De este crimen somos menos culpables
lunes 30.jun.2014 por Pepe Cervera 0 Comentarios
El ave de la foto se llamaba Martha, llegó a los 29 años de edad, y fue durante algún tiempo el pájaro más solitario del planeta Tierra: el último ejemplar de su especie. Ectopistes migratorius se extinguió, por lo que sabemos, el 1 de septiembre de 1914, hace casi 100 años, cuanto Martha murió de vejez en su jaula del zoológico de Cincinnati: la última Paloma Pasajera de la historia del universo (a no ser que Steward Brand consiga ‘desextinguirla’). Las historias sobre este animal tienen un tinte fantástico: bandadas tan inmensas y espesas que eran como nubes que ocultaban el sol a su paso durante horas, inagotable fuente de alimento para los indios de las praderas, ramas de árboles que se quebraban al posarse sobre ellos inmensos números de palomas... Se calcula que es en una época fue el vertebrado más numeroso del continente estadounidense. Y en tan sólo unos pocos siglos, desde el asentamiento de los blancos hasta 1014, recorrió el camino de la superabundancia a la extinción. Desde entonces ha sido uno de los ejemplos canónicos del egoísmo atroz y de la infinita capacidad de destrucción de la Humanidad: una especie extinguida a base de sangre y fuego, un ser vivo asesinado hasta la completa aniquilación por la rapacidad humana. Un nuevo análisis, sin embargo, parece indicar que nuestra culpabilidad en este crimen puede ser menor de lo que pensábamos: la Paloma Pasajera ya tenía serias dificultades cuando nos encargamos de rematarla. Al parecer su población ya se había reducido más que notablemente por causas naturales.
El análisis se ha realizado mediante ingeniosas técnicas estadísticas que permiten evaluar el tamaño de una población a partir de la variabilidad presente en su genoma. Para ello un grupo de científicos secuenciaron los genomas de tres ejemplares disecados de Paloma Pasajera conservados en diferentes instituciones de los EE UU, y procedieron a estimar el tamaño de la población original y su tendencia: si era creciente, decreciente u oscilante. En los tres casos el resultado indicaba una población con grandes oscilaciones que había aumentado y disminuido mucho a lo largo del tiempo. Este tipo de oscilaciones no son anormales en múltiples especies muy numerosas, en las que pueden producirse complejos ciclos de interacción con predadores, o con determinadas circunstancias climáticas o botánicas. En el caso de la Paloma Pasajera estaba también la desaparición de los indios en el Medio Oeste, pues las poblaciones indígenas que habían estado cazando durante siglos a estas palomas habían desaparecido a lo largo del siglo XIX. Es probable que las grandes matanzas que, en efecto, se produjeron a finales de este siglo por parte de los colonos blancos contribuyeran a dar la puntilla a esta especie. Pero sólo la extinguieron porque su población ya estaba muy reducida. Otros datos, como un análisis de nichos ecológicos y otro de la disponibilidad de bellotas (alimento fundamental de la Paloma Pasajera) tienden a confirmar estas oscilaciones de la población. No es que se nos pueda declarar inocentes, pero al parecer en la extinción de Ectopistes migratorius no somos los únicos culpables.