Malos tiempos para las bacterias aliadas
lunes 16.nov.2015 por Pepe Cervera 0 Comentarios
Estamos cada vez más seguros de que una parte importante de lo que nos mantiene sanos no tiene que ver con nuestras propias células, sino con nuestros simbiontes microscópicos: las bacterias aliadas. Una enorme cantidad y variedad de microorganismos viven dentro y sobre nosotros, y su metabolismo interactúa con el nuestro de múltiples modos que apenas estamos empezando a entender con detalle, pero que está claro intervienen en nuestra digestión, la salud de nuestra piel, e incluso quizá en el funcionamiento de nuestro cerebro. Algunas enfermedades ya sabemos con certeza que derivan de desequilibrios en este ecosistema portátil del que formamos parte, que puede resultar vital para mantenernos sanos, incluso ciertas especies que sólo aparecen en pequeñas cantidades dentro de nosotros. Están surgiendo evidencias de que no sólo enfermedades concretas pueden aparecer por desequilibrios internos, sino que otras cuestiones básicas como la obesidad o incluso el estado de ánimo pueden venir determinados por las proporciones de según qué poblaciones bacterianas en el microbioma de cada uno. Más interesante aún es el hecho de que estamos empezando a entender los cambios que los sucesivos y enormes vuelcos de nuestro modo de vida ha provocado en este elemento vital de la salud. Y lo que estamos descubriendo es interesante, preocupante, y a la vez esperanzador: nuestros microbiomas han resultado dañados por la vida moderna.
El primer gran cambio en lo que se refiere a dieta en la historia de la Humanidad se produjo en el Neolítico con la invención de la agricultura y la ganadería. La entrada de cereales, legumbres y leche en sus múltiples y diversas preparaciones modificó radicalmente una dieta anterior mucho más rica en proteínas y con mucho menor componente de hidratos de carbono y grasas vegetales. Esto provocó grandes cambios en la flora bacteriana humana, de la que algunas especies simplemente se desvanecieron mientras que otras proliferaban estableciendo nuevos equilibrios. La existencia en pueblos cazadores-recolectores actuales de grupos enteros de flora microbiana diferente sugiere que el cambio fue muy profundo. Y que sus consecuencias pueden ir mucho más allá de lo que pensamos. Es posible que este brusco y profundo cambio haya provocado una mayor susceptibilidad a enfermedades como las inflamaciones crónicas, ciertos tipos de alergias alimentarias, obesidad o hasta depresión. Y es posible que las microbiotas actuales de pueblos que aún conservan estos ecosistemas interiores primitivos (como los Yanomami de la cuenca amazónica, en la imagen) nos puedan ayudar a comprender qué falla, o incluso a repararlo, ya que ellos preservan ecosistemas perdidos con el avance de la agricultura cuyo conocimiento será vital en el futuro. Hemos maltratado mucho a los simbiontes en medio de loa que vivimos. Quizá es hora de restablecer antiguos equilibrios.