La afamada serie de televisión '
Breaking Bad' se basa en un giro argumental clave: el profesor de química Walter White inicia su camino hacia la cima del negocio de la
metanfetamina debido a su capacidad de producir la sustancia con una pureza extrema, superior al 90%. La idea
es probablemente falsa en el mundo real, y aunque es cierto que
los 'superlaboratorios'' de producción existen,
la mayoría de la metanfetamina ('hielo' o 'cristal') que se produce en los EE UU se hace por un método completamente diferente, mucho más chapucero y bastante peligroso: el método 'shake-and-bake' (agita y cocina), el que Walter y Jesse Pinkman utilizan en la primera temporada. En el 'shake-and-bake se utilizan precursores químicos sencillos de obtener y cacharros de cocina corrientes, pero se obtiene un producto de menor calidad y se corre el riesgo de envenenarte o de provocar
explosiones e incendios (que dejan un rastro de 'cocineros' aficionados abrasados que
la publicidad antidroga explota; ojo las personas sensibles). A cambio, cualquiera que conozca el truco, y es un truco más que una sofisticada ingeniería química, puede hacerlo. Si consigue suficiente cantidad de jarabe o pastillas antitos, claro está. Porque
este método depende del uso de un medicamento: la pseudoefedrina, componente habitual de jarabes y pastillas contra la tos que se venden en farmacias sin receta. Hacen falta muchos paquetes de pastillas o varios litros de jarabe para sintetizar una partida de 'cristal', y se han establecido límites de cantidad en las compras. De modo que los 'cocineros' contratan gente para comprar muchas pequeñas cantidades de modo disperso (los llaman 'smurfs', pitufos). Porque lo que no han conseguido años de presión de las autoridades y las organizaciones antidrogas (excepto en dos estados) es que la venta de jarabes con pseudoefedrina se haga sólo con receta médica. El problema:
se enfrentan a alguien incluso más despiadado y poderoso que Walter White: la industria farmacéutica.
Los fabricantes de drogas legales no están para nada interesados en controlar la venta de antitusivos con pseudoefedrina. Y no porque las ventas a los fabricantes de metanfetamina supongan una porción importante de sus ventas, sino porque este tipo de medicamentos les dejan sustanciosos beneficios. La venta sin receta de estos productos es enorme en los EE UU, porque son efectivos y tienen pocos efectos secundarios; ante el más mínimo indicio de catarro o gripe el estadounidense medio se compra uno de estos jarabes o pastillas. Dada la situación de la sanidad, de exigirse recetas para su compra las ventas se desplomarían; sólo aquellos que de verdad lo necesitaran (y tuviesen acceso a un médico) los comprarían. De modo que la industria farmacéutica ha desplegado todo su poderío político y económico para detener el intento de exigir receta en decenas de estados. A pesar de los ruegos de las autoridades y las asociaciones antidroga. Y a pesar de que han fracasado en dos estados (Oregon y Mississippi), lo cual permite calibrar el efecto que tiene sobre el tráfico la medida. Y es espectacular; en ambos estados la producción, el tráfico y las explosiones de laboratorios caseros se han reducido en un 90%. Como consecuencia, la industria farmacéutica esté redoblando sus esfuerzos de presión política para impedir que la medida se extienda a otros estados. Y es que los efectos de la metanfetamina son terribles en vidas y haciendas, pero los beneficios mandan. Y no sólo para los capos de la droga ilegal, como el profesor convertido en criminal Walter White. Los hay legales.

Alejo Alberdi dijo
Dudo mucho que la mayoría de la metanfetamina que se consume en EE UU se obtenga a través este sistema, y tampoco creo que exigir receta para la seudoefedrina sea una buena idea. Lo suyo sería devolver las anfetaminas a las farmacias, quizás no la metanfetamina, pero sí el sulfato y la dextroanfetamina. Desde cualquier punto de vista, son preferibles las farmacéuticas a los cárteles y las cabezas cortadas.
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