El día que se churruscó la única copia de Beowulf
miércoles 13.feb.2013 por Pepe Cervera 1 Comentarios
Ashburnham House es un enorme caserón situado el el distrito de Westminster, en Londres, muy cerca de las Casas del Parlamento británico. Su actual encarnación es obra del famoso arquitecto Íñigo Jones o uno de sus discípulos, pero conserva trazas de la casa del prior que fuera en época medieval. El 23 de octubre de 1731 Ashburnham House se incendió; algo no demasiado inusual en las estructuras de la época. Los pisos y buena parte de los tejados, junto con las vigas que soportan los techos, eran de madera, y la iluminación y el calor se obtenían mediante el fuego. Añadamos cortinas y tapices intentando mantener a raya a las corrientes de aire, y los palacios y mansiones de la época eran verdaderas cajas de yesca: un chispazo y fluuuuuush. Apenas 60 años antes un incendio se había extendido hasta quemar media ciudad de Londres. Pero en 1731 el incendio de Ashburnham House no amenazaba extenderse al resto de la ciudad: lo que amenazaba era con un verdadero desastre cultural. Porque la mansión era la sede de la Biblioteca Cottoniana, en la que Sir Robert Bruce Cotton había recolectado miles de manuscritos procedentes de los monasterios británicos tras su disolución en tiempos de Enrique VIII. Lo que estaba ardiendo era la memoria cultura de la Inglaterra medieval. Tesoros de valor incalculable, como el único manuscrito del Beowulf, estuvieron a punto de perecer entre las llamas aquel día.
Y si no lo hicieron fue por la valentía de algunos de los patronos de la biblioteca, que literalmente se arrojaron al fuego para salvar aquellos libros. Al bibliotecario, un tal Dr. Bentley, lo vieron saltar por una ventana con el Codex Alexandrinus debajo del brazo. Otra alma heroica consiguió salvar el Beowulf, pero no antes de que las llamas alcanzasen el manuscrito, lo bastante para marcar sus páginas, aunque afortunadamente no lo suficiente para hacer desaparecer su contenido. Unos minutos de diferencia, una duda por parte del rescatador, una casualidad durante la catástrofe y ese cantar fundacional del inglés medieval se habría perdido. De hecho cientos, o miles, de manuscritos desaparecieron para siempre en aquel fuego, quizá no tan devastador como el que destruyera la Biblioteca de Alejandría, pero sin duda terrible.Los patronos y bibliotecarios de Ashburnham House salvaron mucho, y debemos estarles agradecidos.
Pero el incidente nos recuerda la cantidad de obras de la Humanidad que se han desvanecido a causa de accidentes, tragedias y del inexorable paso del tiempo. Sabemos que hemos perdido innumerables obras griegas y latinas; sabemos que hasta de Shakespeare o de los cómicos españoles de la Edad de Oro nos faltan obras. Resulta casi inimaginable pensar en los tesoros que sin duda hemos perdido; en los libros devorados por insectos, quemados, reutilizados para rellenar colchones o para taponar goteras. En los textos que se han ido al fondo con navíos, los que se perdieron en pantanos, los que fueron reciclados como leña, o papel higiénico, o candela. Los que se comieron los ratones en monasterios abandonados; los que quemaron herejes de uno y otro bando; los que enemigos hicieron desaparecer, para así borrar la memoria de una nación. Vivimos en un mundo amnésico, rodeados de los fantasmas de miles y millones de textos desaparecidos. Bien está recordar la única fórmula existente para garantizar la pervivencia de un texto, que es multiplicar el número de sus copias. Otra razón más para felicitarnos de la existencia de la tecnología digital e Internet. Hoy el manuscrito original de Beowulf, churruscado y todo, está siendo digitalizado para preservarlo eternamente. Sea.
Luchana dijo
Qué fácil les resulta algunos escribir la historia universal..., mientra se atasca la particular.
Hay tesoros robados irrecuperables.
http://www.youtube.com/watch?v=o3yYM-abFaA
Nightwish - 10th Man Down