10 posts de agosto 2008

Hoooooooooooooooooooooola!!!!!

Es sábado... 30 de Agosto... y volvemos a las andadas! Hoooola a todos y a todas en esta vuelta "al cole" en los Telediarios y en el blog. Es un placer re-encontrarse con tantas sonrisas de compañeros y amigos, abrazos sinceros que ayudan a suavizar el regreso al trabajo... Este verano, como todos, se ha quedado corto. He vuelto llena de ganas y energía! No he conseguido montar en bici, pero sí llevo un mes SIN FUMAR...

Curso nuevo, vida nueva... Alguien se apunta???
C&C vuelven ya! David te he echado de menos... Eso es to-to-to-todo amigos...

. . . Continuará. . .

Algunos adioses de septiembre

Termina el mes. El próximo lunes estará de nuevo con vosotros al frente del TD2 su titular, mi compañero Lorenzo Milá, y yo pronto regresaré al fin de semana junto a María Casado. El de esta noche de viernes será para mí el último telediario de agosto...

¡Muy pronto C&C volverán a vuestras pantallas!, y en breve, convirtiendo la pareja en trío, el gran Sergio Sauca, recién llegado de Pekín con los ojos un poco "achinados".

Será el primer fin de semana de septiembre...

Septiembre. Un mes de regresos, comienzos, también de despedidas y de… ¡fascículos! Nunca entenderé esta fiebre “fasciculera” que llega tras las vacaciones. ¿Miedo al tedio?, ¿necesidad de llenar el vacío de las horas vacías?, ¿incapacidad para adaptarse de nuevo a lo cotidiano?, ¿"horror vacui"? No lo sé, pero me inquieta ese bombardeo de anuncios indescriptibles, me abate de un modo insólito, me deprime. Perdonad esta reflexión improvisada, pero si no lo digo reviento.

Todo, o casi todo, vuelve “normalidad” tras la provisionalidad del estío. En la tele estrenaremos una nueva temporada con nueva imagen corporativa. Afuera, alrededor, empezará el cole, de nuevo habrá atascos monstruosos, menguarán los días y las noches serán mucho más largas, oscuras e impacientes, los cielos serán cada vez más tristes y más grises, como casi todo, y hará frío y lloverá y el verano será ya solo un extraño recuerdo que pronto devorarán los anticipos del "tocho" navideño, que cada año llega antes.

Entre los adioses de septiembre, algunos muy tristes, están los muchos que daremos a los becarios y becarias que han pasado el verano con nosotros en Rtve. Es una alegría verlos llegar cada año, y cada año es una pena que se marchen.

Hace unos días me pidieron que escribiera y grabara algo para ellos, un cierre para el "Telediario en prácticas" que hacen como ejercicio de fin de curso. Quiero compartirlo con vosotros, el texto y el video, su "Telebecario". Seguro que os resulta curioso ver el resultado de su adiestramiento. Sirva además de homenaje a todos los que han pasado por aquí y por otras muchas empresas de comunicación o de otros gremios, iluminándonos durante unas semanas. Ellos son parte del presente y el futuro está ya en sus manos. Os echaremos de menos…

Ahí va el Telediario, digo el Telebecario...

Becarios
Son jóvenes y brillantes y llegan cada año llenos de ilusión, de ganas y entusiasmo… Posiblemente también arrastrando un montón de inseguridades y temores que intentan ocultar a toda costa. Aparecen con el verano, como los helados, la sangría, los bronceadores y las terracitas. Lo hacen de improviso, mientras se alargan los días y las noches se limpian de nubes y se llenan de estrellas. Luego, como llegaron, suelen desaparecer, sin hacer ruido.

Son becarios y becarias, futuros periodistas, reporteros, realizadores, productores, profesionales del medio. Chicas y chicos dispuestos a aprenderlo todo, a conocerlo todo, a darlo todo en apenas dos o tres meses. Y ponen tanto empeño en ello que casi siempre están cerca de conseguirlo. Recibirlos es siempre una bocanada de aire fresco. Aun no conocen la desidia, y casi nada parece todavía imposible para ellos. Su juventud y su entusiasmo se contagian, y en la redacción y en los controles donde pisan y aprenden se nota otro ambiente, otro aire. Todos nos volvemos un poco universitarios o recordamos que un día lo fuimos o nos hubiera gustado serlo.

No todo será fácil para ellos y aquí es donde empiezan a darse cuenta. No todo habrá sido como esperaban o soñaban, y aquí van descubriendo que estos son oficios apasionantes pero que constantemente deparan frustraciones. Durante el tiempo que nos acompañan, poco a poco, van comprobando que no todo es ni será como les contaron o imaginaron, que muchas veces, poco tiene que ver lo aprendido en las aulas, lo anotado en los apuntes, con la realidad cotidiana de la profesión. Pero si te fijas, ves enseguida que nada de eso va a desanimarles. Al contrario. En vez de desilusionarse, intentan comprender, y aportar, y se empeñan aun más en formarse, en aprender todo lo que posiblemente nadie, excepto la experiencia, les podrá enseñar.

Seguro que cuando consigan volver con un contrato bajo el brazo en vez de una beca, con un sueldo en vez de una propina o una limosna, llegarán dispuestos a cambiar lo que no les pareció bien, a mejorar lo que les gustó. Apenas han empezado y les queda un larguísimo camino por delante. No les ha tocado vivir un tiempo fácil. Pero esta profesión, aunque no lo crean aun, está ya en sus manos. Aunque aun no sean conscientes, de ellas y ellos dependerá el futuro de la información y la información del futuro ya es solo cosa suya. ¡Gracias a todos y mucha suerte!.

Un abrazo y muchas gracias. Os esperamos como siempre en los Telediarios.

De descensos, niños y corazones...

Os cuento un par de cosas. La primera para intentar arrojar algo de luz (o sentido común) sobre un asunto que os puede inquietar, para tranquilizar un poquito los ánimos.

Se ha desatado una cierta psicosis desde la tragedia de Spanair, hasta cierto punto natural y comprensible, que desemboca en un mayor volumen de información sobre incidentes aéreos que en otro momento, muy posiblemente, pasarían más o menos desapercibidos. Me refiero al susto que este martes se llevaron los pasajeros de un vuelo de Ryanair, que tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia en un aeropuerto francés tras sufrir una descompresión en cabina.

El avión tuvo que descender de forma controlada 8 mil metros en cinco minutos (un régimen de descenso razonable y no excesivamente rápido en esas circunstancias). Ese es un procedimiento absolutamente normal en caso de despresurización, y varía dependiendo de a qué velocidad se pierde presión en la cabina. Si se debe a una rotura estructural, un fallo en una puerta, una rotura en una ventanilla, la despresurización será muy brusca y habrá que descender muy rápido, más aún de lo que lo hizo la tripulación del 737 de Ryanair. Otras veces, la pérdida de presión es muy lenta y progresiva, depende también de lo grande que sea el fuselaje del avión en que viajamos, del volumen de aire que pueda alojar y perder.

En caso de despresurización violenta, las máscaras de oxígeno saltan de forma automática, pero también los pilotos pueden hacer que salten cuando ellos quieran. La autonomía del fluido de oxígeno a través mascaras es de unos 15 minutos, de sobra para llevar a cabo el procedimiento con total seguridad y sin la posibilidad de que ningún pasajero sufra ni de lejos una hipoxia. El procedimiento a seguir en caso de despresurización es el siguiente, os lo cuento a grandes rasgos:

La tripulación comunica y declara de inmediato la emergencia, se colocan sus máscaras de oxígeno, comprueban si hay o no daños estructurales, se reduce rápidamente la velocidad y comienza el descenso, desvían el avión de su ruta 45 grados para salir de la aerovía y no encontrar tráficos (otros aviones) por debajo. Pongamos que el nivel de crucero del avión es de 39 mil pies (unos 12 mil mts.). El régimen de descenso, la velocidad a la que se baja, y hasta qué nivel se baja depende siempre, claro, de lo que tengas debajo: no es lo mismo descender sobre una zona montañosa que sobre el océano. La orografía marca los mínimos, los límites de altitud. En cualquier caso, se trata de bajar de forma rápida y segura hasta un nivel de vuelo apto para el pasaje y la tripulación, unos 10 ó 12 mil pies, o mucho más si estás sobre el mar, hasta nivelar a unos 8 mil o 6 mil pies. En esos niveles se puede respirar con normalidad y las temperaturas externas no son extremas. Después se vuela con total normalidad hasta el aeropuerto alternativo más cercano, como hizo la tripulación del Boeing de Ryanair.

Aunque se intenta hacer que el descenso de emergencia sea lo más suave posible, sin picar demasiado, los cambios bruscos de presión y de altitud suelen provocar lesiones leves en los tímpanos como las que sufrieron los pasajeros, algo a lo que suelen ser más vulnerables los niños. Descender, nunca caer, 8 mil metros en 5 minutos, como sucedió ayer, no es un descenso excesivamente rápido, aunque los que lo cuenten pongan voz y tono de alarma.

No suele suceder, no es un incidente demasiado habitual, pero si alguna vez os pasa, intentad mantener la calma y recordad que en esos casos todo está bajo control, todo está previsto. La próxima vez que subáis a un avión y uno de los tripulantes os diga aquello de “…en caso de despresurización de la cabina, se abrirán automáticamente unos compartimentos situados justo encima de sus asientos de los que caerán las máscaras de oxígeno, en caso necesario, tire fuertemente de la máscara, colóquela sobre la nariz y la boca, y respire normalmente…” , pues recordad esto que os cuento, intentad controlar el miedo y respirad normalmente.

El susto te lo llevas, y puede ser muy grande, pero las tripulaciones pueden conseguir, explicando lo que sucede, que no se convierta en pánico. Ayer, algunos “medios” trataron este asunto como si los pasajeros hubieran estado al borde de una nueva catástrofe. Pero se trató de una incidencia, por fortuna poco frecuente pero posible y prevista, que se aborda con absoluta seguridad para los pasajeros. Lo único que no es sencillo evitar es que los viajeros se alarmen o sientan miedo. Pero para combatir la parte más irracional de los temores humanos, nada mejor que estar bien informados, bien leídos, profundizar y conocer un poquito acerca del asunto que nos inquieta o nos aterroriza.

Y hablando de cosas que nos inquietan, que me inquietan y me indignan y me aterrorizan, aunque muchas veces tengamos el tiempo justo para darlas muy de pasada. Ayer, en el TD, os contábamos que Naciones Unidas acababa de confirmar una terrible matanza, una más. Sucedió el viernes pasado durante un bombardeo de las tropas estadounidenses sobre la ciudad de Herat, en Afganistán. No murió un solo talibán como anunciaron los "responsables" en principio. Las víctimas fueron 90 civiles, y entre ellos había 60 niños y niñas... 60 niños y niñas... 60 niños y niñas…

Esas palabras repiquetearon largo tiempo en mi cabeza nada más pronunciarlas. Luego seguí contando que el presidente afgano condenaba el ataque y que blablabla… Pero en mi cabeza y en mi corazón seguían sonando los gritos y los silencios de esos 60 pequeños destrozados por las bombas.

60 niños y niñas que no ocuparán más de dos líneas de texto en cualquier informativo. 60 niños y niñas muertos, asesinados. Para el enviado de la ONU esos ataques “minan la confianza del pueblo afgano en las tropas extranjeras", qué cinismo. Yo creo que lo que minan y aniquilan es la dignidad y la esperanza del ser humano.

Os dejo una canción muy apropiada y bellísima, “The shape of my Heart”, la canta Sting. La forma del corazón de esos miserables que lanzan bombas sin mirar sobre gente ingenua y ajena a sus contiendas, sobre niños y niñas, no es la forma de los nuestros. Esa no es ni será jamás la forma de mi corazón…


Otro abrazo. Os esperamos a las nueve en el Telediario, como siempre.

Tener que hablar de ello...

Aun guardamos un profundo amargor en el centro del alma. Tardará mucho en olvidarse todo esto. Hay sucesos que anidan en nosotros y perduran silenciosos, se quedan ahí, esperando un día o una noche recordarnos lo poco que somos, nuestra insignificancia, y la “suerte” que tenemos.

La tristeza anda siempre muy seria ocupada en sus tareas y no es fácil verla sonreír. Y llega el momento de oír esa frase odiosa y certera: ¡la vida sigue!, ¡tiene que continuar! Claro que sigue, qué remedio, y de qué manera. La vida es incompasible, imparable, jamás se detiene a mirar a los que cayeron a causa de sus prisas, sus falsedades y sus imperfecciones. Avanza como un toro bravo, herido, ciego y asustado, devorando días, amores, fechas, todas las fechas.

Seguiremos viviendo lo mejor que sepamos, amando lo que podamos, anotando en los calendarios momentos predispuestos a la dicha. Nunca sabemos cuando nos tocará sufrir, y ese desconcierto de algún modo es el que nos mantiene atentos a la vida, y nos hace amarla y desear amar.

Unos rezan en silencio, otros blasfeman al cielo o a su alrededor impotentes, otros reflexionan como pueden, lo que pueden, otros no quieren pensar más en nada más, ni oir una sola palabra más sobre tan luctuoso asunto.

Es tan complejo querer olvidar, tener que hacerlo, y a la vez no poder dejar de recordar. Nadie nos adiestra para ello. No hay consuelo posible ante tanto pesar. El único desahogo será el paso del tiempo y el silencio. Poder llorar largo y en paz, a solas y en silencio.

Hay fechas imposibles de borrar en la memoria. Si las miramos escritas hasta las formas de sus números parecen vaticinar una amenaza. No podremos hacerlo, no se borran, solo se difuminan. Nos queda seguir viviendo, aceptar nuestra frágil condición, seguir soñando que esta puta vida tiene en verdad sentido y merece ser vivida a pesar de los riesgos, que merece la pena sufrir toda la inmensa pena que puede llegar a proporcionarnos, gozar las escasas alegrías que al fin nos habrá prestado.

Qué bueno sería que los minutos de silencio se convirtieran en horas, en días, y fueran de verdad un tiempo de profundo recogimiento, de respeto, de profundidad y sordina. Largos instantes de armonía en los que poder tomar impulso para seguir adelante con la vida y sus caprichos, y sus coacciones …

Descansen en paz los que se fueron, y ojalá que lo antes posible puedan hacerlo todos aquellos a los que la tragedia les golpeó de lleno. Y ojalá podamos pronto hacerlo todos los que quedamos aquí dándole vueltas a tanta muerte.

Os pido disculpas de antemano, pero tendremos que seguir hablando de ello durante bastante tiempo. Será imposible no aceptar el raro deber de tener que hacerlo. Intentaremos que las palabras sean las precisas, informar lo mejor posible y con el máximo cuidado.

Por cierto, y ya que seguiremos hablando de ello, aprovecho para adjuntaros un enlace directo a un artículo de José Antonio Hernández y Rafael Méndez publicado ayer domingo en El País , es de los más certeros que he leído desde que sucedió la tragedia. En el texto también se habla de lo que apuntaba el bloguero Nacho S. y de lo que os comentaba en el anterior post , la posibilidad de que la reversa se hubiera armado en uno de los motores durante el despegue. Os recomiendo leerlo, es preciso, riguroso y puede ser esclarecedor.

Ya sabéis, "la vida sigue" y en TVE volveremos a estar a vuestra disposición para contaros lo que sucede, una vez más. Os esperamos en los Telediarios.

Prudencia y paciencia tras la tragedia.

Me siento un poco abrumado ante el aluvión de comentarios que ha recibido y sigue recibiendo el último post. Lo primero agradecer a todos tantas y tantas palabras de ánimo, de comprensión, tantos elogios, muestras de cariño y admiración (sigo sin tener claro si las merezco). También críticas muy interesantes y constructivas.

Así mismo es un honor que este humilde espacio en la página web de RTVE, de forma tan improvisada, se haya convertido en espacio para la condolencia a los familiares, para expresar el dolor y la compasión de muchos por lo ocurrido.

Me siento también impotente al no poder contestar a todos uno por uno. Sirvan estas líneas para haceros saber que he leído todos y cada uno de vuestros comentarios y que os agradezco muchísimo el interés, la amabilidad y la humanidad que demostráis.


En especial me ha llamado la atención uno de los últimos comentarios recibidos, el de Nacho S. Puedes comprobar Nacho que gracias a tu comentario ya se ha corregido el lamentable error que figuraba en el pie de la fotografía a la que te refieres, lo que se ve en ella nada tiene que ver con el tren de aterrizaje de un avión. Tienes razón, en la foto aparece la tobera de uno de las turbinas del MD82 siniestrado y parece que la reversa, al menos en ese motor está armada, lo que sin duda sería algo muy inquietante, y seguro tenido en cuenta por los investigadores.


EFE Restos del motor del avión frente a un camión de bomberos.

No obstante quiero desde aquí hacer una llamada a la prudencia y a la paciencia después de lo sucedido. Nada valdrá de verdad salvo los resultados y conclusiones de la investigación que ya está en marcha.

Nadie debe dudar, pues siempre es así, que ésta llegará a buen fin, se llegará a saber que sucedió exactamente, con todo detalle. Es comprensible la impaciencia por saber, en especial entre todos los afectados, entre los periodistas, en la calle, pero los análisis de accidentes aéreos son un asunto muy complejo en el que no sirven las prisas ni las especulaciones. Creo que en este caso no habrá que esperar mucho para conocer las conclusiones, ojala no me equivoque en este vaticinio.

Las pesquisas alrededor de los accidentes aéreos son siempre absolutamente meticulosas, exhaustivas, rotundas, eficaces, un asunto global en el que intervienen los mejores especialistas a nivel nacional e internacional. Pueden durar semanas, meses, años muchas veces, pero nunca se detienen hasta obtener conclusiones, conclusiones que se harán llegar a todas las líneas aéreas del mundo, a todas las empresas constructoras implicadas, a todos los pilotos, técnicos, mecánicos e ingenieros aeronáuticos del planeta, a todos los implicados en el fallo o los fallos que provocaron una catástrofe para que nunca se vuelva a repetir, al menos no por esas mismas causas.

Es importante saber que las investigaciones no buscan “culpables”, buscan causas, y estas suelen ser muy variadas, normalmente no hay un solo factor desencadenante sino una cadena de circunstancias y fallos que desestabilizan la impresionante cadena de seguridad que rodea todas las operaciones aeronáuticas. Sé de qué hablo, he leído cientos de documentos, centenares de informes sobre investigaciones de accidentes aéreos más o menos importantes, con o sin víctimas, más o menos complejos. El tema me interesa poderosamente, me apasiona todo lo relacionado con el mundo de la aviación. Mi padre fue piloto, mis dos hermanos son pilotos. Yo me considero un “aviador” frustrado, tal vez por eso me entusiasman hasta ese punto la aeronáutica y la astronáutica, desde que era un niño.

Nota:

(La investigación de los accidentes de aviación civil, como medio útil y necesario para mejorar la seguridad aérea mediante la prevención de los mismos, está regulada en el ámbito internacional en el Convenio sobre aviación civil internacional firmado en Chicago el 7 de diciembre de 1944, mediante el que se creó la Organización de Aviación Civil Internacional (O.A.C.I.), dependiente de la Organización de las Naciones Unidas, concretamente en sus artículos 26 y 37. Bajo esta premisa, en él se regulan la notificación de accidentes e incidentes, la institución, organización y realización de la investigación, la participación en la misma, la presentación y difusión de sus resultados, y una serie de actividades dirigidas a favorecer la prevención de accidentes).

En la siguiente dirección del Ministerio de Fomento podéis encontrar algunos ejemplos de los informes finales publicados tras diferentes investigaciones y análisis de diferentes accidentes/incidentes aeronáuticos de los últimos años.

Se están diciendo muchas imprecisiones, se están avanzando datos imprecisos o directamente erróneos, se están lanzando al aire muchas teorías inauditas o simplemente absurdas sobre lo sucedido en Barajas este fatídico 20 de agosto. Se está especulando demasiado. Suele pasar cada vez que hay una tragedia aérea. La impaciencia por desenmarañar lo incomprensible, lo fatídico, nos puede.

Lo único coherente, sensato y necesario en estos momentos es no especular, no difundir desde la ignorancia de quienes no somos expertos en aeronáutica teorías desatinadas o ridículas, saber esperar a las conclusiones que se desprenderán de la investigación. No hablar por hablar y esperar con paciencia los resultados de unas indagaciones que sin ninguna duda aclararán lo ocurrido antes y después del terrible accidente, cuanto pasó a bordo y alrededor del vuelo 5022 de Spanair.

Hay que saber que las tripulaciones de vuelo están absolutamente capacitadas para asumir emergencias inimaginables, problemas gravísimos, y tratarlos con la mayor eficacia y seguridad, sin alterarse, con calma y coherencia. El despegue y el ascenso hasta un nivel mínimo de seguridad es una fase crítica en cualquier vuelo. Durante las fases de descenso, aproximación y aterrizaje la experiencia o la pericia de los pilotos pueden sumarse más fácilmente a los procedimientos reglamentarios en caso de sufrir cualquier incidente. Durante la fase de despegue el margen de tiempo para tomar decisiones es mucho más estrecho y todo se complica para los pilotos en caso de incidencias.

En cualquier caso, un aviso de fuego en un motor, una parada de motor, una pérdida de potencia en un motor, por la razón que sea aunque sea durante el despegue y el ascenso, son acontecimientos que cualquier piloto experimentado aborda rápidamente y de manera natural, casi automática, se entrenan constantemente para ello en complejísimas sesiones, larguísimas horas de vuelo en los simuladores, máquinas prodigiosas tan caras y perfectas como los aviones que simulan y que entrenan a las tripulaciones para lo peor o lo más complejo con la máxima garantía.

En el caso de que el motor izquierdo del MD82 de Spanair se hubiera incendiado, como se baraja desde el primer momento, los pilotos seguro siguieron un procedimiento muy preciso que ya habían repetido mil veces. Se corta el gas a esa turbina, se hace una primera extinción, se compensa la guiñada, la tendencia en ese caso a virar ¡a la izquierda! (lo raro es que lo haya hecho a la derecha) por el empuje inverso del motor que sigue funcionando, se nivela el avión, se hace una segunda extinción si fuera preciso y se sigue subiendo hasta alcanzar la altitud de seguridad. Luego, ya notificada la emergencia, se regresa al aeropuerto donde se puede aterrizar en pocos minutos y sin más complicaciones. Un avión puede despegar, ascender y volar con el empuje de un solo motor sin más problemas.

Además, la tendencia a la guiñada con un motor parado en el caso de los MD es mucho menos notable que en otros aparatos que llevan los motores bajo las alas, al llevar estos los dos motores atrás y muy cerca uno de otro.

¿Porqué si el fallo se produce en el motor izquierdo el avión termina inclinándose y estrellándose a la derecha de la pista?


Una parada de motor, la absorción de un pájaro por la turbina, una pérdida de potencia por diferentes razones, son circunstancias que la tripulación puede solventar fácilmente, son imprevistos absolutamente previstos, como lo es todo o casi todo en la aviación.

Las fatales circunstancias que han conducido al brutal accidente del vuelo 5022 de Spanair seguramente serán mucho más complejas que todo esto. Todos los pilotos y expertos están de acuerdo en esto. Lo que apuntaba en su comentario el amigo Nacho, no es más que un inquietante factor más a tener en cuenta, uno de los muchos que habrá que analizar y que conducirán sin duda al esclarecimiento de lo sucedido.

Habrá que esperar, eso es lo único que vale ahora.

Esta noche os esperamos en el Telediario, como siempre. Y espero que nuestro trabajo os siga pareciendo digno de vuestro respeto y vuestra atención.

Gracias de nuevo y un abrazo.

Agosto trágico...

Es tarde y estoy algo cansado. Informar a veces agota, más por las emociones que experimentas que por el trabajo en sí. Pero os quiero contar algo que nunca se ve en los Telediarios, y de forma especial en jornadas como la de hoy, en estos días amargos en los que relumbra la verdadera dimensión profesional de las compañeras y compañeros que están a tu alrededor, trabajando de forma frenética.

En la tele no se ve la agitación, el ir y venir incesante, ni se oyen las mil palabras por segundo que se cruzan unas y otros consiguiendo hacerse entender, aunque parezca imposible, el frenético deambular entre mesas saltando de ordenador en ordenador, el griterío de todas las radios y televisiones de la redacción escupiendo voces y sonidos que hablan de la magnitud de la tragedia, manos que vuelan aquí y allá pasándose teletipos o cogiendo los cincuenta teléfonos que suenan a la vez.

En la pantalla, aunque se pueda notar, no se ve exactamente como salta el resorte de la pasión profesional, como todo el esfuerzo de todos se pone en marcha, y acelera y se convierte en información. Es un día triste, muy triste, también para los periodistas que están aquí o allá entrando en directo, o en la redacción, tragándose todos la pena y el impacto que les ha ocasionado la noticia, para poder ser eficaces y contarlo lo mejor posible.

En días como estos uno se da cuenta de con quién trabaja, de cuanta energía le ponen todos a esto de contar lo que está sucediendo, aunque duela y no sea fácil hacerlo. Luego, alguien se sienta frente a la cámara y se pone por completo en sus manos. Sin ellos, sin todos ellos, esos que presentan noticias no serían nada, apenas tendrían que hacer o decir, ¿cómo no voy, vamos, a estarles tan agradecidos? Nada de esto se ve de verdad en la tele... Gracias a todos ¡por todo!

Y os contaré algo que pasó también este funesto 20 de agosto en la trastienda. Me parece tan sorprendente y extraño que casi necesito hacerlo, decirlo, soltarlo, quitármelo de encima. Tengo dos hermanos que han pasado y pasarán la mayor parte de sus vidas volando. Poco antes de entrar en el estudio los llamé por el placer de oírles, por saber que ni en sueños tendría que hablar de ellos esa tarde, también por preguntarles, por ver qué me contaban, o si podían ilustrarme o darme algún dato, alguna información.

Uno de ellos, Dani, que estaba esperando poder despegar rumbo a Munich, me dijo - espera, que voy a llamar un momento a un buen amigo que tengo en Spanair, un compañero de promoción en el ejército, ahora te llamo y te cuento algo -. Lo que me contó unos minutos más tarde fue que el destinatario de su llamada, su amigo, era precisamente el comandante del MD82 siniestrado. Nos despedimos sin decir mucho más, con muy pocas palabras. Bajé al estudio pensando en la asombrosa y "macabra" casualidad de la que habíamos sido testigos, en el insólito pesar que sentiría mi hermano pequeño en ese momento, también siendo un poquito más consciente del desconcierto, la angustia y el dolor que estarían padeciendo todas las personas del entorno de los 153 pasajeros fallecidos, todos sus familiares, amigos, vecinos y conocidos.

Me pesó la responsabilidad de tener que hablar de ello y la pena de toda esa gente. Ésta tragedia ha salpicado de golpe a muchos, tal vez por eso nos conmocione de forma especial, mucho más que otros dramas más habituales y cotidianos...

La máquina no se detiene. Durante toda la noche las compañeras y compañeros del Canal 24 Horas os estarán contando, y luego lo hará el Telediario matinal, y después todas las demás ediciones. En esta web está todo, toda la información de Rtve.

Es infinitamente lamentable tener que contar estas tragedias, un absoluto espanto. Así lo sentimos todos los que lo hacemos delante y detrás de las cámaras. Quede aquí patente el tremendo pesar y la condolencia de todos los que trabajamos en TVE haciendo informativos, teniendo que asumir que nuestro oficio consiste en esto, en narrar historias tan terribles como esta...

Un cuento en el blog...

Me complace disponer de este espacio abierto a lo insólito, una página en blanco predispuesta a la improvisación. Un "blog" (y hablo en general, no de este blog en concreto) me parece un concepto aún ilimitado, un territorio muy indefinido, libre, al menos de momento. Ya aparecerá quien pretenda definirlo, organizarlo, poner márgenes y normas a esta nueva forma de expresión o comunicación casi sin límites.

Se trata sólo de escribir y de que otros puedan leer si les apetece hacerlo, nada más. Compartir palabras y pensamientos. Aquí, al menos en teoría, tenemos un "tema", un hilo conductor que guíe las palabras: "lo que no se ve en los Telediarios". Pero, claro, mi espíritu es a veces tan abstracto que el asunto en sí no deja de parecerme muy vago y generosamente abierto. Espero ser comprendido.

¿Qué es lo que no se ve en un TD? Para mí todo un infinito de posibilidades. Hablar de la trastienda de la tele apetece a veces, otras para nada. Sé que entrevisto desde fuera, la tarea de elaborar un informativo en televisión puede parecer mucho más interesante y apasionante de lo que es, ¡que lo es!

Pero casi siempre que me pongo ante el teclado y la pantalla dispuesto a escribir algo aquí, se me plantea el mismo dilema: ¿qué cuento? ¿de qué escribo? Si me organizo un poco y me disciplino, puedo hablar un poco más del arduo trabajo que realizan mis compañeras y compañeros para que todo salga bien cada día, de la complejidad técnica de este tinglado, de todo el enmarañado proceso que sigue una noticia desde que salta hasta que nosotros os la contamos.

Pero hoy no me sale, al menos no de forma espontánea. Lo que me sale es compartir con vosotros un cuento, sí, un cuentecillo sin más pretensiones, que iba a publicar en otro lugar y que ahora os ofrezco. Es cortito y tal vez propicio para leer a la luz de esta extraordinaria luna de agosto que hoy nos acompaña. Me gusta dejar aquí palabras y músicas que me complacen, aunque poco o nada tengan que ver con lo esperado de este blog. O sí, pues esto también forma parte de todo lo que no se ve... ¿o no?...

En fin, hoy, de forma muy inesperada, os dedico una pequeña historia triste e invernal para leer en una cálida noche de verano. Y mejor que sea después del Telediario. Allí os esperamos también esta noche. Gracias por leer y sobre todo por estar ahí, por darnos vuestra confianza y elegirnos para saber lo que sucede.

Ahí va el cuento prometido, espero os guste...



Moi aussi... (Yo también…)

"A veces, cuando menos lo esperaba, el alma se le iba detrás de ella. Y allí quedaba detenida, acurrucada a su lado, sigilosa, como un perro cariñoso, temeroso e invisible. No pedía nada, ni una caricia, solo esperaba largamente y sin condiciones en la soledad, en el silencio, o la acompañaba a dondequiera que ella fuese.

Él había acariciado muchas veces su distante corazón con tiernos pensamientos, palabras que no sabía de donde venían, ni a donde iban, y que le enviaba pudoroso, estremecido, con enorme aprensión. Al hacérselas llegar albergaba la esperanza de mudar su espíritu, de traspasarlo, de confundirlo y conmoverlo, tal vez conquistarlo. ¿Y si ella un día aceptara? ¿Y si ella llegara a entreabrirle sus puertas? ¿Y si no encontrara fuerza o razones para resistirse a sus deseos?

Escribía y esperaba, noche tras día, en vano. Al verla pasar, aguardaba paciente cualquier gesto de sus pestañas, de su boca, de sus manos, un leve guiño, una mirada cómplice y sabedora, un bisbiseo, una contenida invitación a amarla como él sabía podría hacerlo.

Una tarde plomiza, lluviosa y desasosegada recibió la respuesta que colmó todas sus súplicas. Moi aussi..., escribió ella en un papelito arrugado que dejó caer a sus pies con disimulo o desdén, no quedó claro. Solo eso. Dos palabras, tres consonantes, cinco vocales, que él se repitió una y otra vez tirando de ellas muy despacio, arrastrándolas con dulzura, haciéndolas sonar suaves y veraces en su garganta, apasionadas.

Poco tiempo después encontró el valor necesario y bajó el sendero arbolado que llegaba a su casa y a sus secretos. Llamó tímidamente a la puerta pero nadie respondió. Ella no estaba.

Se sentó sobre una piedra cercana a esperar, a dar tiempo al tiempo de la prometida ternura. Allí esperó que las dos, su amada y su alma, regresaran. Así pasó muchos días y muchas noches, inmóvil, recogido, empapado, venciendo la tentación de decir o hacer, de rendirse, muriendo de frío y de una extraña nostalgia.

El viento de octubre, compadecido, le susurró la verdad que bien conocía - ella no volverá, nunca lo hará, torna por donde has venido, no esperes más - le dijo con voz de bruma, empujándole una y otra vez con fuerza, cegándole. Él, que a esas alturas ya no quería recordar el porqué de su inmensa desdicha, hizo oídos sordos, entrecerró los ojos, y se dispuso a aguardar hasta la muerte si fuera preciso, sin pensar en otra cosa que en aquellas dos palabras, moi aussi...

Yo también te amo, repitió él al viento en un susurro una y otra vez, yo también, mientras buscaba los ojos de ella en las tinieblas...

Ninguna de las dos regresó jamás..."

David Cantero - 2008

Buenas noticias...

Empieza una nueva semana de información en la segunda edición del TD. De entre todas las noticias malas, buenas, regulares, absurdas o interesantes que he dado en lo que llevamos de agosto, una me ha impactado bastante y ha sido un goce poder hablar de ello, difundirla.

Hay nuevos e importantes avances contra el Alzheimer, la esperanza de que un día "la enfermedad del olvido" caiga para siempre en eso, en el olvido. Por un lado hay grandes progresos en la detección temprana del mal, por otro un descubrimiento que podría frenar su evolución y en unos años incluso llegar a la curación. Una buenísima noticia.

Sé de lo que hablo cuando hablo de esto, mi padre la padece hace años y no se lo deseo a nadie. La vida que se fue ya no regresa, las historias difícilmente se repiten, los seres que amamos se esfuman, lo que vivimos o sentimos se pierde, las penas y las alegrías pasan dejando escasos posos en nuestras almas.

El Alzheimer nos lo roba todo, toda una vida. Tal vez el único consuelo en la vejez sea poder evocar y repasar nuestras existencias. Sin los mejores y los peores recuerdos ¿qué somos? Nada, absolutamente nada. Recordar puede ser a veces un tormento, por felices que sean las recordaciones, pero perder la memoria de manera imparable e involuntaria es uno de los peores suplicios que puede padecer el ser humano.

Lo sé, hay muchas otras enfermedades terribles, paralizantes, dolorosas, insufribles, posiblemente peores. La desgracia tiene muchas puertas entreabiertas. Pero el Alzheimer reúne una serie de circunstancias especialmente siniestras que nos convierten en muertos vivientes, en tristes arlequines caídos del carromato de la fiesta o de la farsa.

No, no iba a hablar de esto, pensar en ello puede resultar demasiado doloroso. Pero qué inmensa esperanza que haya personas, mujeres y hombres de ciencia, que sacrifican sus vidas a la búsqueda de soluciones de apariencia imposible. Talentos extraordinarios que trabajan casi ocultos, en silencio, sin la atención de los medios, sin todo el dinero que precisarían, sin toda nuestra admiración y nuestro agradecimiento, sin vanagloriarse de ello pues siquiera les damos la oportunidad de hacerlo. De ellos dependen nuestras posibilidades de salvación ante pesadillas como la demencia y el olvido.

El verano avanza, los días empiezan a rebuscar en los armarios del tiempo trajes para el otoño. Ayer se disfrazó de octubre y fue una sensación agridulce. Pero aún queda mucho sol por delante, días de baño, espléndidas noches de verano llenas de estrellas y terrazas. Días y noches para disfrutar de los placeres del estío. Hay cosas que no quisiera olvidar jamás, espero que esos magníficos científicos sigan empeñados en encontrar la solución definitiva. Por si acaso…

Os dejo música para empezar bien la semana. Un tema que me hace pensar en las emociones que guarda la memoria y que no me gustaría llegar a perder, es de Tracey Thorn (la “chica” de Every Thing But the Girl). Va dedicada...

¡Nos vemos a las nueve en el Telediario!

Here It comes again


Lunes de agosto...

No sé bien de qué hablar hoy. No sé bien qué decir. No sé bien que pensar. La semana para mí empieza a paso de buey. Me pesa esta sofocante tarde de lunes de agosto. Tengo la impresión de haber regresado de un largo y gustoso periodo de ociosidad, de un extraño viaje, tal vez desde las selvas que rodean el templo de Borobudur, o desde las arenas que baña el Índico en Antsiranana, o desde las aguas que rodean las Islas Eolias.

He debido dormir y soñar intensamente desde el pasado viernes, he debido caer preso de algún extraño hechizo, en alguna apacible y amorosa enajenación. ¿Será que ya no estoy habituado a librar los fines de semana?

El caso es que hoy floto ingrávido. Para acabar con el despiste, la ingravidez y el sopor me obligo a centrarme intensamente en el minutado del Telediario, el mejor “lastre” para regresar a la realidad.

Los Juegos de Pekín siguen su curso y nuestros compañeros destacados allí nos cuentan todos los detalles de las diferentes competiciones olímpicas. Luchas nobles. Nadal sigue ganando allá por donde pisa a pesar del calor chino, dice una compañera a mi lado.

Mientras unos sudan y compiten en China de forma honorable y pacífica, caigo en la cuenta de que otra vez andamos pendientes de los “partes de guerra”. Sí, ya hay otra jodida guerra en marcha. Otra monstruosidad despierta de su aparente letargo, después de haberla casi olvidado, después de imaginar que podía haber terminado. Pero no, sólo estaba adormecida, esperando el momento de volver a mostrar el peor lado del ser humano. Ya nos encargamos los periodistas de contarlo.

Esta tarde las tropas rusas siguen bombardeando Osetia del Sur, avanzan dispuestas a llegar hasta Tiflis, la capital de Georgia. Que frío suena así. Volvemos a la sangre y el fuego, sea donde sea, por parte de quien sea. Y a los proyectiles que volverán a caer sobre los que suelen caer, sobre pobre gente que poco o nada sabe de las rencillas que llevaron a unos y a otros a competir en la muerte y la desgracia, a reemprender algún conflicto. La confusión en Osetia es enorme, aun no hablamos de víctimas pues poco se sabe de ellas. Pero las habrá, sean decenas o miles.

Hay una canción que me encanta y que habla de esto, de todos los hombres que andan perdidos en guerras y violencias estúpidas, estériles, que jamás conducen a nada bueno, sea en Georgia, en Líbano o en Irak. Cuesta creer que los que hoy ordenan disparar y asesinar, que los que ejecutan las órdenes, un día fueran niños. Cuesta pensar que tal vez esperaron en una camita a que papá o mamá les arropara, que durmieron en paz con la puerta entreabierta y una luz encendida en la habitación de al lado para espantar el miedo. Tal vez corretearon en la orilla de algún mar dando patadas a las olas, y bailaron, y jugaron, y volvieron corriendo de la escuela arrastrando la cartera entre las hojas caídas del otoño.

Esos que hoy disparan y acribillan a otras personas (posiblemente) fueron niños enamorados. Pero ya no juegan a matar apuntando solo con el dedo. ¿En qué convirtieron sus “días de mañana”? ¿Cuántos hombres perdidos hay en este mundo? ¿Cuántos dispuestos a matar y a morir por nada? ¿Cuántos dispuestos a masacrar sin miramientos en guerras crueles y absurdas? Temo que muchos más de los que podemos imaginar. Para repartir muerte no hace falta entrenarse demasiado, ni ser demasiado hábil o inteligente, eso parece.

Menos mal que en las portadas relumbra estos días la nobleza de los que se dedican a “luchar” en el deporte, la más bella e inofensiva forma de competir que conocen los humanos. Aunque no lo parezca hoy he hablado de algo que no se ve en los Tds, del asco infinito que me produce hablar de los hombres guerreando, y digo hombres con todas sus consecuencias, aunque algunas mujeres participen en ellas, la guerra sigue siendo “cosa de hombres”. ¡Que asco!

Espero que no se vea ni se note esta noche… Os esperamos a las nueve, como siempre, con estas y otras noticias. Y será un placer, como siempre...

De nuevo en la ventanilla...

Aquí estoy de nuevo. Ayer me incorporé al trabajo en la redacción de informativos, una maquinaria que nunca se detiene. Unos van, otros vienen, pero cada vez que entras por esa puerta compruebas que, mejor o peor, todo sigue funcionando. Siempre es extraño el regreso de las vacaciones, al menos para mi.

Las sensaciones se mezclan, apetece y no apetece volver a la rutina. Como siempre el mayor aliciente es el reencuentro con tus colegas de la tele. Al llegar a Torrespaña me sentí un tanto desorientado, también en la redacción, por los pasillos, en la máquina del café, en el estudio, al tomar una caña o al llegar a casa tras el informativo.

En este oficio, cuando dejas de ejercerlo un tiempo, tienes la rara sensación de que has olvidado por completo como se hace. Nunca las tienes todas contigo, eso es tal vez lo más estimulante, lo más divertido.

Luego, ya sentado en el plató, cuando el regidor te anuncia que quedan diez, cinco segundos para entrar, te das cuenta de que no es así, sientes que sigues teniendo la capacidad de contar lo que sucede con cierta coherencia, con más o menos acierto y seguridad.

La mayor novedad, como cada verano, la agradable presencia de entusiastas becarios y becarias dispuestos a aprenderlo todo (y más) en un par de meses, llenando vacíos, generando buen ambiente, contagiando simpatía, ingenuidad, ilusión y juventud.

Agosto es un mes raro y pesado, una sofocante transición. Es cierto que suele haber menos volumen de información, que puede costar más completar un minutado, que los Telediarios se llenan cada año de "olas de calor", de veraneantes en playas y montañas, pero no bajamos la guardia. Cuando menos lo esperas salta la noticia, la peor o la mejor, y hay que saber reaccionar a tiempo y contarlo con eficacia.

Para eso estamos aquí. Vuelvo a estar a vuestra disposición en la ventanilla de información de TVE. Espero seguir estando a la altura (si es que alguna vez lo estuve), aunque aun me sienta flotar entre el tiempo del descanso y el dedicado al trabajo, entre la ficción de las vacaciones y la realidad de los Telediarios, entre lo vivido y lo soñado, entre todo lo que queda por soñar, por vivir, por contar...

En cualquier caso me alegra haber vuelto... Prometo hablar en próximos posts de algo que realmente no se vea en los Tds, hoy no doy para más. Os dejo una cancioncilla, un pequeño vals sereno y apropiado para escuchar en una calurosa noche de verano como la que sin duda nos espera. Lo canta la encantadora Julye Dlepy en "Antes del amanecer"... Os esperamos a las nueve, en el Telediario, será un placer, como siempre...

A walts for a night...

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