El mundo antes del dinero
jueves 19.nov.2015 por Pepe Cervera 1 Comentarios
¿En qué se pagaba a los trabajadores que construyeron las Pirámides, o Machu Picchu? Contrariamente a lo que nos imaginamos aquellos constructores no eran esclavos, sino trabajadores a los que se pagaba bien. Pero no recibían dinero, porque en sociedades como el Egipto Faraónico o el Imperio Inca el dinero no existía. ¿Cómo les pagaban, entonces? ¿ªPuede funcionar una sociedad sin dinero, y de ser así, cómo se vive en ella?
Aunque hoy nos resulte difícil de creer muchas sociedades humanas han vivido sin dinero. El dinero, la moneda, es una tecnología que se inventó relativamente tarde. Los pueblos del Mediterráneo oriental y de mesopotamia usaban ‘protomonedas’ hace cerca de 3.500 años. Pero las primeras acuñaciones de moneda tal y como las conocemos hoy se produjeron hace unos 2.700 años en el reino helenístico de Lidia, en la actual Turquía. El monarca fue el rey Aliates; su hijo se llamaba Creso.
Para entender el dinero tenemos que remontarnos al origen del comercio: el intercambio o trueque. Te doy una gallina a cambio de esa vasija de barro. Pronto la cosa se complica; ¿y si tú ya tienes gallinas? ¿Entonces me quedo sin vasija? Pero a lo mejor tú necesitas una túnica; yo te doy la gallina por la vasija y tú cambias la vasija por la túnica. Todo se simplifica si tenemos un depósito intermedio de valor; algo que yo te pueda dar y que tú luego puedas dar a un tercero a cambio de lo que quieras tener. A ese medio de intercambio intermedio lo llamamos dinero.
Existen dos tipos de dinero diferentes: el dinero mercancía y el dinero por decreto, o fiduciario. En el dinero mercancía lo que vale es el material: yo te doy 12 gramos de plata, o de oro, o de bronce, que tú puedes dar a otro o puedes fundir para hacerte una joya o una herramienta. Este es el sistema que usaban en Mesopotamia hace casi 4.000 años, con pulseras de plata enrolladas en el brazo que no eran joyas: eran la cartera. Para comprar un pollo en el mercado el vendedor les pedía, pongamos, 10 gramos de plata: el comprador cortaba un trozo de pulsera, se pesaba, se lo daba al vendedor, y en paz.
A veces se creaban pesos y formas estándar para ahorrar tiempo, como en el dinero-cuchillo chino hecho de bronce, las grzywnas medievales polacas en forma de hachuela, las deben (medidas fijas de oro, plata y cobre) del Egipto Faraónico o las manillas Okpoho de Nigeria, de bronce y cobre. Pero el valor se lo daba el material. Los tratos de dotes medidas en cabezas de ganado (vacas, ovejas o camellos) pertenecerían a este grupo; en este caso la unidad monetaria sería el camello.
Para facilitar las cosas algunos gobernantes empezaron a acuñar monedas, que en un principio no eran más que lingotes estándar de metal precioso con una señal que indicaba que su peso había sido comprobado por el gobernante; este es el modelo que se extiende allá por el siglo VII adC a partir del Mediterráneo oriental y se acaba por convertir en el germen del dinero actual.
Pero hay otro tipo de monedas: el llamado dinero fiduciario. Consiste en que toda la sociedad decida, o un gobernante imponga, usar algo que carece de valor intrínseco pero sirve como método de intercambio. Si entre todos decidimos que un trozo de papel, una concha o una piedra especial representan un valor y todos lo respetamos (aceptando este medio de intercambio arbitrario en las ventas) todos salimos ganando. Los ejemplos abundan, desde los Wampun de América del Norte, cuentas de collar hechas de caracoles marinos a las Porcelanas o cauries usadas durante siglos en gran parte de África (donde se usaron en la trata de esclavos) y en China, o las enormes Piedras Rai de la isla de Yap, que no se mueven pero cambian de dueño. O como el papel moneda actual, que tiene el valor que la sociedad en su conjunto decidimos darle. Porque el papel, el plástico de la tarjeta o los bits en la red telemática no tienen valor por sí mismos, sino por decreto.
Y aunque parezca mentira han existido sistemas más radicales aún que usar cuchillos, grandes piedras o conchas marinas como moneda: sistemas económicos que duraron miles de años y que no necesitaban ningún tipo de moneda en absoluto.
Un ejemplo es el Mitado Inca, o hacer la Mit’a (un tipo de corvea o trabajo forzado). Los pueblos sometidos a los Incas pagaban sus impuestos parte con sus excedentes de cosecha, pero otra parte en forma de trabajo colectivo. Por ejemplo una aldea podía tener por obligación mantener un puente colgante en su territorio, lo cual implicaba reconstruirlo cada año (son de cuerda, y se deterioran). Otro pueblo podía encargarse del mantenimiento de los Chasquis (correos imperiales a pie) en un tramo de carretera. A cambio esa aldea tenía derecho a recibir ayuda alimentaria de los almacenes de emergencia o Colcas donde el imperio guardaba los excedentes, de tal modo que cuando en un valle andino el año había sido malo las colcas proveían comida de uno donde el clima no había sido tan atroz. Y también a protección militar.
La Mit’a no sólo permitía un trueque de trabajo por impuestos, sino por ayuda en caso de desastre. Debido a ello muchos valles andinos se sometieron más o menos voluntariamente a los incas. Más tarde el Imperio español adoptó la Mita como sistema de trabajo forzado para explotar, por ejemplo, las minas del Potosí. Dentro de cada valle y tribu existía el trueque y también el Ayni, una forma de ayuda recíproca en la que se intercambia trabajo entre vecinos (hoy por ti, mañana por mí) dentro de cada grupo pequeño y haciendo extenso uso del prestigio personal.
Del mismo modo el Egipto Faraónico era una economía planificada: los trabajadores de las Pirámides (que no esclavos) y de los grandes templos, que eran también graneros, almacenes de los excedentes recogidos como impuestos, tenían un sistema parecido al mitado. Parte de los trabajadores en las obras eran fijos y cobraban en grano (5 sacos y medio al mes un trabajador; 7 sacos y medio cada mes un capataz), pero otros eran temporales y trabajaban un tiempo al año (normalmente un mes de los 10 del calendario egipcio) en proyectos estatales (templos, tumbas, canales, carreteras, el ejército). Esto se hacía durante los meses de inundación en los que no se podía cultivar en el Valle del Nilo. El trabajo era obligatorio, pero a cambio recibían alimento durante un periodo en el que no podían cultivar; alimentos que salían de los propios impuestos cerrando el círculo de redistribución.
Entre los indígenas de la costa pacífica de Canadá y los EE UU el sistema social era aún más radical, porque se basaba por completo en el prestigio personal y tribal: no había que acumular moneda sino buen rollo. El prestigio se adquiría no teniendo cosas, sino regalándolas en una ceremonia denominada Potlach. En estas ceremonias, vinculadas a eventos familiares (bodas, funerales, nacimientos, etc), una tribu o familia retaba a otro grupo a una competición consistente en dar: dar comida, bebida y regalos, que incluían comida en conserva, canoas o incluso esclavos.
El ganador, en prestigio e influencia, era el grupo que regalaba (o incluso en los últimos tiempos de decadencia, que destruía) más bienes materiales. No se trataba de comer, beber y bailar: se trataba de apabullar, de desbordar, de desmoralizar. La tribu ganadora con frecuencia quedaba privada de recursos hasta el hambre. Pero su influencia y prestigio crecía, y con ellos los terrenos de caza, pesca y forrajeo o la posibilidad e comerciar o de establecer alianzas. Sistemas similares eran habituales entre ciertas tribus de Papúa Nueva Guinea, a veces con consumo de carne de enemigos, otras veces de cerdos (valioso recurso allí).
En el pasado hubo otras formas de dinero, e incluso otras formas económicas en las que la mera idea monetaria era innecesaria e incluso contraproducente. Porque cuando el prestigio social depende de regalar la sociedad es muy diferente, y el modelo actual no es el único posible. Aunque nos parezca que el sistema económico en el que vivimos es inmutable hubo otros, y durante milenios los humanos hemos sobrevivido en sociedades complejas que sin embargo no habían inventado (ni necesitaban) dinero. Conviene recordarlo: algunos de los más apabullantes monumentos de la antigüedad se llevaron a cabo antes de que existiese el dinero, y sus consecuencias. La vida sin moneda es posible.
fernando dijo
Totalmente de acuerdo. Hoy tenemos que comprender que el principal problema de la humanidad no es la escacés de recursos, ni de energéticos, ni de alimentos, ni de agua, es el exceso de influencia del DINERO en TODO!!. Tenemos que emanciparnos del control del dinero y abolirlo como abolimos la esclavitud. El dinero frena todo el desarrollo y el avance tecnológico. Tenemos que volver a generar auto-suficiencia y reconectarnos con la tierra, la naturaleza y sus procesos.
Y es vital hacerlo lo más pronto porque la civilización no tiene futuro si seguimos dependiendo del poder del dinero. El dinero en si mismo se va a auto destruir y si no nos deslindamos de este sistema nos autodetruiremos tambíen.