El gusano abierto
lunes 2.jun.2014 por Pepe Cervera 0 Comentarios
El escritor escocés de ciencia ficción Charlie Stross postuló en su Lobsters (Langostas), parte de su colección Accelerando que el primer organismo simulado en habitar el tenue mundo del ciberespacio seria Panulirus interruptus, la langosta roja de California. Debido a sus neuronas de considerable tamaño las langostas se han utilizado desde hace años en estudios neurológicos, por lo que la idea de que el primer ser vivo ‘cargado’ en una simulación cibernética basada en el estado de cada una de sus neuronas fuese a ser un miembro de la familia Palinuridae era razonable. Y sin embargo el honor de ser el primer habitante del reino virtual le corresponderá al clon digital de un nematodo usado como sistema modelo llamado Caenorhabditis elegans. Y no sólo eso: además será un modelo ‘open source’ financiado por medio de las aportaciones de miles de personas interesadas. El primer ser vivo virtual va a nacer del ‘crowdsourcing’.
El animal en cuestión es muy bien conocido por la ciencia; de hecho es el único para el que disponemos del conectoma completo, es decir, del mapa de las conexiones entre todas sus neuronas. Claro que para poder hacer este mapa ayuda que el animal tenga tan sólo 302 neuronas, un tercio del total de exactamente 956 células que componen su organismo. Su diminuto y muy estudiado organismo del que conocemos hasta los últimos detalles de su anatomía, fisiología y comportamiento. De ahí OpenWorm: la idea es simular el estado de cada célula a partir de una estimación de su estado bioquímico interior, y a partir de ahí llegar a completar la simulación de las funciones superiores del organismo completo. De esta forma entenderíamos cómo se conecta el mundo de la interacción bioquímica con el funcionamiento de los órganos, y éste con el movimiento, la localización de comida, su captura, etc. Las simulaciones se comprobarán con vídeos del comportamiento real del animal; las que mayor rango de conductas sean capaces de reproducir serán mejores. Y a la larga podrán ayudarnos a comprender el funcionamiento de sistemas nerviosos mucho más complejos, como el nuestro. Da qué pensar que el proyecto haya tenido que financiarse mediante una petición en Kickstarter, aunque también destaca una realidad: la ciencia mola, y la gente está dispuesta a ayudar económicamente si el proyecto merece la pena. OpenWorm necesitaba 120.000 dólares, y los consiguió el pasado mayo. La gente arrima el hombro allá donde el estado abandona.