EL EXPLOTADOR NADA "CORTÉS"
Todo se quedaba en casa. Para eso tenían el negocio montado en torno al oficio más antiguo del mundo, que ya sabemos que es muy rentable.
Él, M. Cortés de 53 años, y ella, Claudia, su esposa de 35, regentan varios clubes de alterne en la zona de Benálmadena, Torremolinos, Córdoba y Sevilla. En ellos, el cliente se puede encontrar "chicas" búlgaras, brasileñas, y alguna española, pero sobre todo abundan las rumanas. Casualmente, casi todas, de unos pueblecitos del sur de una zona muy rural, y en la que la falta de recursos económicos hace que las propios padres y hermanos vendan a la joven de la familia para poder comer, aunque ésta se tenga que marchar a "trabajar" a otro país. Y esto, ya lo sabía el matrimonio Cortés desde hacía muchos años.
Quizá el primero que se lo dijo al matrimonio fue uno de los hijos de él, a día de hoy en la prisión de Alarhuin de la Torre. Cuando no estaba entre rejas salía con una chica rumana de esa zona. Y cuando fue por primera vez allí pudo comprobar en situ, lo fácil que era sembrar engaño para el propio lucro, en tierra hambrienta. Y una de las cosas más terribles, es que su novia le ayudaba. Era ella la que contaba a sus compatriotas lo "maravilloso" que era trabajar con su novio, en sus "bares" y en sus empresas.
Después, sus historias se perdían entre las paredes de los burdeles de los "Cortés", regentados por la esposa. En deudas insalvables, palizas, poco dinero y jornadas de trabajo sin descanso.
Hasta que empleados de estos burdeles, que no las mismas chicas, pusieron a la policía tras la pista de una posible explotación laboral hacia ellos. Y tras una larga investigación de años, los investigadores del Grupo VII de Brigada Central de Redes de Inmigración descubrieron también explotación sexual y han detenido a los "Cortés" con antecedentes ya por este delito.
Según estos policías, en esta última operación hay 37 chicas, potenciales víctimas, y una investigación abierta por la Agencia Tributaria porque, presuntamente este matrimonio español, empresarios de los conocidos clubes, blanqueaban el dinero en supuestos restaurantes y hoteles inexistentes que, incluso, podrían haber recibido ayudas y subvenciones para ellos del Gobierno andaluz...la investigación, que está abierta, lo dirá.
Pero mientras tanto, me quedo, una vez más, con otra historia de mujeres víctimas del tráfico de personas, de una explotación sexual que las marca como las esclavas de este siglo. De ello hablo en el libro "España negra" escrito junto a otros colegas de sucesos.
Y la explotación se ve en detalles como estos: Las chicas están obligadas a comprarse una esponja para colocarsela dentro, si están con la menstruación...el cliente manda.