Una pizca neandertales: la gran sorpresa del 2010
domingo 9.ene.2011 por RTVE.es 1 Comentarios
Cuando se estudia paleontología humana se aprenden muchos nombres exóticos que acaban por hacerse familiares, casi íntimos: Chou-Kou-Tien (hoy Zhoukoudian) en China, Broken Hill (hoy Kawbe) en Zambia, el lago Turkana en Kenia, el río Awash, Bodo, Omo o el Triángulo de Afar en Etiopía, las canteras de Taung, Sterkfontein o Makapansgat en Sudáfrica, Sangiran en Indonesia, Skhul, Qafzeh y Tabun en Israel, Krapina en Croacia, Petralona en Grecia, Arago o La Chapelle aux Saints en Francia, Atapuerca en España. Muchos de esos nombres están asociados a morfologías, y muchos fósiles tienen nombres propios: el Miguelón de la Sima de los Huesos, el Chico del Turkana (Turkana Boy, o KNM WT 15000), el Viejo de La Chapelle. Cada fósil tiene su historia, sus características y su lugar en la evolución humana. Cada uno debe ser estudiado y comprendido. Pero hay un lugar y un fósil que siempre han tenido especial significación, por su importancia en la historia de la paleoantropología y por sus muy especiales características: lleva el nombre algo pedante de un valle alemán, bautizado con un cultismo clásico en honor de un pastor local: valle de Neander (nuevo hombre, en griego), en alemán Neanderthal. Porque fueron los primeros fósiles que hicieron pensar que el ser humano podía haber evolucionado. Y porque hasta este mismo año hubo dudas sobre su destino final: ahora sabemos que una pequeña, muy pequeña parte de ellos sigue viva, en nosotros. El borrador del genoma neandertal que publicó en mayo el equipo de Svante Paabo proporciona por primera vez pruebas de que hubo hibridación entre los neandertales y nuestros antepasados; y explica que esa hibridación fue minúscula.
Los fósiles del neandertal 'canónico' fueron hallados en 1856, tres años antes de la publicación del Origen de las Especies, aunque habían aparecido ya restos con su morfología característica en 1829 en Engis, Bélgica y en 1848 en la cantera Forbes de Gibraltar. Hasta la aparición de los fósiles de Neandertal no se reconocieron como un tipo propio, diferente y separado de los humanos modernos, con una morfología característica. Luego se descubrió que tenían además una tecnología lítica propia y muy avanzada, y que su rama evolutiva había ocupado Europa y partes de Oriente Medio y Asia Central durante decenas de miles de años. Algunos fósiles, como el llamado 'Viejo de La Chapelle', demostraban que los neandertales cuidaban a sus ancianos e impedidos. Reconstruidos durante finales del siglo XIX y principios del XX como brutos musculados y peludos, ahora sabemos que aunque más fuertes no eran muy diferentes de nosotros. De hecho eran, en ciertos aspectos, 'más' evolucionados, si es que esta comparación tiene sentido. Y sin embargo se extinguieron; los últimos vivieron hace unos 25.000 años. La pregunta es si antes de desaparecer dejaron descendencia.
Al estudiar paleoantropología hay que aprender todos estos nombres y sus características morfologías, sus dataciones y el modo en el que se relacionan. Los neandertales, en concreto, son complicados, porque al principio no resulta nada sencillo distinguirlos de la otra rama, la que lleva a nosotros: los llamados 'anatómicamente modernos', o AM por reducir. Por ejemplo ambas líneas evolutivas tienen lo que hoy consideraríamos unas marcadas cejas prominentes, con arcos óseos sobre los ojos. Y aunque hay detalles distintos en su arquitectura, diferenciarlos de un vistazo no es sencillo. Las bóvedas craneales de los neandertales son un poco más bajas que las de la rama AM; sus occipitales tienen una estructura característica (denominada 'chignon'), y sus apófisis mastoides (la pirámide tras el canal auditivo donde se insertan músculos) son características. Pero hay un detalle que permite hasta al más torpe de los estudiantes distinguir un cráneo neandertal de uno de tipo AM literalmente con los ojos cerrados, al tacto: los neandertales tienen una cara muy particular. Es como si tomásemos un cráneo de plastilina, deformable, y tirásemos hacia adelante de todo lo que hay por debajo de los ojos. Todo el maxilar está adelantado, por lo que en lugar de unos pómulos elevados sobre una depresión (llamada fosa canina) como nosotros los cráneos neandertales tienen una cara lisa. Como consecuencia, en las mandíbulas neandertales hay un espacio entre la última muela y la rama ascendente de la mandídula (llamado espacio retromolar). La forma de la cara y el espacio retromolar permiten identificar sin dudar un cráneo neandertal simplemente palpando.
Esta diferencia en la arquitectura del cráneo es importante, porque se trata de lo que los especialistas llaman un rasgo derivado: es decir, que lo tienen los neandertales porque lo han desarrollado ellos, pero no lo tienen sus antepasados y tampoco sus parientes derivados de esos antepasados, como nosotros. En este sentido los AM, incluso los más primitivos, se parecen a los ancestros; son los neandertales los que se han separado de la morfología común. En cierto sentido están 'más', y no 'menos' evolucionados que nosotros, que conservamos muchas características primitivas. Lo cual complica las cosas cuando se trata de averiguar si los neandertales desaparecieron por completo o no. La morfología neandertal es propia, característica y, una vez que se sabe ver, inconfundible. Ambos grupos vivieron durante decenas de miles de años en las mismas regiones geográficas, y con toda probabilidad eran capaces de cruzarse y de tener hijos. Pero si hubiese ocurrido deberíamos encontrar fósiles 'intermedios', a mitad de camino entre el típico cráneo neandertal y el AM.
La cosa es todavía más complicada, porque las dos alternativas están cargadas de significación cultural y hasta política. La paleoantropología, incluso más que otras ciencias, está influenciada en sus hipótesis por las tendencias culturales y sociales de cada momento. Interpretar fósiles es difícil, y cuando se trata de fósiles de nuestros antepasados las interpretaciones tienen significado más allá de la mera ciencia. En la época del colonialismo, del 'deber del hombre blanco' y del 'Destino Manifiesto' la extinción de los neandertales se consideraba como algo natural, el desplazamiento de una etnia inferior por otra superior, con connotaciones de genocidio y masacre: era la naturaleza en rojo de la garra y el colmillo, la evolución entendida como asesinato del menos apto. Hacia los años 60 y 70 del pasado siglo se fue extendiendo la idea de que la característica morfología neandertal podría haber desaparecido simplemente diluida por cruces sucesivos, anegada en una oleada de amor: los neandertales no se habrían extinguido, simplemente se habrían fusionado con nuestros antepasados y estarían dentro de nosotros. La visión colonial del exterminio bélico contra la visión 'hippie' de la asimilación por vía sexual, dos modos radicalmente diferentes de ver el pasado de la Humanidad. Pero ¿cuál es el bueno? Para saberlo hace falta identificar híbridos en el registro fósil.
Y los híbridos escasean. En las épocas tardías, cuando los anatómicamente modernos convivían con unos neandertales en franca desaparición, los cráneos muestran dos morfologías claramente distintas. Sólo algunos fósiles como el Niño de Lagar Velho, en Portugal, o los humanos de Peștera Muierii, en Rumanía, son considerados híbridos, y sólo por algunos científicos. Muchos de estos presuntos híbridos neandertal-AM son niños, lo que dificulta el análisis: aunque la ontogenia no recapitula la filogenia, los rasgos adquiridos más tarde en la evolución suelen aparecer más tarde en la vida del individuo. Un niño neandertal puro se parecerá más al antepasado común que un adulto; se parecerá a nosotros, así que el parecido puede deberse a su edad, no a que se trate de una mezcla genética. Si hubo muy pocos casos de hibridación habría muy pocos fósiles con características intermedias; podría ser que simplemente no los hubiésemos encontrado. Al final ha sido una técnica diferente la que ha resuelto el problema: el análisis del genoma neandertal ha demostrado que hubo cruzamiento. Y también que ese cruzamiento fue pequeño, casi inapreciable; tal vez sólo un puñado de parejas. Lo cual explicaría por qué no hemos encontrado híbridos: sencillamente hubo muy pocos. El hallazgo de fósiles es un juego estadístico: es muy difícil que los restos de un ser vivo sobrevivan al tiempo geológico, así que cuantos más individuos haya, mayor es la probabilidad de que alguno se conserve, y sea encontrado. La sorpresa de este año explora los límites de la paleontología cuando se trata de cuestiones tan específicas. Y nos demuestra que a veces los mayores avances se hacen desde otros campos, por fertilización cruzada. La gran sorpresa del año 2010 resulta ser, como las buenas sorpresas en ciencia, muy educativa.
Millán Mozota Holgueras dijo
Muy bien montada tu nota sobre neandertales. Una precisión en cuanto al término. Creo que "Neander-thal" es el alemán antiguo (thal -valle) , y en alemán actual se usa el término "Neandertal/Neandertaler", sin la "h", como en castellano. Sólo en inglés se usa la grafia "Neanderthal".
En cuanto a la contribución neandertal a nuestros ancestros, yo creo que puede ser aún más importante que lo que se acepta en el consenso de la paleoantropología hoy. Tb. en terminos culturales.