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Necesitamos compañía como comer

    domingo 21.dic.2014    por Pepe Cervera    0 Comentarios

A todos nos gusta estar solos de vez en cuando; alejarnos del mundanal ruido, tener un rato para nosotros mismos sin compañías ni interrupciones. Y sin embargo sabemos con certeza que la soledad es perniciosa para nosotros, hasta el extremo de que la compañía de otras personas es tan importante para nuestra salud como la comida o el aire. Pasa suficiente tiempo sin respirar, o sin comer, y lo lamentarás; pasa suficiente tiempo en solitario y tu mente acabará por romperse. Somos unos primates tan extremadamente sociales que para nosotros estar en compañía es imprescindible. Incluso la salud física se ve afectada: el cuerpo reacciona a la soledad prolongada con una respuesta extrema del sistema inmunológico, que se comporta como si estuviésemos siendo atacados y libera un torrente de sustancias de estrés. Esto, a su vez, provoca síntomas físicos, como inflamación generalizada, que agravan la situación.

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Pero lo peor ocurre en la mente. A nuestra mente no le gusta carecer de estímulos, y si se suprimen (oscuridad, silencio o ruido blanco, atenuación del tacto), la mente deja de funcionar con propiedad. Hacer cuentas o asociar palabras se vuelve complicado y laborioso. Los ojos se desenfocan y son incapaces de recibir luz adecuadamente. Los oídos se inventan sonidos (tinnitus). El cerebro, sometido a privación de estímulos sensoriales, se inventa lo que no recibe y surgen alucinaciones visuales, auditivas e incluso táctiles. Las mujeres pueden perder la regla, e incluso sufrir menopausia prematura. Aparecen la depresión y la agresividad. El primer y más intenso síntoma es la pérdida de referencias temporales: el tiempo se alarga desmesuradamente, como mostraron experimentos realizados por la NASA en completo aislamiento simulando las condiciones de un viaje espacial en soledad. Pero un experimento de los años 50 en Canadá ya había mostrado el terrible efecto del aislamiento sensorial y social, que provocó tales reacciones en los voluntarios que hubo que suspenderlo a los pocos días, aunque estaba previsto que durase tres semanas. Otros experimentos lo confirman: a los humanos no nos gusta la soledad extrema. Sus efectos pueden ser dramáticos.

No todo el mundo reacciona igual; militares entrenados o aventureros acostumbrados a realizar proezas en solitario pueden resistir mucho mejor los efectos de la soledad, aunque a menudo sus estrategias pueden resultar curiosas. Por ejemplo, personalizar objetos inanimados e interactuar con ellos como si fueran gente, como hacía en la película ‘Náufrago’ el personaje interpretado por Tom Hanks con la pelota de voleibol ‘Wilson’. Científicos e intelectuales que han sido encarcelados en soledad han resistido desarrollando juegos y ejercicios mentales. Otras personas, sin embargo, pueden llegar a enfermar, e incluso a perder por completo la cabeza. En los EE UU el confinamiento en solitario es un castigo habitual en las cárceles de máxima seguridad para los presos recalcitrantes y violentos, y se usa con generosidad: más de 60.000 presos se han visto sometidos a ello, e incluso hay uno (Thomas Silverstein) que lleva más de 30 años en soledad. Se sabe que muchos de ellos acaban por desarrollar violentas psicosis, incluso cuando antes del confinamiento no tenían problemas mentales; muchos acaban por autoherirse, y se sabe que la tasas de suicidios entre presos es mucho más elevada entre quienes han sufrido la soledad.

Cada vez más gente considera la práctica como tortura, y cada vez más la ONU se inclina por prohibirla. Lo interesante es que privarnos de la compañía y la interacción con otros no s cause tanto dolor que pueda acabar siendo considerado tortura. Somos un primate tan social que dejarnos solos nos rompe. Porque para nosotros la compañía de otros humanos es tan imprescindible como el aire, el agua o la comida. La alternativa es la muerte, si no física sí mental: la desaparición del yo. 

Pepe Cervera   21.dic.2014 23:39    

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Pepe Cervera

Bio Retiario

Pepe Cervera es periodista, biólogo y, entre muchas otras cosas, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos. Colabora con diversos medios y es un apasionado de Internet.
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