2 posts de abril 2010

LA 415

Algunas veces, hay noticias que se quedan tan pegadas al corazón de los periodistas, como esos caramelos de café con leche, los toffes, que te sellan las muelas y que son imposibles de quitar durante largos minutos. Algo así me ha pasado con esta historia desde que anoche la leí en algunos digitales, y hoy la he visto en el vídeo que ha hecho la compañera Loreto Fernández desde la redacción de Galicia.

La noticia es la muerte de Agapito Pazos. Y dicho así, nadie puede entender porque ha sido noticia. No es nadie famoso, ni popular, ni conocido por haber hecho algo maravilloso, ni terrible, que es en lo que la mayoría de las veces reparamos los periodistas, eso que románticamente llamamos hacernos eco de lo mejor y lo peor del ser humano.

Es más, la vida de Agapito transcurrió sin apenas hacer ruido, al menos fuera del Hospital Provincial de Pontevedra donde pasó 79 de sus 82 años. Allí, en las escaleras de lo que entonces era una casa de Beneficencia, lo dejarón por el 1928. Quizá porque quien lo engendró no tenía medios, o porque era un bebe al que la fortuna no lo había tocado ni con salud corporal, sufría de distrofia muscular, ni mental, tenía discapacidad síquica.

Así que Agapito pasó allí su infancia, se hizo hombre, maduró, envejeció y murió entre esas cuatro paredes que recorría con su silla de ruedas, mirando el mundo recortado que le mostraba la ventana de la 415, su habitación, en la que le llegaron a empadronar. Un pequeño universo que parece que le hacía feliz, aunque ni siquiera era capaz de contarlo con palabras, pero sí con una sonrisa que asomaba siempre a sus labios, como cuentan los que día a día convivían con él.

Y quizás es una historia que se nos queda grabada, porque da para imaginar cómo es una vida asi hasta que su corazón dejó ayer de latir. Porque es como un relato o un cuento. Escoged vosotros el que os sugiera. Yo me quedo con uno que refleje que murió igual que vivió, tranquilo. Que sabía que llegaba su fin, como dicen que vaticinaba a otros enfermos del hospital. Orgulloso de haber sido responsable de las llaves del botiquin y del almacen de los medicamentos como le encomendaron..... y sobre todo, quizá, con la imagen del mar grabada en su retina. Ése que vió cuando tenía 60 años, la única vez que salió del hospital porque los enfermeros lo llevaron de excursión a la playa de A Lanzada de O Grove.

Dicen en el Hospital de Pontevedra que la 415 está ya ocupada por otro paciente...no sé si el espíritu de Agapito volverá para quedarse allí, o más bien correrá por la playa de A Lanzada desafiando a las olas para caer rendido en la arena al llegar la noche, y descubriendo un mundo nuevo que en vida se le negó...Pero esto, ya sí que es, de un final de cuento.

MARÍA LLENA ERES DE....

Gracia. "María llena eres de gracia", a parte de la oración religiosa es también el título de un fantástico largometraje colombiano-estadounidense de 2004, y que muchos de vosotros, quizá, habréis visto. En ella, una joven colombiana (Catalina Sandino) de 17 años se queda embarazada, y ante la falta de recursos económicos, accede a pasar a Estados Unidos con su estómago lleno de droga. Se convierte asi en una "mula" o "bolero". El testimonio es desgarrador, y el viaje se convierte en un infierno en el que la joven acaba siendo víctima de sus propios deseos, y víctima de las redes del narcotráfico que utilizan todo lo que tienen a su alcance para pasar la droga a los mercados transfronterizos.


Os cuento todo esto, asi de preámbulo, porque estos días nos hemos acercado a la realidad de las Mulas que cumplen condena en cárceles españolas. Las "Marías" que se tragaron hasta 100 bolas de cocaína con el riesgo de morir en segundos si una de ellas se reventaba en el estómago.


Ana M. es de El Salvador y está condenada a seis años por pasar en su estómago casi 700 gramos. Hablamos con ella, y todavía se le quiebra la voz cuando recuerda los dolores, la operación de urgencia que le tuvieron que hacer en un hospital, porque era incapaz de expulsar 34 bolas como éstas.

Los narcos en España la dejaron en una parada de taxis, y ella llegó retorciéndose hasta el médico. La pregunta que le planteamos es por qué lo hizo, y su contestación nos lleva de nuevo a la película. Se quedó embarazada a los 15 años, y su hijo no podía comer todos los días. Le ofrecieron 4.000 dólares. Nos asegura que no le informaron de los riesgos, y que ahora se da cuenta de que no mereció la pena.

Es lo mismo que piensa Ana P. boliviana condenada a 10 años. A ella, la policía la detuvo en el mismo aeropuerto de Barajas tras recoger una maleta con 2 kilos de cocaína que le describieron los narcos en su país, y que tenía que entregar en un hotel de la ciudad.

El equipo, Javier Rollón, y Nacho Villanueva graban a Ana mientras nos enseña los manteles que borda en la prisión de Brieva (Ávila) para vender por 30 euros. Todo el dinero que consigue lo envía para sus cinco hijos. La pequeña de tres años no conoce más que su voz.
"Lo que hice, -nos cuenta- fue por tremenda necesidad, y me sentí engañada porque me dijeron que en la valija iba menos cantidad de droga". Ahora espera con ilusión que llegue la próxima semana porque se va a hacer con otros internos parte del Camino de Santiago.
Al año, en Barajas, la Guardia Civil y la policía detienen una media de 150 boleros, alguno llega a fallecer en Barajas o en hospitales de Madrid...A la mayoría, les espera la falta de libertad para pagar por lo que han hecho; cómplices en su día, pero también víctimas de los que al otro lado del Océano descorchan botellas de buen champagne en casas lujosas porque se saben más invencibles y menos vulnerables ante la ley.












Reporteros del Telediario


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