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Los faraones negros y la ciudad de las pirámides

    martes 2.sep.2014    por Pepe Cervera    0 Comentarios

No hay nada más quintaesencialmente egipcio que las pirámides, ¿verdad? Moles pétreas en el desierto, ingentes cantidades de sudorosos trabajadores, momias y faraones... Basta evocar su nombre para que nos venga a la imaginación toda la fascinación del Antiguo Egipto. Pero la verdad es que la pirámide como forma arquitéctónica aparece en numerosas construcciones de la antigüedad de pueblos muy diversos, desde Caral en el Perú de hace 7 milenios hasta las construcciones aztecas o los enterramientos de la China más remota. El viejo Egipto está muy lejos de poseer el monopolio de esta figura, y de hecho, como nos cuenta en Slate Atlas Obscura, la mayor concentración mundial de pirámides se encuentra fuera de sus fronteras actuales, e incluso históricas: están en la antigua ciudad nubia de Meroe, en el actual Sudán. Y datan de un periodo que a los egipcios no les gustaba mucho recordar: la época de los faraones negros, cuando los nubios se hicieron con el trono de Egipto y se coronaron como máximos dignatarios religiosos y políticos.

Meroe_Pyramids

En Meroe hubo más de 220 pirámides repartidas en tres diferentes zonas. Eran mucho más pequeñas y característicamente más puntiagudas que las típicas de más al norte, pero eran pirámides al fin y al cabo, y muchas se conservaron sorprendentemente bien hasta el siglo XIX, cuando aventureros europeos las reventaron buscando tesoros. Meroe fue una de las ciudades capital de la dinastía nubia que gobernó el Reino de Kush y también Egipto entre los años 760 al 656 adC, la llamada XXV Dinastía. Desde allí gobernaron un imperio que iba desde el Mediterráneo hasta la actual Jartum, o más al sur incluso, y que incluía ambas orillas del Nilo. Los egipcios preferían olvidar estos 75 años, puesto que los nubios fueron sus enemigos perpetuos, mucho más que los pueblos de más al norte (Hititas, Mesopotámicos o Persas) con los que también tuvieron sus más y sus menos a lo largo de la historia. Y es que aquellos faraones que durante casi un siglo dominaron Egipto eran negros.

La frontera entre Egipto y Nubia ha sido desde siempre más que una simple divisoria entre países o reinos: es una falla etnográfica clave, la frontera entre los pueblos caucásicos que viven al norte de la franja desértica del Sahara y los africanos negros que viven al sur. Hoy la línea de fricción puede encontrarse en toda África desde Nigeria a Sudán del Sur, y separa a gentes con aspecto, cultura y religiones diferentes; el Islam llegó precisamente hasta esta línea y apenas la sobrepasó. La mayor parte de los triunfos que aparecen reflejados en los monumentos del Antiguo Egipto muestran faraones aplastando y esclavizando enemigos de claros rasgos negroides; la gran rivalidad no era ya la existente entre el Alto y el Bajo Egipto, sino la que enfrentaba a los egipcios todos son sus vecinos nubios del Sur y que puede rastrearse hasta hoy. Por eso este periodo de gobierno de los faraones negros tendía a ser olvidado por los cronistas egipcios posteriores, y de las estelas que recordaban las victorias de los conquistadores del sur apenas han sobrevivido fragmentos. Y por eso, y por su localización remota, las necrópolis repletas de espigadas pirámides de Meroe son mucho menos conocidas que sus primas del norte. Ellas y los Faraones Negros para los que se construyeron casi han desaparecido así de la historia.

Pepe Cervera    2.sep.2014 09:00    

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Bio Retiario

Pepe Cervera es periodista, biólogo y, entre muchas otras cosas, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos. Colabora con diversos medios y es un apasionado de Internet.
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