Las Palmas Film Festival, algunos deberían reflexionar
sábado 21.mar.2015 por Javier Tolentino 4 Comentarios
Han pasado quince años desde la primera edición de un Festival de Cine que nació para mayor gloria de la ciudad y entre la constancia de su creador, el insigne Claudio Utrera y el afecto que les ha ido deparando buenas gentes como Luis Miranda, yo no me quiero olvidar de Luis Roca y, sobre todo, sobre todo, una cantera cinéfila y cinematográfica tan peligrosa -dicho sea con la complicidad del vicio- como David Pantaleón, Ayoze O'Shanahan, Antonio Weinrichter, Amaury Santana, Mónica Hidalgo, todo el equipo de Vértigo -la pasión cinéfila de la ciudad- y muchos otros cuyos nombres no olvido aunque no los cite, han ido quienes despacito, despacito fueron despojando a este festival de la gloria para la ciudad para ir traduciéndolo en una cita indie imprescindible. Una referencia, maldita palabreja que el universo convoca pero que muy pocos son los que la traducen en la credibilidad de un espacio para reflexionar sobre las nuevas narrativas. Y es aquí donde este festival se fue haciendo hueco: desde su devoción por el cine oriental y asiático hasta los más novísimos del cine indie USA como Alex Ross Perry, un magnífico representate de la escuela de Nueva York y que nos irá deparando un cine cada vez más importante.
El Ayuntamiento de Las Palmas, con su alcalde actual a la cabeza decidió entre la ignorancia, el caos por la crisis y las torpezas de sus asesores condenar al festival y llevarlo casi a su desaparición. En un verano de vuelos y entrevistas, su alcalde decidió y a título personal que el Festival de Cine volvería a sus formatos habituales -exactamente lo mismo ocurrió con Punto de Vista de Navarra- pero eso sí, con presupuestos menores.
Una vez pasado el susto y la desorientación este festival de cine regresa por los senderos marcados, a la búsqueda de un público suficiente que autorice o arrope su apuesta. Y citar al público a la hora de programar como que cualquier convocatoria las carga el diablo: ¿hay que programar para el público?, evidentemente, sí. ¿Lo que quiere el público?, depende. El público de los primeros cinco años del festival decían que sólo quería a Batman y Raquel Welch y ahora da gusto dialogar con el público y que recuerden a Brillante Mendoza, a Naomi Kawase o a Jia Zangkhee, por citar así como de memoria.
Las instituciones políticas, sociales y culturales de la isla deben proteger muchísimo más a este festival, deberían entender que probablemente -y no tengo ni idea de cifras económicas- que se hayan gastado más de diez millones de euros en este festival desde su fundación y que hay una ilusión y energía cinematográfica en todas las islas de esta comunidad que han sido arrastradas y convocadas desde este festival. No puede entenderse ninguna iniciativa cinematográfica insular canaria sin la experiencia de los últimos quince años de este festival.
Fijensé, este año, que no ha logrado levantar la expectativa ni el vuelo suficiente a nivel nacional, nos ha mostrado la mirada nueva y valiente de una joven cineasta coreana, Soon-Mi Yoo, la poesía social del nuevo cine indio, Labour of love de Aditya Vikram Sengupta, la enorme belleza de la naturaleza de la línea gótica en La creazione di significato, de Simone Rapisarda, la impecable decadencia rusa en la mirada de un grande, Andrei Kontchalovski, la sensibilidad interior de un Amaury Santana que no necesita volar hasta el Anapurna para convocar a la belleza, le basta con quedarse en una escuela de esta ciudad. Por no hablar de Bruno Dumont, de Naomi Kawase, de Ion de Sosa o de las noches terroríficas del gran maestro, Jesús Palacios. Y hay esperanza para pensar en lo mejor si el jurado popular, muy joven, da su premio a Theeb, de Naji Abu Nowar (Emiratos Árabes Unidos), una película que recuerda al mejor Abderramán Sissako, un cuento para una zona de Oriente que no se quita los tiros ni el terror de ninguna manera y contado desde la belleza y el silencio.
Pero, a pesar de todos los elogios que podríamos ofrecer a este Festival de Las Palmas algunos creemos que necesita una mejor gestión o una gestión diferente, en mi más humilde opinión. Debería reflexionar y analizar el formato, crear formas nuevas y transparentes de gestión para volar por encima de la península, para seducir a un público en los territorios fértiles de la creación cinematográfica y en la conquista de nuevos espacios de proyección: Que el festival vaya al Benito Pérez Galdós es un salto de calidad importante y que la arquitectura física de Vegueta-Triana sea un espacio continuo de crítica, debate y encuentro con los medios.
Por lo demás, mi máxima felicitación para un festival al que le dan poquito amor y le falta reconocimiento, una generosidad que al no dársela desde la ciudad, yo le veo desprotegido. Y aunque quince años es ya un adolescente, con el amago del último golpe ha crecido y ha madurado.