Estamos durmiendo mal
martes 9.dic.2014 por Pepe Cervera 0 Comentarios
El estrés lleva al insomnio; el insomnio a estar con la cabeza a media asta, a cometer errores, a trabajar mal y rendir poco, lo que complica el estrés. Y el círculo se cierra: esas noches dando vueltas en la cama, esas madrugadas blancas de infinito cansancio y completa imposibilidad de conciliar el sueño, esa agonía. Pensaríamos que con los millones de años que nuestra especie (y antecesoras) hemos pasado durmiendo una tercera parte de nuestras vidas, esto sería algo que cualquier ser humano debería hacer bien. Al menos experiencia no nos falta. Y sin embargo si un historiador estadounidense tiene razón desde el siglo XIX estamos durmiendo mal. En concreto desde la llegada de la iluminación nocturna eficiente (lámparas de gas, y eléctricas) hemos pasado a considerar lo normal dormir toda la noche de un tirón, en un bloque único y continuo, mientras que nuestros antepasados dormían en dos bloques separados por entre una y tres horas de vigilia. Es lo que se ha dado en llamar Sueño Segmentado, o partido, y que según este historiador (A. Roger Ekirch, apoyado por algunos colegas) sería el patrón ancestral y natural de sueño de la Humanidad. Nuestras patologías del sueño no serían más que un reflejo de que esto de dormir hemos dejado de hacerlo como se debe: en dos tandas (tres, si incluimos una breve siesta post-almuerzo).
Las evidencias de Ekirch, en consonancia con su especialidad de historiador, vienen de los textos antiguos. En ellos ha localizado múltiples referencias a un ‘Primer’ y un ‘Segundo’ sueños que los antiguos consideraban normales y que citaban con frecuencia en libros, cartas y otros recursos escritos. El espacio de vigilia intermedia no tenía un nombre reconocible, y durante ese tiempo lo normal era dedicarse a rememorar sueños, hacer el amor (una actividad muy popular tras el primer descanso reparador) o, en el caso de los creadores con gran frecuencia a escribir. En efecto, se conservan múltiples referencias a lo adecuado de este periodo para la creatividad y la expresión libre, incluso torrencial, aunque al parecer no era apto para cualquier tipo de trabajo intelectual, pues las facultades críticas estaban menguadas. Basándose en las ideas de Ekirch el psiquiatra Thomas Wehr llevó a cabo un limitado experimento en el que 8 varones sanos quedaron confinados en una habitación durante 14 horas diarias de oscuridad a lo largo de todo un mes. Tras un periodo inicial de ajuste sus patrones se autorregularon en torno a dos tramos de sueño de 3-4 horas, separados por una vigilia de 2-3 horas. Los datos del experimento son más sugerentes que concluyentes, dado el reducido número de personas y la falta de controles, pero refuerza los datos históricos. Es posible que la luz artificial nos haya hecho olvidar cómo conseguir un sueño reparador en dos tramos, y que nuestras actuales dificultades tengan que ver con este olvido. Va a resultar que no sabemos ni dormir como debe ser...