La cresta de Edmontosaurus
lunes 13.ene.2014 por Pepe Cervera 0 Comentarios
Si hay animales fósiles que han sido estudiados del derecho y del revés, son los dinosaurios. La fascinación que provocan en niños y adultos, su éxito en los museos de ciencias naturales y en las películas, su historia de provocar incluso feroces competiciones por encontrar y publicar sus fósiles hace de estos fabulosos animales uno de los grupos extintos mejor conocidos. Y sin embargo, tras siglos de análisis detallado y de avances fabulosos en la comprensión de su biología, de vez en cuando aún nos dan una sorpresa. Como nos acaba de dar un cráneo fósil de Edmontosaurus regalis, un dinosaurio herbívoro canadiense extraordinariamente bien preservado, que resulta ser el primero de su clase con una cresta carnosa sobre su cabeza que parece equivalente a la que tienen gallos y gallinas. Al tratarse de una protuberancia blanda no fosiliza con facilidad, y nunca había sido identificada antes.
El hallazgo es diferente a las crestas que aparecen en otros dinosaurios, hechas de hueso y más afines a cuernos como los de ciervos o vacas. Se suele pensar que ese tipo de adornos están relacionados con la biología reproductiva de los animales por analogía con especies actuales. En efecto, en los gallos y gallinas la cresta sólo se desarrolla con la madurez sexual y depende por completo de la acción de las hormonas reproductivas. Su papel es clave en la selección de pareja, y por tanto en la capacidad reproductiva; es un rasgo fuertemente heredable. Es probable que en Edmontosaurus esta cresta también tuviese un carácter sexual, o quizá de relación social grupal, aunque obviamente no podemos saberlo; el comportamiento en general no fosiliza. Como tampoco lo hacen este tipo de estructuras, excepto en condiciones muy especiales: enterramiento muy rápido en sedimentos muy particulares. De los miles de restos de Edmontosaurus conocidos éste es el único con esta característica; quizá pueda tratarse incluso de un rasgo de dimorfismo sexual que sólo tenía uno de los sexos. Es apasionante que incluso animales tan conocidos y aparentemente poco excitantes como E. regalis aún puedan darnos alguna sorpresa, y hacernos soñar.