Ahora toca ser turista.
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Pensar, planificar las vacaciones, programar el tiempo que se supone libre es el trabajo que nos imponemos por éstas fechas. Tememos perder el chollo del viaje reservado con antelación o la oferta de última hora.
Me gusta viajar, entiendo el estrés previo al viaje, porque el viaje empieza en ese momento imaginándolo todo. Me gusta viajar, pero no me gustan los lugares atestados. Al final todo el mundo acaba en el mismo sitio, en la oferta del tour operador, intentando encontrar los lugares y las sensaciones que nos han servido de referencia para llegar a nuestro destino. Al final somos más parecidos de lo que creemos.
Repasando los viajes hechos, los que quedan por hacer, los repetidos y los que repetiría al final los mejores son los improvisados, los poco planificados, los que salen sin pensar, aquellos en los que los que no se preparó el equipaje.
Hay quien mide la calidad de un viaje por los kilómetros de distancia y en éste repaso he encontrado andaduras interesantes a pocas decenas de kilómetros de mi casa.
No soporto a la gente que solo habla de los peligros del viaje, que hace la travesía con el equipaje cargado de temores, que en lugar de caminar se preocupa solo por guardar y guardarse.
En el colmo de la organización, hay que tiene programados los viajes que realizará a lo largo de toda su vida; yo les invitaría a la improvisación, a lo mejor le cogen gusto. Porque el viaje es incertidumbre, duda y curiosidad.
Sin canto ni grillo. Javier Hernández.