La plaza, Mao y su búnker
-Esta avenida con rascacielos podría ser Nueva York...
-Este atasco es como los de Bangkok...
-Vamos a tomarnos un café en este Starbucks como en cualquier otro lugar del mundo...
El Pequín que se encuentre el visitante olímpico se le va a parecer a cualquier otra ciudad de la modernidad con sus flamantes rascacielos, sus tiendas de marca, sus bares a la última y hasta el supermercado Día!
Pero detràs, y debajo, de este nuevo Pekín se puede encontrar una ruta para visitar lo más icónico de la China comunista que un día fue, y que aunque maquillada, sigue siendo.
La plaza de Tiananmen es ineludible. Estatuas de campesinos y soldados rojos con el puño en alto guardan el mausoleo de Mao, abierto tres horas al día para los que quieran realizar su peculiar tour de viejas glorias comunistas momificadas, Pequín-Hanoi-Moscú. La entrada para ver al Gran Timonel es gratis, puntualización necesaria en un país que cobra a sus ciudadanos 6 euros por entrar a la Ciudad Prohibida, o 5 por pisar la Gran Muralla.
En la parte norte de la plaza de Tiananmen, la Puerta de la Paz Celestial con el eterno retrato de Mao, es postal indispensable. Seguridad redoblada invita al visitante a pensarselo dos veces antes de aparecer aquí con una bandera tibetana.
Al oeste, el Gran Palacio del Pueblo. En sus interiores el polvo se posa en las cortinas de terciopelo, en las estrellas rojas retroiluminadas y en los escaños que esperan al anual congreso del partido para que les den un poco de uso.
No es recomendable intentarlo, pero si nos da por perdernos por el Palacio del Pueblo quizà encontremos uno de los túneles de la Ciudad Subterrànea, un laberíntico complejo de 30km, 90 entradas por todo Pequín, y rodeado de secretismo y desconocimiento. Construdio en los 70 como refugio militar, contaba con hospitales subterràneos, dormitorios, polvorines, cultivos de setas,... vamos, lo necesario para sobrevivir si venían los rusos. Ahora lo enseñan por 2 euros unos amables chicos vestidos de camuflaje que te hacen un rápido paseo por los túneles, con la preceptiva parada en un mercado de la seda subterràneo. El único problema es que durante los juegos el búnker va a estar cerrado, cuestion de seguridad, se supone.
Donde estarán encantados de recibirle es en el Museo Militar de la Revolución del Pueblo Chino, unas paradas de metro al oeste de Tiananmen. Además de parafernalia militar de la guerra Civil, de la de Corea, o de la sino-japonesa, hay curiosas reliquias como un misil intercontinental Donfeng 1 o los restos de un avion U2 americano capturado.
Para las compras hay multitud de opciones. Si el dinero no es un problema, las galerías de arte del 798 en el distrito de Da Shan Zi són su lugar para hacerse con souvenirs comunistas a la última. Utilizar la imágen de Mao parece que es, hoy en día, condición indispensable para ser artista moderno en China. Lo reproducen a cientos: los hay gorditos, de plástico, amarillos, cabezones, enanos... y como está de moda, el precio puede tener varios ceros de más.
Si el presupuesto es más ajustado, en cualquier mercado de la ciudad podemos encontrar desde el reloj de Mao -que saluda arriba y abajo cada segundo que pasa-, a las figuritas de porcelana o bronce con la efigie del gran líder, pasando por las copias de carteles de propaganda. Creo que no combinan nada con mi muebles de Ikea.
Y el reloj de Mao... ¿debe tener pila para rato?