Tragicomedia mediática en el Tíbet
Lo prometido es deuda. Aquí estoy para esbozar la trastienda de nuestro viaje al Tíbet. Va todo tan deprisa, los temas se superponen y el interés por ellos es tan efímero y voluble que parece que hace mucho que estuvimos allí y se diría que el problema ya no existe, cuando, simplemente, es que ha desaparecido de las portadas y los telediarios.
Bien sabido es que el conflicto tibetano sigue y seguirá, desgraciadamente. China blande en su favor la inversión y el desarrollo aportado. Es cierto que Pekín acabó con atraso y servidumbre del pueblo a los lamas (el Tíbet no era sólo lo que pinta Hollywood) y que la represión se suavizó en los últimos años. Los tibetanos se quejan, con razón, de discriminación, amenaza a su identidad, incomprensión de su espiritualidad y ,como en el resto de China, de intolerancia al disenso.
Tíbet cerrado, como sabeís, a los extranjeros desde las protestas de Marzo fue entreabierto a un grupo de periodistas para asistir al paso de la antorcha olímpica. Y, allí estuvo TVE. Había almorzado con autoridades varias en Pekín, enviado cartas a distintas instancias, etc, etc. buscando viajar al Tíbet. Tal vez sirvió de algo, aunque, lo dudo. Supongo que cedieron porque tenían que hacer ese gesto hacia el COI , a mitad de camino, de la prometida libertad de movimiento para la prensa ante los Juegos Olímpicos.
La antorcha en Lhasa fue un puro teatro. Tragicomedia. Los espectadores seleccionados, nadie sin permiso podía participar en el recorrido. Me recordaban a las masas adiestradas de Corea del Norte, pero, fingiendo peor el entusiasmo. Aunque, el de los chinos por los Juegos sea, realmente, genuino. Las fuerzas del orden entre alambres de espino y tiendas cerradas a cal y canto. Eramos todos actores, cada uno en su papel.
A los periodistas nos condujeron en fila de a dos desde el autobús al estrado para la prensa. Estábamos esperando oír ¡Arr! …o la orden de cogernos de la mano…
Se produce en estos viajes una curiosa situación, la amabilidad y el buen trato oficial conviven con el control y la desconfianza. Cuando no había antorcha, rodamos la calle con cierta libertad, pero, seguidos de cerca. La gente se escabullía, temerosa, en cuanto veía el micrófono y quienes andaban alrededor. Solo un taxista, en la privacidad de su taxi, nos mostró un mensaje en su móvil prohibiendo circular desde las seis de la mañana y nos comento que había miedo en el ambiente.
Oímos como un supuesto vendedor junto al templo de Jokhang, el mas polémico, avisaba por teléfono de que había periodistas pululando por allí Nunca pudimos entrar. Sí, en cambio, nos organizaron una visita guiada al Potala .Nosotros únicos visitantes. Aunque la versión oficial fue que el personal descansaba resultaba que estaba plagado de vigilantes. Sospechamos que se prefirió no mezclarnos con turistas chinos para seguir mejor nuestros pasos...
Asimismo, inesperadamente, nos llevaron al Monasterio de Sera. La imagen que adjunto fue el breve y preparado momento en que pudimos preguntar a la autoridad monacal, acompañada del funcionario chino de turno. Nos dijo que nadie allí tenía que ver con la revuelta, que las clases de reeducación impuestas eran para aprender la legislación china y respetarla….Permanecimos hora y pico en el recinto religioso y residencial y solo vimos una decena de silenciosos monjes en lugares de culto y un par mas esquivos en las callejuelas. En resumen, difícil aceptar la versión de normalidad.
Esta última parte del orquestado viaje ya no tuvo ni siquiera su minuto diez. Era domingo, la antorcha se había ido y el Tíbet lo tenia crudo para competir en el minutado con la Eurocopa!!!.
Por cierto, que anoche los españoles en Pekín no dormimos y bien a gusto. Aquí el partido fue a las tres de la madrugada...