al terminar se recoge todo y se vuelve a colocar el coche en su sitio sin dejar ni rastro.

También iremos al centro de la capital, a la parroquia Nuestra Señora del Rosario. Aquí tenemos previsto contar la resurrección de los que acuden cada semana a las reuniones de “Narcóticos Anónimos” y las de los enfermos de cáncer y sus familias que llegados del interior del “paisito” residen en el hogar San Martín de Porres mientras reciben sus tratamientos de quimio y radio.

Salimos la noche del viernes 4 al sábado 5 de mayo. Tenemos previsto el regreso para el domingo 20. El equipo es de lujo y fantasía. Antonio Urrea llevará la cámara; Felipe Romero, el sonido; Carlos González se ocupará de la realización y yo procuraré enterarme bien de todo apuntándolo en mi cuaderno para contaros lo que me cuenten durante este nuevo periplo. Ah, y si hay wifi iremos contándoos con fotos y algunos comentarios nuestro día a día en las redes sociales de Pueblo de Dios. Seguimos.

Santiago Riesco    3.may.2018 13:39    

Rumbo a Guatemala y El Salvador

    miércoles 31.ene.2018    por Santiago Riesco    1 Comentarios


Guatemala El Salvador 045De nuestro último viaje a Guatemala (2012). FOTO: Ricardo Olmedo


Me voy a Guatemala, al corazón de la ancestral cultura maya. En realidad me llevan. Nos llevan. La ong de los hermanos maristas quiere que un equipo de TVE cuente en imágenes las pequeñas historias que hacen grande a un pueblo. Para ello los de SED, que es como se llama la organización no gubernamental, han preparado cuatro proyectos de solidaridad, educación y desarrollo en otros tantos lugares.

Primero iremos a Santa Apolonia, muy cerca de la capital, a 2.383 metros de altitud. Allí tenemos previsto un primer reportaje en un hogar para menores en riesgo y con problemas familiares. Son niños y niñas de entre 8 y 14 años pertenecientes a la etnia Kaqchikel. Tendremos la oportunidad de conocer cómo viven, de acompañarles a la escuela, de disfrutar de la clase de música en la que tocan marimba, chelo y violín. Tenemos previsto ir con ellos a misa y entrevistar a varios de los pequeños, a los hermanos Xon, a Aura Marina y a Carmen Chub. Muchas ganas de compartir con ellos unos días para contarle al mundo sus sueños y todo lo que van a hacer cuando sean grandes.

De ahí iremos al departamento de El Quiché. Grabaremos muy cerca de Chichicastenango, concretamente en Panimaché, en la falda del Volcán de Fuego, uno de los más activos de América (su última erupción fue a finales de septiembre de 2017). Estaremos atentos a la lluvia de ceniza, los movimientos de tierra y las fumarolas. Pero sobre todo intentaremos contar el bien que está haciendo el Instituto Tecnológico Kiché (ITECK) en las comunidades indígenas. Son más de 400 alumnos que viven en régimen de internado y se preparan en Administración de Empresas, Electrónica, Perito Industrial y Computación. Un emporio educativo de formación profesional al servicio de su propio pueblo. Y creo que han puesto wifi.

Cerca de Cobán, en el departamento de Alta Verapaz, mostraremos la realidad de la pobreza extrema en Samac y alrededores. Cambiamos también de cultura, en esta ocasión será la Kekchí y tendremos la dificultad añadida de que la gente apenas habla español. Se trata de una zona olvidada y marginada en extremo donde la presencia de SED es fundamental para el desarrollo humano a través de escuelas, centros de salud, centro de mujeres y una cooperativa de café… un poco de luz y alegría entre las sombras y la tristeza que en estos ambientes vienen casi de serie.

Y por último pasaremos a El Salvador para intentar empaparnos del proyecto “Tejiendo sueños”. Para ello visitaremos los departamentos de San Salvador, La Laguna, Cuscatlán y Santa Tecla. Un palizón para contar que la ong SED está formando a profesores, administrativos, padres y alumnos de las escuelas públicas ubicadas en los ambientes más difíciles. El último año nada menos que 62 Centros Escolares (insisto: de titularidad pública) se beneficiaron de este proyecto que apuesta en este pequeño país por la educación que les ayude a construir un gran futuro. 

El equipo es experto. Antonio Urrea se encargará de la imagen, Sergio Rodríguez "Rospi" hará lo propio con el sonido. La realización correrá a cargo de Julio Luquero y el que esto escribe, Santiago Riesco, del guión y de preguntar para contar todas estas historias en nuestro programa, Pueblo de Dios, "los domingos a las 11:30 en La2". 

 

Santiago Riesco   31.ene.2018 18:08    

"¡BRAVO! Especial 2017" al director de "Pueblo de Dios"

    miércoles 24.ene.2018    por Julian del Olmo    0 Comentarios

PREMIOS BRAVO55

Julián del Olmo recibiendo el premio el pasado 22 de enero en la sede de la Conferencia Episcopal Española. Foto: Ricardo del Hoyo

El día 22 de enero, la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social entregó los Premios ¡Bravo! 2017 a una serie de profesionales de la comunicación que se han distinguido por el “servicio a la dignidad del hombre, los derechos humanos o los valores evangélicos”. Entre los premiados estaba yo a quien se me ha concedido el “Premiado ¡Bravo! Especial” según el jurado por “mi larga carrera en la comunicación” y porque “en toda su trayectoria ha sabido conjugar la profesionalidad periodística muy cercana a las personas olvidadas y a la labor de la Iglesia, con el trato personal y humano, como sacerdote, con los profesionales y con los protagonistas de su trabajo”.


Aprovecho la concesión del premio para daros gracias de corazón a las personas de toda clase y condición con las que he hecho camino al andar a lo largo de mi vida y a los medios de comunicación en los que he trabajado, particularmente a TVE, por haberme ayudado a realizarme como sacerdote y periodista.


Agradezco el reconocimiento a mi trabajo por parte de TVE cuyos máximos directivos, con el presidente de la Corporación RTVE y el director de TVE al frente, asistieron al acto y también el reconocimiento de la Iglesia expresado en su discurso por el presidente de Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social y obispo electo de Getafe, Ginés García. Estas fueron sus palabras “La Iglesia en España, y esta Comisión Episcopal en particular, te agradece y te reconoce hoy por este premio a tu trabajo en RTVE, en el programa “Pueblo de Dios”. Tu buen hacer nos ha acercado al mundo real, a los que no tienen voz, pero también tu trabajo sacerdotal que te acredita delante de tus compañeros, creyentes o no, como un pastor cercano y acogedor”.


El premio es un poco de todos por eso es “Especial” porque os aseguro que sin “vosotros y vosotras” mi vida personal, sacerdotal y profesional no hubiera sido igual. Muchas gracias.

Julian del Olmo   24.ene.2018 09:42    

El papa Francisco, un nuevo apaktone

    jueves 18.ene.2018    por Ricardo Olmedo    2 Comentarios

La inquebrantable voluntad de aquel hombre por llegar hasta los últimos rincones de la selva le llevó, surcando el río Colorado, a querer contactar con un grupo nativo mítico por su hostilidad: los amarakairis. Se produjo un encuentro tenso, le quitaron casi todas sus ropas y cuando, lanza en mano, preguntaron por su identidad, uno de sus acompañantes nativos le defendió: “no le hagan nada es mi apak tone” Es decir, mi papá anciano. Desde aquel día, todo el mundo comenzó a llamar así a aquel hombre, que se ganó el cariño y el respeto de los pueblos indígenas de ese rincón de la selva amazónica peruana.  

DVG2-279Hablo de José Álvarez, el Apaktone, cuya vida conté en este reportaje y del que me acuerdo ahora que el papa Francisco va a visitar esas tierras y a encontrarse con los pueblos indígenas. 

José Álvarez llegó al sur de la Amazonía peruana en 1917 y estuvo en ella durante algo más  de 50 largos años. La vida de este dominico asturiano es una epopeya por las condiciones en las que transcurrió, marcadas por los duros inicios de la misión. Álvarez recorrió incansablemente los ríos de esa región para encontrarse con las poblaciones nativas. Dejó escrito cómo lo hacía: “con una confianza ilimitada en Dios y con una paciencia aniquiladora con los hijos de la selva”.

Lo tuvo muy difícil. Hay que tener en cuenta que los misioneros llegaron en los años finales de la explotación cauchera que persiguió, esclavizó y diezmó a los pueblos indígenas. Era lógico, por tanto, la actitud huidiza o agresiva de estos ante cualquier presencia extranjera. De hecho, dos compañeros de Álvarez fueron asesinados por huarayos e iñaparis. En ese tiempo, los grupos nativos carecían de cualquier derecho y Álvarez, junto a los demás misioneros, se dejaron la vida en reivindicar la dignidad de los pueblos amazónicos.

Así lo cuenta el mítico misionero: “fue tal el asombro que les causó al verme, a mí, solo entre ellos, hablándoles en su lengua, que logré lo que nadie había soñado: calmar odios, allanar miles de dificultades”. ­

José Álvarez murió en Lima en 1970 y hace diez años se abrió el proceso de canonización. Un compañero dominico dejó por escrito la clave para entender los logros del Apaktone: “la fuerza evangelizadora del amor es incontenible y siempre llega al corazón libre del ser humano”.

El papa Francisco, con sus 81 años y un siglo más tarde, llega al mismo lugar donde el Apaktone y una larguísima lista de misioneros españoles se dejaron la vida. En estos años, Francisco ha asumido claramente, y en profundidad, la defensa de colectivos que ven pisoteados sus derechos. Entre ellos, los pueblos indígenas, cuyas aspiraciones se reflejan en la Laudato Si. Poco después de su publicación, en un encuentro continental celebrado en Chiapas, representantes de organizaciones indígenas, campesinas y ambientalistas, decían alto y claro que esa encíclica de Francisco “se suma a la reivindicación histórica, cultural y espiritual de los pueblos (…) como sujetos de nuestro destino con la Madre Tierra como espacio sagrado y para la humanidad."

Ricardo Olmedo   18.ene.2018 09:52    

Pueblo de Dios

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Los de PUEBLO DE DIOS no somos los de la misa. El programa es uno de los más veteranos de la casa. Llevamos en la parrilla desde octubre de 1982. Ahora podéis vernos los domingos a las 11:30, justo después de “El día del Señor” (la misa); y desde marzo de 2010 también salimos los miércoles a las 11:00, también en La 2.
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