"Si pierdes te mueres. No soporto perder" (Lance Armstrong)
No podía comenzar mejor esta edición de DocumentaMadrid 2014 que con la proyección de The Armstrong lie, un interesante documental que iba a ser la "historia definitiva de un retorno": el regreso de Armstrong (retirado en 2005) y su intento de ganar el Tour por octava vez. Y que acabó convirtiéndose en el relato del caso de dopaje más comentado de la historia del deporte.
Una historia que trata sobre el dopaje pero, sobre todo, sobre el poder, el que adquirió Armstrong y que le permitió mantener esas mentiras durante más de diez años.
Cuando el documentalista Alex Gibney (Taxi to the Dark Side) le propuso a Armstrong hacer un reportaje sobre su retorno a la competición, en 2008, el ciclista estaba considerado un auténtico héroe, que gracias a su esfuerzo y su tesón había conquistado siete Tours (todo un récord) y además, después de superar un cáncer. Una gesta que le había convertido en uno de los deportistas más famosos, respetados y admirados de la historia.
Un atleta que, gracias a encarnar las posibilidades de superación del espíritu humano, había amasado una fortuna de 125 millones de dólares y que participaba en numerosas actividades benéficas. Un ejemplo para todos.
Con esa idea, Gibney comenzó a rodar esa historia del héroe que vuelve la competición para intentar superar sus hazañas, pero el escándalo del dopaje reescribiría tanto la leyenda de Armstrong como la película de Gibney.
Y es que Armstrong demostró cómo alguien puede mentir al mundo entero durante años sin singún tipo de arrepentimiento (hasta que le pillaron).
Porque, como recordamos en el documental, a comienzos de 2013, Lance Armstrong tuvo que admitir el uso de drogas que mejoraban el rendimiento. "Estoy avergonzado de lo que hice. Este es un negocio sucio", aseguraba el deportista.
“Es mi culpa. Una gran mentira, que repetí muchas veces” comentó Armstrong, reconociendo que en su generación “no era posible ganar siete tours sin doparse”.
Armstrong fue despojado de sus siete Tours y tuvo que devolver la Medalla Olímpica de bronce que ganó en las Olimpiadas de Sidney 2000. Y se le prohibió regresar a la práctica deportiva a perpetuidad.
La confesión
Gibney, que casi había terminado un filme que alababa la figura de Armstrong, tuvo que empezar de nuevo para empezar a contar la gran mentira del ciclista.
El documental comienza con una entrevista que Gibney le hizo a Armstrong tres horas después de que confesara que se dopó ante Oprah Winfrey y millones de espectadores de todo el mundo.
"Me gusta la idea de ganar pero lo que verdaderamente no puedo soportar es la idea de perder porque significa morir", asegura Armstrong, que también afirma que, ante todo, es un luchador.
En esa entrevista, Armstrong parece no comprender la gravedad de sus actos y confiar en que sería perdonado, asegurando que no creía estar haciendo daño a nadie.
Tras el escándalo el ciclista se defiendió asegurando que no se consideraba un tramposo puesto que se atenía a las reglas de juego existentes, insinuando que todo el mundo usaba drogas. No sabemos hasta que punto mentía o decía la verdad, pero lo cierto es que el ciclismo ha sido el deporte más perjudicado por el dopaje por casos como este o el de Alberto Contador.
Pero hay otros puntos interesantes en el documental. Por ejemplo descubrir cómo los médicos se prestan a estas prácticas de dopaje cada vez más elaboradas. Destacando el lamentable testimonio del médico asesor Michele Ferrari sobre las transfusiones ilegales de sangre realizadas a Armstrong.
También queda en entredicho el papel de los responsables del Tour, de la Unión Ciclista Internacional (UCI) y las agencias de dopaje, que apoyaron a Armstrong (a pesar de las pruebas en su contra) porque todo el mundo necesitaba un héroe del deporte y él nos lo proporcionó.
Todos queríamos creernos el cuento del héroe, del ciclista que había superado la adversidad y había llegado a lo más alto. Y gracias a sus éxitos el ciclismo volvió a estar de moda, se hizo popular en EE.UU. y muchos consiguieron beneficios millonarios. Y a los que seguían declarndo en su contra Armstrong los sepultó a base de dinero, mediante sobornos o juicios millonarios a los que no podían enfrentarse.
Lo curioso es que si Armstrong no hubiese decidido volver a la competición, en 2009, las mentiras habían seguido ocultas y nunca se habría destapado la verdad... Así que podemos decir que fue su propio ego lo que provocó su caída.
Lo perdió todo porque acabó creyendo sus propias mentiras y no supo cuando parar.
Una fascinante historia que narra la caída de un mito, de una de las mayores leyendas de nuestro tiempo. Como el propio Lance Armstrong refiere ante la cámara de Gibney: “No viví muchas mentiras: viví una mentira enorme”.
The Armstrong lie vuelve a emitirse este jueves, 1 de mayo, en la Cineteca (Sala Borau), a las 19:00.