El antiguo prestigio del herrero
domingo 31.ago.2014 por Pepe Cervera 0 Comentarios
El oficio del herrero es uno de los más antiguos, y de los más reputados y prestigiosos durante una buena parte de la historia. Desde que se extendiera el arte de extraer y trabajar los metales la herrería se convirtió en un oficio imprescindible muy protegido por los poderosos, que necesitaban sus productos, y también por los campesinos, por las mismas razones. El mundo está lleno de personas apellidadas herrero, smith, schmidt, seppälä, forgeron, kuznéts o sus equivalentes en cada idioma, porque durante muchos siglos el oficio de domar el metal era uno de los más reconocibles y extendidos, dotado además de una cierta aura mágica: lo que hacían estos hombres era crear herramientas de potente hierro o acero a base de fuego e incesante martilleo, doblegando mediante conocimientos y voluntad aquellos metales de tan enorme dureza y valor. Y sin embargo los descubrimientos arqueológicos parecían indicar que los primeros herreros conocidos eran, curiosamente, esclavos; en yacimientos como la así bautizada ‘Colina de los Esclavos’, en el israelí Valle de Arava, aparecían asentamientos de minería y refinado del cobre de hace 3.000 años, con vallas y otros elementos que hacían pensar en que sus habitantes, mineros y refinadores del metal, estaban allí contra su voluntad. Recientes descubrimientos contradicen, sin embargo, esta teoría: los herreros del asentamiento eran mucho mejor tratados que los esclavos.
La extrema aridez del Valle de Arava ha permitido que se conserven materiales orgánicos que datan de hasta 10 siglos adC, incluyendo restos de comida (frutos, granos, etc) y de tejidos. Además se han podido recuperar restos microscópicos, como huesos de pez, que indican que los trabajadores de aquellas instalaciones recibían los mejores alimentos disponibles en la época: carne de la mejor calidad, frutas, granos e incluso pescados del Mediterráneo, situado a centenares de kilómetros, formaban parte de su dieta. Esto hace suponer que se trataba de trabajadores muy apreciados y bien tratados, a diferencia quizá de los mineros en el mismo complejo, que puede que sí fueran esclavos. Los muros, al fin y al cabo, tal vez no fueran para aprisionar a los de dentro, sino para impedir el paso a los de fuera, interesados quizá en robar los lingotes del valiosísimo cobre que allí se extraía. Aquellos protoherreros tenían que dominar entre 40 y 60 variables diferentes para llevar a cabo los procesos que transformaban la mena inútil en rico metal, y como a cualquier especialista en trabajos delicados es más fácil convencerle de que trabaje que forzarle a que lo haga. Esto nos da una medida de lo importante que fueron los especialistas en metales durante milenios, Y también, más melancólicamente, del poder de la innovación, que en menos de un siglo ha acabado casi por completo con este oficio milenario.