Crecer en Benín
miércoles 16.nov.2016 por Santiago Barnuevo 1 Comentarios
La Fundación Alaine organiza una cena solidaria este viernes en Tres Cantos para recaudar fondos para el Centro de Recuperación nutricional Louis Amigó de Nikki (Benín) gestionado por las Hermanas Terciarias Capuchinas. http://www.fundacionalaine.es/proyecto-en-marcha/
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Todas las fotos son de Pablo Garrigós Cucarella. http://www.pgarrigos.com/
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A veces uno necesita tiempo para asimilar las cosas. Han pasado cuatro meses desde que estuve en Benín, un país del que rara vez se habla por aquí. Tiene la fortuna de ser bastante tranquilo, sin esas guerras atroces que de vez en cuando - no siempre- captan la atención en los grandes medios, pero es un lugar en el que pasan cosas. La pobreza, sin ir más lejos. A pesar de esa calma y de asistir ya a dos transiciones políticas tranquilas en la última década, Benín ha empeorado en los últimos años en esas cifras 'macro' que, a través de informes, pretenden dar una imagen real de lo que vive su gente.
Benín tiene un gran problema, más o menos el mismo que la gran mayoría de países africanos, la falta de oportunidades y un futuro difícil. El acceso a la alimentación es un serio reto para los 11 millones de personas que viven en este país del tamaño de Portugal situado junto a Nigeria, y que está a expensas de la volátil economía vecina. Estar al lado de la hasta hace poco mayor economía de África no augura nada bueno si ésta precisamente vive ahora una crisis de caballo por la caída del precio del petróleo. Benín tiene oportunidades para el desarrollo gracias al puerto de Cotonou, que sirve de punto de descarga para el suministro de mercancías a Níger y Burkina Faso. La alargada figura del país está marcada por carreteras en estas dos direcciones. Cientos de camiones cargados las surcan día y noche, por lo que se podría esperar cierto nivel de desarrollo a su alrededor. Es así junto al asfalto, pero apenas a unos cuantos kilómetros, el mundo es otro. Aldeas de pequeñas casuchas bajo cuyos techos viven familias con nada. La supervivencia diaria es su vida.
Al tener dos estaciones meteorológicas diferencias, la húmeda y la seca, el país consigue abundantes cultivos una mitad del año, mientras que en la otra mitad se quedan a verlas venir. Y esto tiene efectos terribles en lugares como Nikki, una población pegada a la frontera nigeriana, en el noreste del país. Allí, las monjas Terciarias Capuchinas tienen desde hace años un centro de atención a menores malnutridos en el que salvan vidas. Hacen un trabajo increíble que recibe ayuda desde distintas organizaciones españolas.
Hasta allí acuden muchas familias desesperadas por la salud de sus hijos. Son muy pequeños y, prácticamente desde que nacieron, no han recibido una alimentación mínima. No te puedes creer la edad que tienen de lo menguados que están, aunque si te fijas un poco, su mirada te cuenta cómo están y cuánto han tenido que vivir en tan poco tiempo. Junto a ellos están sus madres que se internan en el centro para su recuperación, pero también para aprender a alimentar correctamente a sus hijos. Por lo general, son chicas muy jóvenes que ni siquiera han tenido tiempo de pasar de ser niña a madre y en este lugar encuentran un apoyo que comparten en comunidad junto al resto.
En el patio, todas se reúnen. Ríen y se sientan junto a unos chicos que recuperan ese instinto para el juego. De momento, sólo es un intento.
De repente, encuentras una habitación silenciosa, en penumbra, donde apenas se escucha el zumbido de una máquina. Es una de las incubadoras que envió Cáritas de Cuenca, y en la que está un pequeñísimo bebé. Sietemesino, me pregunto realmente cómo en este entorno y en estas condiciones, tiene la fuerza suficiente para estar todavía aquí. Está tranquilo, muy abrigado, y los ojos de quienes cuidan de él brillan con pasión. Es el más mimado, del que todos están pendientes. A pesar de las dificultades, la vida se abre paso y poco a poco se esquiva el primero de los muchos y altísimos obstáculos que van a enfrentar. Poco a poco, crecen.
En el comedor, madres e hijos se juntan en la mesa. Pablo se asoma con una aparente timidez que es puro cariño. Se asoma, sonríe y consigue una respuesta tan buena como sus fotos. No es fácil que alguien te quiera mostrar su miseria, pero él es especial. Es un ser humano extraordinario. Capta esos ojos cansados, a los que parece faltar fuerza para sostenerse. También, la avidez con la que se lanzan al plato. Y por supuesto, la sonrisa que intentan ocultar las madres, mezcla de los nervios que provoca el fotógrafo batoure (blanco) con la sensación de ver finalmente a sus criaturas ganar peso. Al fin empiezan a tener lo que a nadie debería faltar.
La realidad es así. Tan jodida y tan cruda.
Soraya Alonso dijo
Gracias Santiago por acercar un trocito de la realidad de Nikki. Gracias por hablar de Benín... y gracias por reavivar el eterno recuerdo de una de las mejores experiencias que he vivido nunca.
Un saludo, y BUEN TRABAJO!!