Elogio del usuario
viernes 13.mar.2015 por Pepe Cervera 0 Comentarios
Estamos fallando al público de Internet; estamos fracasando.
La razón: los medios de comunicación digitales seguimos haciendo lo mismo que en la Era del Papel. Tratamos a nuestro público como a lectores. Y no lo son: son Usuarios.
Veamos las diferencias con un recorrido histórico. Cuando se inventa la escritura se hace algo mágico: congelar las palabras. Esto permite, por ejemplo, entablar diálogo con los muertos; la distancia o el tiempo no son obstáculo para recibir palabras de otras personas.
La escritura, sin embargo, era lenta y cara, y se desplazaba sólo a la velocidad e una persona andando (o un barco navegando). Las copias eran escasas, y por tanto las palabras escritas eran frágiles y poco comunes. Poca gente sabía escribir, y poca gente sabía leer.
La lectura era una actividad burocrática, o bien social: como con las aucas y aleluyas de los pregoneros del siglo XIX o como en los refectorios de los monasterios uno leía y los demás escuchaban. La lectura entroncaba con las narraciones de los juglares, con los cuentacuentos alrededor de la hoguera, con los discursos en el foro. Perseguía no sólo la profundidad de análisis y pensamiento, sino el impacto en el público: incluía un elemento de espectáculo. Incluso en Roma los ricos que no sabía leer compraban esclavos para que les leyeran.
Esto cambia cuando aparece el concepto de la lectura silenciosa, tradicional (aunque incorrectamente) establecido en un comentario de San Agustín en sus Confesiones sobre su maestro San Ambrosio, obispo de Milán: “Cuando leía sus ojos recorrían la página y su corazón buscaba el sentido, pero su voz estaba en silencio y su lengua quieta. Cualquiera se le podía acercar y nunca se le anunciaban las visitas, así que con frecuencia cuando íbamos a visitarle le encontrábamos leyendo de este modo, en silencio, pues nunca leía en voz alta”.
Aquí tenemos ya un Lector en el sentido moderno del término: alguien para el que la lectura no es una actividad social, sino que la practica como un asunto intensamente personal, solitaria, e incluso un poco antisocial (el tono de San Agustín, antaño considerado como asombro, hoy se interpreta más bien como preocupación ante lo huraño del gesto).
En cualquier caso el Lector privado y silencioso crea un tipo de comunicación con el autor muy diferente al de la lectura comunal considerada como acto social. Se trata de una comunicación directa y personal, ordenada en un hilo argumental particular y en un medio que se presta especialmente a la introspección y el análisis en profundidad.
Estas son las grandes ventajas que defienden quienes salen a luchar por al Libro como concepto y no como objeto, que es una forma como otra cualquiera de coleccionismo. El Lector, nos cuentan, tiene ventajas sobre otros sistemas de acceso al conocimiento. La concentración y el recogimiento del acto de leer en silencio ayudan a la memoria y la comprensión; el hilo argumental que decide el autor le ayuda a dirigir el pensamiento del lector, y se presta al análisis en gran profundidad. El conocimiento hondo y verdadero sólo es posible mediante la lectura cuidadosa, detallada, y profunda. De hecho el conocimiento sólo es posible de este modo. Lector, por tanto, es igual a conocedor, y quien no sea un Lector en este sentido jamás podrá acceder a la verdadera sabiduría.
Éste es el Mito del Lector, y la razón por la que quienes trabajamos en el ámbito digital estamos haciendo un flaco favor a quiene confían en nosotros. Porque tenemos interiorizado el Mito del Lector y estamos descuidando un nuevo modo de acceso a la información que aparece encarnado en lo que llamaremos el Usuario.
Lo destructivo del Mito del Lector no es que considere útil, positiva y deseable esta forma de adquirir información. Lo malo es que la considera la Única posible, desprecia la posibilidad siquiera de que existan otras y las rechaza. De ahí el desprecio hacia los conocimientos adquiridos en la práctica. Y de ahí también el rechazo a que pueda existir un modo de comprensión diferente al de la sabiduría analítica en profundidad. Para el Mito del Lector este tipo de comprensión es única, y perfecta.
Pero no es así. Este modelo cognitivo tiene problemas, y problemas muy serios que se están agravando cada vez más por nuestro rechazo a contemplar siquiera otros modelos de comprensión y entendimiento. Y también porque es absolutamente inadecuado en la Era de Internet y de la sobredosis informativa. De hecho es contraproducente.
Porque la Era del Lector que ahora está terminando nos ha dejado problemas. La profundidad de análisis que anima la lectura y la natural tendencia gregaria de los humanos ha terminado por crear silos de conocimiento casi aislados unos de otros entre los que la comunicación resulta virtualmente imposible. La tendencia analítica que surge de modo espontáneo del concepto Libro ha acabado por hacer que los especialistas, como dice el chiste, sepan cada vez más sobre cada vez menos, hasta que lo saben todo sobre nada. La cuchilla analítica ha acabado haciendo lonchas tan finas que el conocimiento se hace imposible.
Hace mucho tiempo que estos problemas del conocimiento analítico en profundidad son conocidos. De hecho éste es el problema que intentaba resolver Vannevar Bush cuando conceptualizó en 1945 el ‘Memex’, una máquina de almacenamiento y sobre todo de interconexión de datos. Temeroso del creciente aislamiento entre disciplinas científicas Bush ideó un sistema de ‘Senderos’ que permitirían al usuario del Memex navegar entre documentos por un camino predefinido por otros. De este modo el estudio se transformaba de destino al que llegar en recorrido que ir cubriendo, y se resaltaba la conectividad del pensamiento sobre el mero almacenamiento masivo. Era una visión diferente de la inteligencia para la cual los vínculos entre ideas son más importantes que las propias ideas aisladas. Algo especialmente importante cuando hablamos de una máquina que pretendía servir como una especie de prótesis del pensamiento, permitiendo al ser humano aumentar la potencia de su mente del mismo modo que el vapor o la hidráulica aumentan la de sus músculos.
Y esto es importante, porque el Memex es el antecesor conceptual directo de la World Wide Web. La interconexión de ordenadores mediante hiperenlaces no se parece por casualidad a los Senderos de Vannevar Bush, es su descendiente a través de un parentesco que incluye nombres como Ted Nelson, Douglas Engelbart y Tim Berners-Lee. La actual Internet es una máquina de interconectar ideas diseñada para crear una nueva forma de acceder al conocimiento: un modo diferente de pensar que pudiera resolver los problemas en los que nos ha metido el viejo modo de pensar basado en el libro.
La Web está diseñada para acabar con el Lector y reemplazarlo por el Usuario. No es un defecto: es su propósito. Y nosotros, los que hacemos Internet, no lo estamos sabiendo utilizar. Atrapados en nuestra vieja forma de pensar, en la nostalgia del Lector y en su Elogio, no estamos siendo capaces de transformar nuestro pensamiento. Por eso estamos fallando a aquellos a los que servimos. A los Usuarios, a los que insultamos de mil formas directas o indirectas y a los que abandonamos por negligencia. Y a los que debemos mimar, y elogiar.
El lector es pasivo, receptor inerme de las palabras emitidas por otro. El Usuario es activo y participa en un diálogo, no encaja un monólogo.
El Lector recorre de modo lineal un camino marcado por el autor. El Usuario puede establecer su propio camino.
El Lector almacena; el Usuario conecta.
El Lector está atrapado en una relación jerárquica en la que uno sabe (el autor) y otro ignora (el Lector); el conocimiento se considera así propiedad de unos pocos y como tal objeto de comercio. El Usuario tiene su propio conocimiento que aportar en el intercambio, y puede hacerlo, lo cual sitúa la relación con el Autor en pie de igualdad y elimina las tentaciones de la jerarquía y la propiedad, limitando el comercio y fomentando el intercambio y la colaboración.
El Lector está solo; la lectura silenciosa es el epítome de lo antisocial y de la tarea única. El Usuario es gregario y por naturaleza y necesidad multitarea.
Los medios digitales deben abandonar el Mito del Lector y empezar a trabajar en productos que puedan satisfacer y resolver los problemas del Usuario, y a través de ellos los problemas de la sociedad en su conjunto. De lo contrario no sólo acabaremos por desaparecer, sino que nadie nos echará de menos.
Texto basado en mi ponencia de igual título en el XVI Congreso de Periodismo Digital de Huesca.