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Matar para proteger el ecosistema

    martes 27.sep.2016    por Pepe Cervera    0 Comentarios

En ocasiones la única forma de salvar un ecosistema es masacrar a sus actuales (e invasores) habitantes. Nada hay más peligroso para el equilibrio natural de un área que la introducción de nuevas especies, sobre todo cuando se trata de un ecosistema de reducido tamaño y que ha evolucionado en aislamiento desde hace mucho, como ocurre a menudo en pequeñas islas. Las ratas, los perros, los cerdos, el ganado ovino o bovino y hasta los encantadores gatos pueden en muy poco tiempo hacer desaparecer a especies enteras de animales y plantas que jamás se habían enfrentado a semejante competencia o depredación en su historia evolutiva. Basta un descuido o un accidente (las ratas de un barco naufragado) para arrasar con un equilibrio natural que tardó muchos milenios en desarrollarse. Y como esto ha ocurrido muy a menudo ahora quedan muy pocos lugares realmente intactos. A veces para devolver un espacio a su estado natural con el fin de salvar lo que queda no queda más alternativa que erradicar a los invasores. Cuando se hace en serio la matanza adquiere proporciones de plaga bíblica o de campaña militar con francotiradores, helicópteros, empleo de infiltrados (cabras o cerdos ‘judas’) y hasta guerra química en gran escala contra enemigos particularmente resistentes: salvar ecosistemas puede ser un negocio verdaderamente sangriento.

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Y si no que se lo digan a los Zorros Isleños, cánidos de reducido tamaño que sólo viven en un puñado de islas de la costa californiana y que tras una serie de desastres (entre ellos una epidemia de moquillo transmitida desde el continente) quedaron al borde de la extinción. Para salvarlos fue necesario un esfuerzo masivo que incluyó la captura y desplazamiento de Águilas Doradas (sus predadores, especie invasora) desde helicópteros, la erradicación de los cerdos (otros invasores), la reintroducción del Águila Calva original (desaparecida de la zona) y un programa de crianza en cautividad; más de 20 millones de dólares a lo largo de años. Al menos la población de zorros se ha recuperado hasta dejar de estar en peligro de extinción. En la Isla de Santa Cruz (también en California) hubo desplazamientos de animales capturados, pero también tiros, cerdos ‘judas’ equipados con collares de localización para encontrar grupos ocultos (como se hizo en las Galápagos con cabras) y ahora una campaña de varios años de envenenamiento selectivo para intentar derrotar al enemigo final: la temible hormiga argentina. Porque a veces para salvar la naturaleza hay que matar.

Pepe Cervera   27.sep.2016 09:03    

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Pepe Cervera

Bio Retiario

Pepe Cervera es periodista, biólogo y, entre muchas otras cosas, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos. Colabora con diversos medios y es un apasionado de Internet.
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