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La utilidad de la superstición

    jueves 3.dic.2015    por Pepe Cervera    1 Comentarios

Nadie reconoce ser supersticioso, porque trae muy mala suerte. Pero es posible que en realidad las supersticiones tengan la misma raíz que el conocimiento científico, y que su origen no sea otro que nuestra insaciable ansia de conectar causas y efectos. En esencia la superstición consiste en establecer una falsa relación causa-efecto entre algo (un gato negro, una escalera, sal derramada, un espejo roto, una mirada aviesa) y una sucesión de desdichas (o de cosas buenas). La superstición consiste en creer que es que ese hecho fortuito provoca, es decir causa, la mala (o la buena) suerte.

En algunos casos la conexión puede hasta tener una lógica: la sal era algo muy valioso en el pasado, los espejos de cristal eran caros, el color negro está asociado en muchas culturas con el demonio y el mal y los gatos, como todos los felinos, tienen algo de diabólico. Con independencia de sus orígenes concretos casi siempre se trata de creencias puramente culturales: una asociación falsa que se transmite de padres a hijos a lo largo de las generaciones dentro del mismo ámbito cultural. Por eso son tan diferentes entre unos países y otros: al fin y al cabo si derramar la sal trajera mala suerte todo el mundo se habría dado cuenta, en Occidente y en los trópicos, y  sin embargo esa creencia sólo aparece en la cultura occidental.

Más ejemplos: en los países de herencia judeocristiana el número 13 trae tan mala suerte que se ha definido el rechazo irracional hacia esta cifra como una enfermedad mental (triscaidecafobia); se dice que el origen está en la Última Cena y en que el comensal número 13 (Judas) fue el que traicionó a Cristo; otros lo remontan a la mitología escandinava y a un banquete en el Valhalla con 12 dioses en el que se coló Loki (el número 13) y que acabó con la muerte del favorito. Cuando un día aciago de la semana coincide con este número del mes la mala suerte se multiplica. Eso sí, en los países anglosajones el día maligno es el viernes 13 y en los mediterráneos el martes 13. Sin embargo en el antiguo Egipto el 13 era un número de buena suerte, porque en su cosmología había 12 estados de desarrollo y el número 13 era el paraíso. Una vez más, la cifras no cuadran.

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Los chinos consideran el número 4 de tan mala suerte que hay edificios  que carecen de cuarto piso (como los hay en occidente sin piso 13; en Hong Kong o Sanghai existen rascacielos sin piso 4, 13 ni 14, ver imagen). En ese caso el origen es que en chino el sonido para pronunciar ‘cuatro’ se asemeja al de la palabra ‘muerte’; en cambio el número 8, que suena similar a ‘riqueza’ o ‘prosperidad’ es un número que trae magnífica suerte en China, hasta el punto de que se pagan fortunas por billetes de lotería o matrículas de coche que lo contengan. Cualquier número que incluya la cifra ‘8’ es auspicioso.

Otras supersticiones se achacan a razones aún más peregrinas. La de que abrir un paraguas dentro de casa trae mala suerte parece ser de origen egipcio y se refería a la ofensa de abrir un parasol bajo techo ofendiendo a Ra, el Dios Sol. También se achaca a una razón más práctica: las letales varillas de los paraguas victorianos. Los estornudos eran expulsiones de demonios y por eso se suele responder con una invocación religiosa (jesús, en España; God Bless You, en países anglosajones; Alá te bendiga, en árabe). Una leyenda católica culpa a San Gregorio Magno en el siglo VI, que habría observado durante una peste que a un estornudo seguía con frecuencia una muerte: la invocación divina serviría para frenar la transmisión demoniaca. Más lógicas parecen las invocaciones a la salud de quien estornuda (Gesundheit, en alemán; Salute, en italiano; livri'oot en Hebreo; Odaiji-ni en japonés). Responder al estornudo en todo caso no cambia nada su efecto o causa. El extendido rechazo a pasar por debajo de una escalera podría tener razones prácticas (que no te caiga algo en la cabeza), pero se remonta a más de 5000 años; los antiguos egipcios consideraban el triángulo como sagrado y atravesarlo un acto impuro. La costumbre se perpetuó con la cristiandad y su reverencia por la Santísima Trinidad y se hizo tan rígida que en la Inglaterra del siglo XVI se hacía atravesar una escalera a los condenados a muerte en su camino al patíbulo como humillación más allá de la muerte.

Las bodas son ceremonias en las que dos familias se unen y nace una nueva y están repletas de supersticiones en todas las culturas. Desde el traje blanco de la novia occidental representando su pureza hasta el terrón de azúcar que llevan las novias griegas o la moneda en el zapato que tradicionalmente llevaban las inglesas. Las diferentes cosas que ha de llevar la novia (algo nuevo, algo viejo, algo azul, algo prestado) nacieron en el siglo XIX para preservar la fertilidad de la pareja ante el mal de ojo. Peor es en Egipto, donde la costumbre es pellizcar a la novia, o ente los Tujia de China, donde la costumbre es que la novia llore una hora diaria durante el mes anterior a la boda como signo de alegría; allí el blanco nupcial sería rechazado, ya que en China es un color funeral. En Kenia el padre de la novia escupe sobre su cabeza y pechos tras la ceremonia, mientras que el Fiji los parientes de los contrayentes se tumban en el suelo para que la pareja los pisotee.

De modo que las supersticiones son, por una parte, un efecto secundario de la cultura y de nuestras tendencias sociales. Las mismas razones que nos hacen más fuertes cuando cooperamos que cuando estamos solos también nos hacen vulnerables a la extensión de ideas parásitas; memes contagiosos y absurdos cuya única función es marcar la pertenencia al grupo. Y por otro lado resolver conexiones entre causas y efectos nos gusta. La evolución nos ha dotado de sistemas que nos proporcionan placer cuando resolvemos problemas: cuando comprendemos por qué funcionan las cosas. Es el mecanismo que hace que nos apasionen los rompecabezas, los juegos de ordenador y los acertijos; el que nos hace inteligentes y nos premia con un poco de gustirrinín cuando encontramos la respuesta a una pregunta o resolvemos un problema. Es el impulso que nos hace buscar respuestas sobre el Universo. El problema con las supersticiones es que el problema lo resolvemos mal, porque la conexión que establecemos entre causa y efecto es falsa. Aunque como el cerebro no lo sabe, nos relaja y premia de la misma manera que si fuese real. O sea, que es más que probable que el motor de la ciencia y el de la superstición sean el mismo: nuestro gusto por saber, el impulso evolutivo que nos ha hecho lo que somos. Igual la superstición no es más que un efecto secundario del impulso científico. ¿No sería deliciosamente irónico?

Pepe Cervera    3.dic.2015 00:10    

1 Comentarios

Tengo entendido que el 13 es de la mala fortuna por la caza a los Templarios , un dia 13 quemaron en la hoguera a su líder por el rey de Francia , en la cultura Judeocristiana, también decir ellos tenían el numero 13 como positivo ¡¡Ojo!! ...Por otro lado y posiblemente Jesus le dijo a Judas que lo traicionara.
Saludo

jueves 3 dic 2015, 00:37

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Pepe Cervera

Bio Retiario

Pepe Cervera es periodista, biólogo y, entre muchas otras cosas, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos. Colabora con diversos medios y es un apasionado de Internet.
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