Que una película sorprenda y sobrecoja al mismo tiempo se da en contadas ocasiones. El estreno de "La imagen perdida", premiada en Cannes y nominada a los Oscar, lo consigue por su originalidad formal y por el terrible relato de un semiolvidado capítulo de la historia reciente. En ella, el cineasta camboyano Rithy Pahn, rememora su propia infancia, cuando Camboya pasó a llamarse Kampuchea Democrática, y alrededor de un 20 por ciento de la población fue literalmente exterminado bajo el terror de los Jemeres Rojos entre 1975 y 1979.
El título "La imagen perdida", traducido de la versión inglesa, resulta menos preciso que el de la francesa, "La imagen que falta", para describir el contenido y el planteamiento del director, que combina con asombrosa eficacia materiales de archivo más bien escasos, en muchos casos destruidos o desaparecidos, con unas artesanales figuritas de arcilla que escenifican, sin recurrir a la animación, situaciones y momentos característicos y cotidianos de aquel periodo especialmente trágico.
El mismo Rithy Pahn, que ha consagrado al tema el grueso de su filmografía, tanto en clave de ficción como de documental, sufrió en carne propia las consecuencias de aquella pesadilla, cuando, tal como cuenta en "La imagen perdida", perdió a su familia a la edad de 11 años.
Impregnado por ese recuerdo doloroso, vuelve una y otra vez sobre sus pasos, en títulos como "La gente del arrozal" y más tarde en "S21, la máquina roja de matar", un documental equiparable en su forma a la rememoración del holocausto judío en "Soah", en el que reunía a los únicos supervivientes de un centro de tortura y los confrontaba a una serie de carceleros dispuestos a hablar de tan macabra experiencia.
Son más bien pocas las referencias cinematográficas a un capítulo que es sin duda una de las mayores atrocidades de la humanidad en el siglo XX. La más conocida, el largometraje de ficción "Los gritos del silencio", debut en la ficción de Roland Joffé, que se convirtió en considerable éxito de taquilla a mediados de los 80,y desveló al mundo, a través del relato de un periodista del New York Times, la terrible historia de Camboya, antigua colonia francesa, seriamente damnificada por la vecina Guerra de Vietnam, envuelta en una guerra civil que depuso al príncipe Norodom Sihanuk y desembocó en el sangriento y delirante régimen de los Jemeres Rojos, que sumió al país en una inimaginable miseria material y moral en nombre de una revolución de inspiración maoísta.
Otra referencia de muy distinto signo es la que aparece en el magnífico documental "El abogado del terror", dirigido por Barbet Schroeder, consagrado a la figura del enigmático y controvertido Jacques Vergés, defensor de causas terribles de todo signo, que se refugió temporalmente a la sombra de Polpot, el líder supremo de los Jemeres Rojos.
Las estáticas figuras de arcilla de "La imagen perdida" parecen cobrar vida, animadas por una excepcional recreación sonora y una voz en off que describe en primera persona las inabarcables dimensiones de un horror colectivo e individual.
ALBERTO BERMEJO ('Días de cine')
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