El botánico deprimido y el poder devora el cerebro
jueves 22.jun.2017 por Pepe Cervera 0 Comentarios
Steve Perlman es un botánico encargado de investigar las plantas silvestres en la isla de Kauai, en Hawaii, y está especializado en un grupo muy particular: aquellas de las que quedan menos de 50 ejemplares vivos en la naturaleza. Como tal y en sus más de 30 años de profesión ha visto extinguirse al menos 20 especies de plantas, que han desaparecido de la naturaleza; casi siempre debido a nuestra humana manía de introducir animales y plantas que nos gustan en ecosistemas diferentes a los suyos. Así la introducción de gatos, ratas o plantas cultivadas en ecosistemas isleños, como las islas hawaianas, provocan desastres sin cuento: animales o plantas devorados, cadenas ecológicas destruidas, sistemas de polinización eliminados, competencia por recursos... Steve Perlman y la gente de su equipo buscan los últimos ejemplares de plantas amenazadas y recolectan semillas y material para guardarlos y evitar la completa desaparición de estas especies. Un ejemplo es la Alula o Palmera de volcán, un tipo de palma endémica apodada ‘repollo en un palo’ de la que sólo queda un ejemplar vivo en libertad tras ser casi destruida por cerdos y cabras invasoras pero que tras su rescate se ha convertido en planta ornamental y se ha extendido, sobre todo en Europa, quedando así a salvo de la total extinción. Para Perlman y botánicos como él el problema son las veces que han visto morir al que sabían que era el último ejemplar de una especie en la naturaleza; algunos de ellos acaban tomando Prozac o dándose a la poesía. Por si fuera poco ahora una nueva amenaza se cierne sobre ellos: los recortes pueden acabar con la financiación para este trabajo. El mayor peligro ecológico, desgraciadamente, somos siempre los humanos.
El poder devora el cerebro
Y no hablamos de una metáfora, sino de un efecto literal: tener poder durante mucho tiempo acaba por atrofiar algunas funciones cerebrales, sobre todo las relacionadas con la empatía. Se dice que para obtener poder, para progresar en el mundo de la empresa o en la política es necesario tener don de gentes; la capacidad de conectar con otras personas es vital para ascender a lo más alto. Pero una serie de estudios recientes indican que cuando se obtiene el poder este cambia a las personas, haciendo que pierdan precisamente esa característica que les ayudó a subir. Estudios realizados con técnicas de RMN sobre personas con distintos grados de poder real descubrieron que los que tenían posiciones más altas mostraban menos actividad en las áreas del cerebro relacionadas con el ‘mirroring’, el sistema del cerebro que refleja los estados de ánimo de otras personas y hace posible la empatía, el ponerse en el lugar del otro. Esas regiones aparecían como anestesiadas, menos activas que en las personas con menos poder. Otros estudios de comportamiento habían ya detectado este tipo de cambios: cuando estamos con otras personas tendemos a imitar inconscientemente la postura y modo de moverse de personas más poderosas, pero esto al revés no ocurre. Y cuando se hacen determinados test a estudiantes usando la técnica del ‘priming’ (hacerles recordar un momento poderoso antes de realizar una tarea) demuestran que la percepción de tener poder cambia cómo nos relacionamos con los demás y os hace más egocéntricos; por ejemplo el ‘test’ de dibujarte una ‘E’ en la frente, que se puede dibujar para que la lean los demás o para que la leas tú (egocentrismo). O sea, que el poder tiene un precio, y es perder parte de tu capacidad de relacionarte con otras personas y de ponerte en su lugar. Lo cual explica tantas, pero tantas cosas de nuestros políticos y jefes...
Sección de ciencia en 'Esto me suena' del día 21/6/2017
Imagen de Brighamia insignis de Daderot. - Trabajo propio (I took this photo), CC BY-SA 3.0