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Las bacterias aliadas

    domingo 15.feb.2015    por Pepe Cervera    0 Comentarios

Vivimos en un océano de microbios, y de hecho en nuestro interior hay 10 veces más células bacterianas que células propias; más o menos un kilo de nuestro peso corresponde a microorganismos en nuestro interior. Miles de especies diferentes de bacterias viven en nuestros intestinos, y en ellas hay 150 veces más genes que en nuestras propias células. Cada vez está más claro que este microbioma personal (llamado flora bacteriana habitual) es vital para muchas funciones importantes, desde el equilibrio de la piel y del sistema inmunitario a (por supuesto) la digestión. Estamos descubriendo que la interacción con las bacterias que viven dentro de nuestro cuerpo es fundamental para nuestro metabolismo y bienestar: somos simbiontes con una gran cantidad de especies microbianas, y sin ellas no podemos vivir.

Pero tenemos una relación muy bipolar con los microbios: o los esclavizamos para nuestros fines, como los que usamos para hacer el vino, el queso, la cerveza o los embutidos, o bien los asesinamos en masa con nuestra higiene y nuestra asepsia. Las cosas modificadas por microorganismos muchas veces nos dan asco, lo que indica que en la carrera evolutiva ha triunfado quien se protege de ellas: así rechazamos los alimentos en descomposición, los excrementos o los cadáveres en descomposición que pueden contagiarnos enfermedades. Desde que descubrimos la causa de la putrefacción y de muchísimas enfermedades, que son las bacterias, hemos mejorado mucho nuestra salud a base de eliminarlas para evitar el contagio. Hemos inventado antisépticos, y también antibióticos, que son muchos de ellos venenos creados por los propios microorganismos para usarlos en sus luchas internas, y que hemos adaptado para que nos curen. La higiene, la antisepsia y los antibióticos ha salvado muchos millones de vidas.

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Sin embargo ahora estamos descubriendo que el exceso de higiene también puede causar problemas. Nuestro sistema inmunitario evolucionó y se desarrolla durante la maduración del individuo rodeado de amenazas, y el proceso puede averiarse si esas amenazas no están presentes. Se considera que la ausencia de microorganismos es determinante en algunas enfermedades, y cada vez descubrimos más aspectos en los que la presencia de bacterias no es tan perjudicial y puede ser incluso beneficiosa. De ahí el desarrollo de ideas como los trasplantes fecales, que suenan fatal pero que sirven para recuperar microbiotas ‘averiadas’ y resolver los problemas que provocan cuando están desequilibradas o determinados microorganismos faltan. Su historia es mucho más antigua de lo que podemos pensar: ya en el siglo 4º un médico chino los recomendaba para ciertos trastornos, y se han usado (con éxito) para enfermedades como colitis ulcerosa o infecciones de una bacteria llamada Clostridium difficile que puede matar en horas. No todas las bacterias son malas.

Y ahora que muchos antibióticos están dejando de funcionar debido a la extensión de la resistencia en poblaciones silvestres de bacterias estamos buscando otras formas de atacar a las bacterias nocivas como los virus bacteriófagosEstamos usando virus contra las bacterias porque son letales para ellas e inofensivos para nosotros, y porque son muy selectivos: sólo matan un tipo concreto de bacteria, dejando tranquilas a las demás. Es decir, que estamos iniciando el camino de aliarnos selectivamente con las bacterias en lugar de eliminarlas a todas: de escoger cuáles nos favorecen y animar su crecimiento para desplazar y hacer la vida imposible a las que nos perjudican. Un enfoque ecológico de alianza con algunos microorganismos que supone alterar los equilibrios entre ellos y nosotros en lugar de intentar barrerlos a todos, que ya hemos visto que puede dejarnos expuestos a los más peligrosos.

En el futuro podríamos ir más lejos. Tenemos las técnicas para modificar los genomas de los microorganismos y ya hay algunos a los que hemos ‘tuneado’ y puesto a trabajar fabricando moléculas biológicas útiles para nosotros, como insulina. Nada impide que hagamos lo mismo con, por ejemplo, medicamentos: algún día en lugar de tomarnos una pequeña cantidad de una medicina en una cápsula podríamos infectaremos deliberadamente con un cultivo bacteriano que produzca ese medicamento en nuestro interior. Sembraremos bacterias ‘buenas’ para ayudar a la digestión o para curar enfermedades.

Podríamos, por ejemplo, tratar enfermedades de la piel manteniendo ecosistemas bacterianos sanos sobre nosotros en lugar de barrer los naturales con jabones y lociones, o ampliar nuestras capacidades biológicas dándonos la posibilidad de digerir y absorber alimentos que no somos capaces de asimilar. Hoy se están usando ya bacterias para crear las moléculas componentes de ciertos perfumes; mañana podríamos disponer de un perfume ‘vivo’ en forma de colonias microbianas sobre nuestra piel que secreten de modo continuo nuestro aroma favorito. Nunca más usar un agua de colonia; con una aplicación bastará para siempre (o hasta que nos hartemos). En el futuro la actual ultralimpieza indiscriminada parecerá tan brutal y primitiva como hoy nos parece la suciedad del pasado.

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Y mucho más en el futuro podríamos hasta desarrollar estructuras externas simbiontes capaces de albergar y mantener microbios ’amaestrados’ para trabajar en conjunto con nuestras células, algo así como órganos externos artificiales. El equipo de Neri Oxman en el MIT ha diseñado y construido mediante impresión 3D lo que llaman ‘pieles de quita y pon’, y especula con que órganos artificiales como estos podrían servir para mejorar la capacidad del cuerpo humano para viajar por el espacio complementando nuestra limitada biología. La pieza de la imagen, bautizada ‘Mushtari’, está diseñada para interactuar con la atmósfera de Júpiter y extraer de ella alimento y oxígeno. Hoy este tipo de biosistemas están todavía muy lejos, pero quién sabe; cuando aprendamos a trabajar con y no contra los microbios que están dentro de nosotros. ¿dónde estará el límite?

Pepe Cervera   15.feb.2015 23:34    

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Pepe Cervera

Bio Retiario

Pepe Cervera es periodista, biólogo y, entre muchas otras cosas, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos. Colabora con diversos medios y es un apasionado de Internet.
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