Los sentidos de las plantas y calambres para el sistema inmunitario
jueves 11.may.2017 por Pepe Cervera 0 Comentarios
La imagen que tenemos de la pasividad de los vegetales es errónea; las plantas son capaces de recibir y procesar mucha información de su entorno y de reaccionar a ella, por ejemplo variando sus patrones de crecimiento. Así sabemos que perciben la luz que hay a su alrededor y a partir de ella deciden si hay otras plantas cerca para escoger de qué manera crecer; hacia arriba si están rodeadas de competidores, o más en horizontal si están solas. También pueden percibir cuando el suelo se inclina, como ocurre en las laderas, y ajustarse: así es como se forman esos árboles curvados que buscan la vertical. Tendemos a pensar que son pasivas porque sus movimientos y adaptaciones son muy lentos para nuestras aceleradas vidas, pero no es así. Incluso sabemos que las plantas oyen; bueno, perciben vibraciones en el aire como las que hacen las mandíbulas de insectos que las devoran y ajustan su comportamiento. Ahora un estudio de una universidad australiana ha descubierto que las raíces de algunas plantas pueden detectar agua corriendo en el subsuelo por las vibraciones que emite: en efecto las raíces escuchan para decidir en qué dirección crecer y pueden detectar tuberías por las que corre agua simplemente por su ‘sonido’. O sea que los vegetales no sólo ven; también oyen. La próxima vez que vea una planta piense que ella también le está percibiendo a usted. Y que hay vegetales que comen mamíferos.
Calambres para controlar el sistema inmunitario
Sabemos que el sistema nervioso está conectado con el inmunitario, nuestra defensa contra las invasiones que también nos protege contra amenazas internas, pero no entendemos muy bien de qué manera se relacionan: aunque puede verse el fruto de esta interconexión aún no conocemos bien el cómo. Lo que no impide que estemos desarrollando modos de usar este vínculo en la curación de enfermedades. Así hay en marcha un estudio para probar el valor que puede tener una técnica llamada estimulación del nervio vago para controlar una enfermedad inmunológica: la artritis reumatoide. Y los resultados parecen prometedores. El sistema consiste en un pequeño dispositivo que se implanta en el cuelo y que al ser activado mediante un imán envía una serie de pulsos de corriente al nervio vago, que inerva buena parte de los órganos internos del pecho y abdomen. Este nervio forma parte del sistema nervioso parasimpático que es el encargado de las funciones involuntarias, de ‘mantenimiento’: la respiración, el latido cardíaco, el funcionamiento de las vísceras, etc. Casi por casualidad se descubrió que la estimulación eléctrica de este nervio, conectado con la región más basal del cerebro, modula el funcionamiento del sistema inmunitario, probablemente a través de su activación de glándulas hormonales. En la artritis reumatoide el problema es que nuestro sistema inmunitario ataca erróneamente el cartílago de las articulaciones; si el estímulo eléctrico puede convencerlo de cesar en ese ataque la enfermedad mejorará. Y si se confirma este vínculo nervioso-inmunitario muchas otras enfermedades de este tipo podrán ser atacadas de un modo inesperado.