Me complace disponer de este espacio abierto a lo insólito, una página en blanco predispuesta a la improvisación. Un "blog" (y hablo en general, no de este blog en concreto) me parece un concepto aún ilimitado, un territorio muy indefinido, libre, al menos de momento. Ya aparecerá quien pretenda definirlo, organizarlo, poner márgenes y normas a esta nueva forma de expresión o comunicación casi sin límites.
Se trata sólo de escribir y de que otros puedan leer si les apetece hacerlo, nada más. Compartir palabras y pensamientos. Aquí, al menos en teoría, tenemos un "tema", un hilo conductor que guíe las palabras: "lo que no se ve en los Telediarios". Pero, claro, mi espíritu es a veces tan abstracto que el asunto en sí no deja de parecerme muy vago y generosamente abierto. Espero ser comprendido.
¿Qué es lo que no se ve en un TD? Para mí todo un infinito de posibilidades. Hablar de la trastienda de la tele apetece a veces, otras para nada. Sé que entrevisto desde fuera, la tarea de elaborar un informativo en televisión puede parecer mucho más interesante y apasionante de lo que es, ¡que lo es!
Pero casi siempre que me pongo ante el teclado y la pantalla dispuesto a escribir algo aquí, se me plantea el mismo dilema: ¿qué cuento? ¿de qué escribo? Si me organizo un poco y me disciplino, puedo hablar un poco más del arduo trabajo que realizan mis compañeras y compañeros para que todo salga bien cada día, de la complejidad técnica de este tinglado, de todo el enmarañado proceso que sigue una noticia desde que salta hasta que nosotros os la contamos.
Pero hoy no me sale, al menos no de forma espontánea. Lo que me sale es compartir con vosotros un cuento, sí, un cuentecillo sin más pretensiones, que iba a publicar en otro lugar y que ahora os ofrezco. Es cortito y tal vez propicio para leer a la luz de esta extraordinaria luna de agosto que hoy nos acompaña. Me gusta dejar aquí palabras y músicas que me complacen, aunque poco o nada tengan que ver con lo esperado de este blog. O sí, pues esto también forma parte de todo lo que no se ve... ¿o no?...
En fin, hoy, de forma muy inesperada, os dedico una pequeña historia triste e invernal para leer en una cálida noche de verano. Y mejor que sea después del Telediario. Allí os esperamos también esta noche. Gracias por leer y sobre todo por estar ahí, por darnos vuestra confianza y elegirnos para saber lo que sucede.
Ahí va el cuento prometido, espero os guste...
Moi aussi... (Yo también…)
"A veces, cuando menos lo esperaba, el alma se le iba detrás de ella. Y allí quedaba detenida, acurrucada a su lado, sigilosa, como un perro cariñoso, temeroso e invisible. No pedía nada, ni una caricia, solo esperaba largamente y sin condiciones en la soledad, en el silencio, o la acompañaba a dondequiera que ella fuese.
Él había acariciado muchas veces su distante corazón con tiernos pensamientos, palabras que no sabía de donde venían, ni a donde iban, y que le enviaba pudoroso, estremecido, con enorme aprensión. Al hacérselas llegar albergaba la esperanza de mudar su espíritu, de traspasarlo, de confundirlo y conmoverlo, tal vez conquistarlo. ¿Y si ella un día aceptara? ¿Y si ella llegara a entreabrirle sus puertas? ¿Y si no encontrara fuerza o razones para resistirse a sus deseos?
Escribía y esperaba, noche tras día, en vano. Al verla pasar, aguardaba paciente cualquier gesto de sus pestañas, de su boca, de sus manos, un leve guiño, una mirada cómplice y sabedora, un bisbiseo, una contenida invitación a amarla como él sabía podría hacerlo.
Una tarde plomiza, lluviosa y desasosegada recibió la respuesta que colmó todas sus súplicas. Moi aussi..., escribió ella en un papelito arrugado que dejó caer a sus pies con disimulo o desdén, no quedó claro. Solo eso. Dos palabras, tres consonantes, cinco vocales, que él se repitió una y otra vez tirando de ellas muy despacio, arrastrándolas con dulzura, haciéndolas sonar suaves y veraces en su garganta, apasionadas.
Poco tiempo después encontró el valor necesario y bajó el sendero arbolado que llegaba a su casa y a sus secretos. Llamó tímidamente a la puerta pero nadie respondió. Ella no estaba.
Se sentó sobre una piedra cercana a esperar, a dar tiempo al tiempo de la prometida ternura. Allí esperó que las dos, su amada y su alma, regresaran. Así pasó muchos días y muchas noches, inmóvil, recogido, empapado, venciendo la tentación de decir o hacer, de rendirse, muriendo de frío y de una extraña nostalgia.
El viento de octubre, compadecido, le susurró la verdad que bien conocía - ella no volverá, nunca lo hará, torna por donde has venido, no esperes más - le dijo con voz de bruma, empujándole una y otra vez con fuerza, cegándole. Él, que a esas alturas ya no quería recordar el porqué de su inmensa desdicha, hizo oídos sordos, entrecerró los ojos, y se dispuso a aguardar hasta la muerte si fuera preciso, sin pensar en otra cosa que en aquellas dos palabras, moi aussi...
Yo también te amo, repitió él al viento en un susurro una y otra vez, yo también, mientras buscaba los ojos de ella en las tinieblas...
Ninguna de las dos regresó jamás..."
David Cantero - 2008