Cuando una tormenta despoblaba una isla
martes 20.jun.2017 por Pepe Cervera 0 Comentarios
Las Islas Shetland, al norte de Escocia, son un lugar duro para vivir: trozos de roca en medio del Mar del Norte y tan alejados de las Islas Británicas que durante buena parte de su historia estuvieron mejor comunicadas con Escandinavia ni el suelo ni el clima se prestan a grandes cosechas, de modo que desde que fueron colonizadas (en la Edad del Bronce) la pesca fue uno de los principales medios de vida. Esto siguió siendo así durante la ocupación vikinga, cuando los escandinavos las incorporaron a sus reinos de Noruega, Suecia o Dinamarca, y seguía siendo así en el siglo XIX, cuando ya formaban parte del Reino Unido vía Escocia. Desde el siglo XVI un cambio social había impulsado la construcción de barcas de pesca más grandes, en el característico estilo de tablazón de tingladillo heredado de los vikingos; eran los llamados sixareens, con un pequeño mástil y tripuladas por seis remeros en lugar de los cuatro de los más pequeños fourareens. Estas barcas sin cubierta les permitieron explotar la pesca en el ‘Far Haaf’, una rica zona de pesca 50 millas al sur de la isla principal del archipiélago donde pescaban arenques con redes y bacalao al palangre que después secaban y preparaban en estaciones de pesca en las islas para ser exportados, entre otros sitios, a España. Las expediciones duraban días en estas pequeñas barcas de menos de 10 m de eslora y fuera de la vista de tierra firme; si una tormenta aparecía la situación podía convertirse en desesperada con enorme rapidez.
Y eso ocurrió el 16 de julio de 1832, cuando una súbita tormenta hundió al menos 17 botes y mató a 107 hombres; y volvió a ocurrir el 21 de julio de 1881 cuando tras varios días de galerna una mañana calma se transformó en un horror que envió al fondo al menos 10 botes con 57 hombres, la mayoría de la población masculina de Gloup, en la isla de Yell, en lo que se conoció como ‘El Desastre de Gloup’. Se cuenta que algunos botes consiguieron llegar a tierra con considerables esfuerzos de sus tripulaciones, y que barcas algo más grandes con cubierta usaron sus redes como anclas flotantes para capear la tormenta y las encontraron repletas de arenques al amainar. La tormenta dejó 34 viudas y al menos 58 huérfanos en las ya despobladas comunidades costeras de las Shetlands y ayudó a dar la puntilla a la pesca tradicional en el Far Haaf. En octubre de ese mismo año una súbita tormenta en el sur de Escocia mató a 189 pescadores, 129 de ellos del pueblo de Eyemouth, y ya en 1848 una galerna súbita había hundido 124 barcas y matado a más de 100 pescadores mientras intentaban regresar a tierra en el fiordo Moray (Moray Firth). En Yell, junto a Gloup, hay un monumento erigido en 1981 que conmemora el desastre de aquellos pescadores que desafiaban en sus barcas abiertas las gélidas aguas del Mar del Norte: una mujer con un niño en brazos que mira, ansiosa, el horizonte por donde su marido no volverá. Un tributo a la extrema peligrosidad de esas técnicas de pesca y de la dureza de la vida en el mar.