En privado.
martes 8.mar.2016 por Javier Hernández 0 Comentarios
En poco tiempo hemos incorporado a nuestra vida la posibilidad de satisfacer la curiosidad o de comunicarnos de forma instantánea. Creo que mi abuela no se creería éste mundo, ella que se afanaba en escribir todas las semanas a sus hijos emigrantes. Para las ocasiones especiales no había más remedio que poner una conferencia, cara y con posibilidades de que no se produjera.
Era lo que había, una línea telefónica para todo un pueblo. A pesar de lo rustico y vintage de la historia, tenía ciertas ventajas porque cualquiera podía utilizar de forma anónima el teléfono público de un bar o de una cabina. Ahora eso no es posible, estamos siendo rastreados constantemente, cada vez que hacemos una consulta o una llamada. Tenemos cierto pudor para exigir el anonimato en la red, porque parece que es para hacer el mal.
La nueva publicidad, esa que te machaca durante semanas, después de consultar el precio de una cámara o de un viaje, creo que va a terminar por agotar la gallina de los huevos de oro antes de tiempo, acabaremos odiando la cámara y el destino de nuestros sueños o peor aún nuestro cerebro discriminará automáticamente ese anuncio.
Estamos atrapados en ésta red, imprescindible y en la que saben más de nosotros mismos que nosotros mismos. Datos que resultan accesibles no solo a las empresas que nos quieren vender cosas, también a gentes desconocidas que no sabemos para qué los van a emplear.
Creo que deberíamos exigir el derecho a navegar de forma anónima. ¡Ah! y no me vale eso de que yo no tengo nada que ocultar. Nuestros datos son muy valiosos, pongámoslos a salvo.
Sin canto ni grillo. Javier Hernández.