La guerra de los mensajes instantáneos: o Facebook, contra Whatsapp, Snapchat...
jueves 14.nov.2013 por David Varona 0 Comentarios
A las redes sociales les ha salido una competencia sorprendente: la mensajería instantánea, que tiene su máxima expresión en la ubicua y ya indispensable Whatsapp, una aplicación triunfante. Y también en otras menos extendidas pero igual de interesantes, como Line o iMessage. Y en plataformas menos conocidas pero con gran potencal, como Snapchat, Chad2win, ChatOn, Nimbuzz... (Puedes ver más en este artículo sobre aplicaciones)
A la gente le gusta chatear con estas herramientas sencillas. Crea grupos con sus contactos del teléfono, comparte con ellos charlas, fotos, vídeos... Es fácil, rápido y, sobre todo, muy privado. Y es probablemente esta idea de privacidad, unidad a rapidez y sencillez, la que ha hecho que funcionen más y mejor estas soluciones que la mensajería privada de Facebook, Google o Twitter.
Creo que una de las claves del éxito es que la forma de contactar con los amigos es a través de la agenda del teléfono. Eso hace que los usuarios entiendan esa comunicación como algo más directo y privado, sin tener que conectar con las listas de amigos de las redes, que siempre parecen algo más abierto, aunque no lo sean.
Lo llamativo es que esta mensajería privada ha empezado a comerse parte del pastel de las redes sociales. Por ejemplo, Whatsapp, la reina del mercado, ha superado ya los 350 millones de usuarios, lo que la sitúa en el nivel de Google+ en cantidad de cuentas (si viéramos las cuentas activas, seguro que ganaba de calle y rivalizaría con Twitter). 50 de esos millones los ha hecho en ¡solo dos meses! Y no solo eso: en agosto ya dijeron que sus servidores procesan 31.000 millones mensajes diarios. Es decir, más que Facebook.
Y los gigantes de las redes se han puesto nerviosos con esta competencia de estructuras tan ligeras, filosofía cambiante y futuro amenazador. Sobre todo, claro, se ha agitado Facebook, que suele reaccionar con movimientos demoledores. Esta misma semana se ha sabido que la empresa de Zuckerberg lanza una nueva versión de Messenger, su servicio de mensajería. Ahora, lo interesante es que no hace falta ser amigo de una persona en Facebook para contactar: basta con saber el teléfono de esa persona con la que queremos hablar. Si su Messenger está vinculado con su teléfono, estará accesible y lo recibirá. Y si tiene su teléfono vinculado con su cuenta de Facebook, lo recibirá en ella, aunque no utilice Messenger.
Es un movimiento interesante, porque desvincula en parte la plataforma de mensajes de la red social, saltando así esos temores que veíamos antes.
En la línea de Facebook, se dice que Twitter podría trabajar ya en una aplicación de este tipo. Y la cosa no acaba ahí, porque también se ha sabido hace unos días que Facebook ha intentado lanzar sus redes sobre Snapchat, y que esta habría rechazado una oferta de ¡más de 2.200 millones de euros!
Espacios opacos y elusivos
Desde el punto de vista de los medios de comunicación y los que trabajamos sobre las redes, todo esto no son buenas noticias.
Por un lado, se multiplican los frentes y las vías de contacto con los públicos, lo que nos obliga a atender más pantallas, más plataformas y más volumen. Esto siempre es problemático, porque requiere más y mejor formación, y, sobre todo, más recursos.
Pero ese es el lado "bueno" del problema. El lado malo es que esos espacios de comunicación en los que el público se siente tan agusto son generalmente opacos y elusivos para nosotros. Y también para las autoridades, claro.
Este escurridizo panorama surgió tras la primavera árabe y el 15M, dos movimientos que se apoyaron en las redes. Pero estar en las redes también hace muy visible a la gente, y muchos otros movimientos sociales prefieren trabajar más en la sombra. Lo descubrimos con los disturbios de Londres en el verano de 2011, cuando los organizadores de las protestas utilizaron la mensajería privada de Blackberry para esquivar la observación policial.
Desde entonces, los espacios de comunicación e información en los que se mueven las masas se han ido volviendo más inescrutables y complejos. Sí, desde luego que crece la participación abierta y transparente en las redes, pero la gente utiliza cada vez más estas nuevas plataformas cerradas, con lo que nos deja fuera a los medios (por poner el ejemplo que me toca).
Y qué decir de herramientas como Snapchat, esa misteriosa red que arrasa entre los adolescentes estadounidenses. Además de ser comunicación muy privada, los mensajes se autodestruyen a los pocos segundos o minutos de ser enviados, con lo que no queda huella del intercambio. Eso sí que es moverse a través de vías alternativas.
Desde el punto de vista operativo, es un problema grave: si la gente no nos deja estar en sus espacios, difícilmente podremos interactuar. Desde el punto de vista de la propia tecnología, es un cambio importante en la concepción de las herramientas: si las redes sociales nos publifican y nos muestran a los demás, la mensajería privada nos oculta y solo nos muestra a los que nosotros queremos.
Los medios y las empresas que trabajan sobre las redes sociales tienen que entender rápidamente el cambio de escenario. O hacemos que el usuario se sienta cómodo y seguro en las grandes plataformas abiertas, o empezaremos a perder sitio en su reparto de tiempo.
Y en este cambio de enfoque tiene mucho que decir la ética. Por ejemplo, en el periodismo es frecuente el robo de imágenes, datos y otro tipo de información procedente de los perfiles de la gente en las redes sociales. Si seguimos haciéndolo, la gente pasará a ser completamente invisible para nosotros.